De noche van a tu cuarto (y tu teléfono lo sabe)
¿Cuánto es cero dividido cero? Si uno hace esta pregunta a Siri, la asistenta electrónica que viene instalada en algunos teléfonos, la respuesta insólita será una prueba del humor absurdo de la tecnología: “Imagínate que tienes cero galletas y las repartes entre cero amigos. ¿Cuántas galletas le tocan a cada amigo? ¿Lo ves? No tiene sentido. Así que el monstruo Comegalletas está triste porque no hay galletas y tú estás triste porque no tienes amigos”. Ahí donde Siri tenga algo de gracia humana (o Cortana, la asistenta virtual de Windows, o Alexa, la de Amazon) también se podrá decir que la inteligencia artificial es monstruosa. Y esta es la idea de Whisper, el (ante) último fenómeno viral de Internet: en apenas dos minutos, una obrita maestra que combina los terrores nocturnos con la presencia ominosa de la tecnología.
“Disculpa, no pude oírte. ¿Me podrías repetir?”. A mitad de la madrugada se enciende Amazon Echo, un aparato con forma de parlante desde el cual Alexa habla con voz robótica y femenina. Está apoyado sobre la mesita de luz y con su pálido led azul ilumina la habitación y despierta a una veinteañera que dormía. “Disculpa, no pude oírte”, repite Alexa y de ahí en más todo será horror: un sueño interrumpido, una puerta entreabierta, una máquina que escucha lo que no llega a percibir el oído humano, un armario oscuro y un final clásico. Si en las películas de terror el espectador impaciente querría gritarle a la protagonista (“¡si hay un monstruo en tu casa, salí a la calle, no subas las escaleras!”), aquí comparte el desconcierto con esta víctima de la tecnología y se hace una nota mental: conviene desenchufar los aparatos antes de irse a la cama.
En plena noche, la máquina pregunta una y otra vez por eso que se susurra mientras su dueña duerme: el cortometraje Whisper (justamente, susurro) se estrenó en YouTube y, como la serie distópica Black Mirror, nos muestra lo que hay de terrorífico en la tecnología. Pero asusta más porque el escenario es el ambiente doméstico: un dormitorio con Wi-Fi. El director estadounidense Julian Terry ubica el aparato que nos vigila (¡aun mientras soñamos!) en el medio de una noche cualquiera y así actualiza los terrores que son viejos como el mundo. Según el célebre ambientalista Paul Shepard, “nuestro miedo a los monstruos en la noche probablemente tenga sus orígenes muy atrás en la evolución de nuestros ancestros primates, cuyas tribus fueron mermadas por horrores cuyas sombras continúan provocando nuestros aullidos de mono en la oscuridad de los cines”.
Una elipsis de miles de años: así como el hueso prehistórico se convierte en nave espacial en la película 2001, los primates seguimos teniendo miedo cada vez que se pone el sol. Por las dudas, no pienso preguntarle a Siri si hay alguien debajo de mi cama. Temo lo que ella vaya a decirme aunque yo sepa que la mejor respuesta para esa pregunta es la que dio Charles Darwin, gran estudioso del corazón del mono y el cerebro del hombre: “Dejamos de buscar monstruos debajo de la cama cuando nos dimos cuenta de que estaban adentro de nosotros mismos”.