Tras un ruido ensordecedor, el tránsito varado predijo lo peor y la noticia no se hizo esperar: un camión había chocado de frente contra un auto y había dejado varias víctimas fatales.
Entre los cuerpos fallecidos y cubiertos yacía el de Gabriel Avruj, un chico de apenas 14 años que había amanecido ilusionado ante la perspectiva de un día de pesca, sin saber que en un segundo toda su existencia cambiaría.
El equipo de emergencias creyó que se encontraba sin vida, cuando una enfermera notó un tenue movimiento a través de la tela. Gabriel respiraba, vivía, aunque le tomaría mucho tiempo y aprendizaje realmente volver a vivir.
Un nuevo comienzo
Los días que le siguieron a su accidente quedaron desdibujados, entre tubos, confusiones y sedantes. Gabriel estuvo internado varios meses, tiempo en el que tuvo que enfrentarse con una cruel verdad: no podía mover su cuerpo. Aquella revelación lo sumió en pura desesperación y tan solo quiso morir. "Todo a mi alrededor me resultaba una amenaza mortal. La situación se me hizo insoportable, aceptar que iba a ser de por vida cuadripléjico era muy difícil", rememora emocionado.
Resignado, simplemente se dejó llevar por los días; él no vivió, sobrevivió hasta que le anunciaron que era momento de comenzar su rehabilitación. Ingresó a ALPI (la asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la rehabilitación neuromotriz de pacientes pediátricos y adultos) y allí encontró una luz de esperanza, una motivación para seguir. Una chica en las mismas condiciones físicas que él, había llamado su atención hasta devolverle la energía y así, luego de mucho esfuerzo y perseverancia, sus mejorías fueron evidentes. Por primera vez en meses, un día sintió que tenía verdaderas ganas de sonreír."En mi vida asomaba un rayo de optimismo", cuenta Gabriel, "Y cuando ocupé una nueva cama descubrí que en la mesa de luz había una estampa de Sai Baba, el mismo ser espiritual que mi madre había mencionado la noche anterior. Lo tomé como un mensaje para no rendirme", revela.
Después de grandes esfuerzos, un año y medio más tarde Gabriel salió de la institución con la frente en alto en su silla de ruedas, listo para enfrentar el mundo.
Los obstáculos
A pesar de su creciente fortaleza, las barreras fueron incontables y difíciles de sortear. En la escuela donde cursaba no volvieron a aceptarlo. "Sólo conseguí una vacante en la escuela Roca, donde sí o sí tenía que subir una escalera muy alta. Mis compañeros no tuvieron ningún problema en alzarme durante los años que me tomó culminar mis estudios. Aquella escuela de la que no se hablaba muy bien me dio la oportunidad que muchos me negaron: recibirme del secundario",cuenta sonriente.
Tiempo después, le siguió la universidad en una institución privada en la que encontró facilidades de acceso para transitar con su silla de ruedas. Y entre estudios y nuevos vínculos, sus búsquedas del sentido, del para qué, del propósito de todo lo vivido, iban en aumento. "Entonces comenzaron mis visitas al Centro Espiritual Sai Baba. Allí empecé a trabajar asistiendo a ancianos y enfermos, y participando del grupo de jóvenes", relata el protagonista.
Su manera de transitar la vida, de pensar y sentir, había cambiado profundamente. Ya no quería morir, quería vivir; y aún más que vivir: quería no perderse de nada. En ese camino, pudo reconocerse como un ser espiritual, con la firme creencia de que él no era tan solo un cuerpo físico, era mucho más.
Y en un día de estudio como cualquier otro, una lectura especial cayó en sus manos, un libro que tocó las fibras de su ser. "Era Conversaciones con Dios, de Neale Donald Walsch", recuerda, "Quedé atrapado por sus conceptos. Terminé leyendo su obra completa y a partir de ahí me sentí enormemente inspirado. Estaba listo para levantar cabeza definitivamente y volar".
