"Lo funcional también puede ser bello", asegura Jenny Osuldsen, la prestigiosa paisajista noruega, socia de Snøhetta, el estudio insignia en arquitectura sostenible
Noruega se independizó de Suecia en 1905 y era, a principios del siglo pasado, uno de los países más pobres de Europa, según cuentan los libros de historia. "En los 60 y 70 tuvimos la suerte de encontrar muchísimo petróleo y que los políticos decidieran que esas ganancias debían volver a la gente; pero no gastamos demasiado en cultura, no podíamos darnos ese lujo", cuenta Jenny Osuldsen, una de las paisajistas más renombradas del mundo, socia de Snøhetta, el estudio insignia en arquitectura sustentable a nivel global, con oficinas en 32 países. El hecho es que, pese a la falta de presupuesto, los noruegos querían construir una ópera, porque la que tenían funcionaba en un viejo inmueble descascarado al que nadie iba. "Si realmente no te gusta ir a ver ópera, ahora podés caminar encima de ella; a los noruegos se nos da bien escalar y esto es como subir una montaña", afirma Osuldsen. No está equivocada: el actual edificio de la Ópera y Ballet Nacional de Oslo, que terminó costando 528 millones de euros, es un gigante de mármol de carrara que se hunde en declive hacia el mar, como la ladera suave de un monte blanco, dando espacio a una enorme explanada pública levantada sobre la sala de conciertos.
Los snøhettas no son magos que inventan obras imposibles en el medio del desierto (lo han hecho en el fondo del océano), aunque a veces parece que lo fueran. Entre sus creaciones más renombradas se encuentran, además de las óperas de Oslo y Shanghái, la nueva Biblioteca de Alejandría, la ampliación del Museo de Arte Moderno de San Francisco, la reconstrucción del Times Square en Nueva York y el Centro Internacional de Arte Rupestre de Montignac (Francia). Se suman un increíble hotel que genera su propia energía en el Círculo Polar Ártico; un restaurante bajo el mar, en la costa sur de Noruega; un taller de cristal en Innsbruck, Austria; una tienda de piedra en Sidney, una casa sobre los árboles en la franja sueca del bosque de Laponia; un mercado de pescado en Muttrah (el puerto más grande de Omán), solo por citar algunos desplantes edilicios.
El estudio, que vendría a ser la evolución ultraboutique del arquitecto convencional con casquito, tablero y rollo de planos bajo el brazo, tiene un criterio que se guía por la deconstrucción: en vez de pensar cómo construir, buscan en un proyecto todo lo que no es obvio, lo que podría ser, el paisaje que se podría generar. Tienen claro que un paisaje no es una postal, es más bien algo que se construye, como el paseo público sobre la Ópera de Oslo. "Nunca nos pidieron que hubiera un parque allí", jura Osuldsen. Esa ausencia posible –lo que no se ve, en este caso el parque inclinado hacia el mar– integra el bosquejo mismo de la obra, concebida no solo por arquitectos sino también por diseñadores, paisajistas y artistas. "También tenemos un par de ingenieros, no nos olvidemos de ellos", se ríe Osuldsen.
Tan particulares son los snøhettas que todos los años, a modo de camaradería toscamente escandinava, trepan juntos la montaña que dio el nombre al estudio: el Snøhetta, el pico más alto de Noruega. "Este año no hicimos la escalada. El trecho es corto, pero a veces se pone resbaloso... Mejor vamos a hacer el brindis de fin de año en la oficina", se cubre.
La vida secreta de los materiales
La idea de ser sustentable es un faro permanente en la obra de la arquitecta y paisajista escandinava, que visitó la Argentina en estos días para participar en la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires, por una invitación de la empresa Ternium y Fundación Proa.
El concepto de sustentabilidad aplica para tres dimensiones: económica, ambiental y social. La primera implica producir la energía que se consume e inyectar lo que sobra al tejido urbano (es la premisa de "energía cero" sobre la cual Snøhetta basó muchas de sus obras); la segunda tiene que ver con pasar desapercibido en la naturaleza y reducir nuestra "huella ambiental"; la tercera es aprender a vivir juntos en un espacio de uso democrático.
Para explicarlo más abstracto, Osuldsen pone un ejemplo de su cosecha: "En Noruega decimos que si tenés cabeza de granjero, entonces entendés cuándo hacer las cosas en el momento correcto".
¿Se puede realmente construir en forma sustentable sin dejar nuestra huella ambiental?
Para construir del modo que proponemos tenés que pensar globalmente y localmente a la vez, con las condiciones precisas que te da el lugar, ya sea que haya nieve todo el año o sea un clima desértico. Por ejemplo, para levantar un edificio tenés que estudiar cómo se relaciona con la locación, cómo utilizar todos los materiales que te da la zona y lograr que se gaste menos energía. Si usás concreto, analizar dónde y cómo se produjo, pero también cuánta energía costó transportarlo. Una vez demolido el edificio, también deberá estar contemplado cómo reciclarlo y dónde terminará ese reciclado. Es la vida completa de los materiales, lo que llamamos Life Cycle Analysis (LCA).
Entonces, ¿un edificio tiene vida útil? ¿De cuántos años?
Nosotros manejamos el concepto de Powerhouse, cuya matriz es que un edificio necesita producir más energía de la que usa en un período de 60 años. Ese sería un ciclo de vida completo.