De los sueños a la acción
A partir de entonces, todo fue puro sueños, proyecciones y acción. Creó junto a su padre el grupo "Sin Barreras", el primer emprendimiento en América Latina para desbloquear las trabas urbanísticas y discriminatorias. Su padre, ingeniero civil, comenzó a construir para personas con discapacidad y juntos hicieron campañas de concientización. "Muchas de las instalaciones que vemos hoy en la vía pública se hicieron en gran medida gracias a la intervención del grupo. En esta nueva etapa, realmente sentí que mi conciencia se expandía", asegura.
Cuando estuvo a punto de cumplir los 30 años, Gabriel logró independizarse y dejó la casa de sus padres para irse a vivir solo, aunque con la ayuda de un acompañante. En sintonía con su creciente felicidad, en un evento conoció a una mujer especial, con quien compartió varios años de su vida.
Gabriel comenzó a sentir que sus sueños no tenían límite alguno y, tras la búsqueda de nuevos desafíos, alternó sus horas de estudio y trabajo, con la práctica de deportes de riesgo y charlas en público junto al grupo "Sin Barreras", siempre teniendo como objetivo un transitar en igualdad de condiciones para todos, libre de obstáculos.
Una vez finalizada su carrera de Administración de Empresas, una nueva necesidad del alma se hizo presente con fuerza: quería transmitir los aprendizajes que su experiencia y sus estudios espirituales le habían regalado. "En eso días, decidí traer a la Argentina al Humanity´s Team -Equipo de la Humanidad-, porque para mí lo importante seguía siendo el despertar al mundo a la unidad y tomar consciencia de que estamos todos interrelacionados", asegura. Tiempo después, este grupo honró a Gabriel con el premio al "Liderazgo Espiritual", lo que lo llevaría a formar equipos de trabajo con los que coordina eventos y comparte experiencias de crecimiento y a ser miembro de distintas organizaciones mundiales dedicadas al trabajo por la paz y la unidad. El reconocimiento también lo inspiró a escribir su libro Liderazgo Espiritual.
Las grandes enseñanzas
"A través de todo lo vivido, entendí que mis padres fueron un pilar importantísimo", asevera hoy. "Actualmente me dedico en gran parte a colaborar con ellos en todos los sentidos, en especial porque mi papá está pasando por momentos complejos".
A sus 46 años, Gabriel siente que su experiencia y camino de vida le han dejado grandes enseñanzas. Entre ellas, la importancia de rodearnos de buenas compañías, que los jóvenes estudien y tengan actividades, y que busquen estar en contacto con los amigos y la naturaleza para inspirarlos a que desarrollen un compromiso por la vida y el deseo de lograr entre todos un mundo mejor para darle un sentido a la existencia.
Como a muchos otros seres que transitan esta tierra, a Gabriel le tocó enfrentarse desde muy joven a un horizonte de vida desalentador. Padeció dolor en el alma, desesperó, se enojó y finalmente salió a la luz, encontrando su sentido a través de la espiritualidad, convirtiéndose en motivador, uno siempre pacifista e involucrado con la vida, con las personas y el planeta de manera plena.
Para él, cada día es un nuevo desafío, cada barrera en la travesía es tan solo un obstáculo para trascender. "Busco vivir intensamente y en plenitud. Sé que como todo ser humano puedo tener momentos de angustia, de tristeza o desánimo, pero jamás voy a dejar de buscar respuestas a lo incierto, volando por encima de las nubes para encontrar el sol que siempre brilla", concluye con una sonrisa.
Si tenés una historia propia, de un familiar o conocido que quieras compartir, escribinos a GrandesEsperanzas@lanacion.com.ar
Temas
Más notas de Grandes Esperanzas
Más leídas de Lifestyle
60 años de tradición. Aprendió a asar a los 14 y hace 5 décadas que tienta el paladar de los vecinos con su pollo a las brasas
El ataque al Sheffield. Por qué el buque no pudo activar su sistema de defensa y recibió el impacto del primer misil Exocet disparado en combate
Proveniente del Caribe. Las enfermedades que ayuda a curar el consumo de la fruta del dragón
Procesamiento cognitivo. Qué le pasa a mi cerebro si como pistachos todos los días, según un estudio