La "casa de poder" no es la fantasía futurista de una arquitecta caprichosa, sino que ya tiene aplicaciones concretas. En la ciudad noruega de Trondheim se construyó el Powerhouse Brattørkaia, un complejo de oficinas de 18.000 metros cuadrados que, gracias a sus 3000 metros cuadrados de paneles solares, produce el doble de la electricidad que consume. No solo cuenta con sistemas de recuperación de calor para aumentar la eficiencia del edificio, sino que además es una suerte de central eléctrica para Trondheim, porque su excedente de energía sirve para alimentar motores de autos y ómnibus de la ciudad, así como los barcos del puerto.
Grandes empresas de todo el mundo, como Ford, están investigando cómo convertir sus filiales en "casas de poder". De hecho, la mítica sede de esta automotriz en Dearborn, Michigan, contrató a Snøhetta para diseñar un nuevo campus que poco tiene que ver con las monolíticas torres de vidrio en donde hoy opera la empresa, diseñadas a mediados del siglo pasado. Cuando llegue 2025, el 71% del complejo de Ford será un espacio verde y abierto. Se reducirá el espacio de oficinas y se cortarán de cuajo los gigantescos estacionamientos.
"Los edificios enérgicamente positivos son el futuro. El mantra de la industria del diseño no debe ser ‘la forma sigue a la función’ sino ‘la forma sigue al entorno’. Esto significa que el pensamiento de diseño de hoy debe centrarse en consideraciones medioambientales y reducir primero nuestra huella, y que el diseño siga esta premisa", explicó Kjetil Trædal Thorsen, fundador de Snøetta, al describir lo que quieren hacer en la Ford.
¿Cómo se logra un edificio funcional y "bello" a la vez en términos artísticos?
La funcionalidad es crucial pero lo funcional también puede ser bello. Necesitamos los dos. Los arquitectos no somos artistas, pero trabajamos juntos. Nosotros creamos funcionalidad, los artistas ni piensan en eso. La Ópera de Oslo no es una obra de arte sino, claramente, una obra de arquitectura.
Una casa para morir
Si se presta atención a los proyectos más insólitos del estudio noruego, el que pica en punta por extravagante se llama Under y es el primer restaurante submarino de Europa (también el más grande del mundo). Este comedero subacuático, ubicado en la localidad de Lindesnes, en el Sur noruego, está formado por un enorme bloque de hormigón –de 34 metros de largo– que se sumerge cinco metros bajo el nivel del mar. Cuando el restó cierra, opera allí un centro de investigación marina.
También en la línea de las Powerhouses, figura el primer hotel bosquejado bajo esos estándares, el Svart (quiere decir "negro" en noruego), una estructura circular que se extiende desde los pies de la montaña Almlifjellet hasta las aguas del fiordo Holandsfjorden, en el Círculo Polar Ártico. Se trata del primer hotel "enérgicamente positivo" del mundo, capaz de reducir un 85% el consumo de energía que demanda un cinco estrellas tradicional. El Svart recién estará operativo en 2021.
Sin embargo, el estudio también quedó envuelto en una polémica cuando, junto a Bjarne Melgaard, el enfant terrible del arte noruego, se propusieron construir "una casa para morir", una de las obras más controversiales en la historia de este país.
En un principio, A house to die fue bosquejada como una escultura viva, que algunos describieron como parecida a un ovni, en donde Melgaard iba a instalar su taller. Allí esperaba vivir sus últimos años (aunque tiene apenas 52). El artista obtuvo el apoyo financiero de las dos inmobiliarias más poderosas del país para conseguir unos metros cuadrados en las heladas afueras de Oslo. El problema fue que lo acusaron de querer levantar su "casa para morir" en un terreno ubicado muy cerca del antiguo estudio de invierno de Edvard Munch, pintor de El grito y uno de los artistas insignia de Noruega.
El proyecto ya había sido aprobado por autoridades locales y nacionales, pero meses después fue vetado por el Concejo Municipal de Oslo. A Melgaard le sugirieron que buscara otra locación y éste, furioso, les contestó a políticos y concejales: "Hay una gran oposición a las cosas nuevas en Noruega".
¿Cuál es tu versión de lo que pasó con A house to die?
(Se ríe) Fue un gran malentendido. Melgaard había dicho que "muchos de nosotros quisiéramos morir en nuestra propia casa cuando llegue el momento" y la prensa enseguida bautizó el proyecto como "La casa de la muerte", como si fuera una película de terror. Sólo queríamos transmitir su visión. Nunca se nos ocurrió construir en el terreno de Munch o al lado de su propiedad. El lugar para el proyecto de Melgaard estaba al otro lado del camino, a más de 150 metros de distancia. Los llamados "hechos confirmados" sobre este tema fueron en verdad fake news, pero los políticos detuvieron el proyecto de todos modos.
Que Snøhetta haya querido construir una "casa para morir" lleva a preguntarte si ustedes siempre hacen lo que el cliente pide y si aceptan todos los proyectos que les ponen adelante…
Si un cliente dice que quiere exactamente algo, entonces no nos necesita. Que lo haga él mismo. Nosotros tampoco aceptamos cualquier proyecto. Nos reunimos con el cliente para asegurarnos de compartir un interés común. No existe nada demasiado "loco" o imposible. Siempre hay que tener presente la idea de proceso, que algo no está hecho hasta que está construido y habitado. Si el concepto es fuerte y la dirección es precisa, podemos hacerlo.