
E-commerce: El boom de los negocios virtuales
Ya se puede comprar casi cualquier cosa por Internet. Sin moverse de casa, es posible pasear por una librería o por un supermercado. Los sitios se compran y se venden a precios millonarios. Pero muchos pierden plata, hay más dudas que certezas y los problemas abundan.
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Los escritores de ciencia ficción se divirtieron con ganas imaginando cómo sería el siglo XXI. Entre otras cosas predijeron ataques extraterrestres, computadoras que toman decisiones sin consultarle a nadie, robots multiuso, viajes a la Luna, Marte y el más allá.
Algunas de sus más locas fantasías se cumplieron, aunque ellos mismos seguramente pensaron que eso jamás ocurriría. Es probable que más de un editor de hace apenas cinco décadas hubiese ofrecido un abultado contrato editorial al que le hubiese contado que María, aunque llega tarde y cansada del trabajo, no resigna su gusto por recorrer librerías. Claro, lo hace sin salir de su casa.
Después de sacarse los zapatos y sentarse cómodamente frente a su computadora, se conecta a Internet y decide sumar a su lista personal de libros deseados uno o dos títulos que recibieron excelentes críticas de otros usuarios. Como es principio de mes, decide darse un gusto y selecciona uno de los libros de su lista personal y lo pasa al carrito de compras con otro simple click. Luego, hace el check out: ingresa su clave, el sitio la reconoce y le pregunta si quiere que le envíen el libro a donde regularmente lo recibe y por la empresa postal de costumbre.
María está contenta por la compra y, como está ansiosa por abrir el libro, cambia el medio de envío por uno un poco más caro pero más rápido. Un minuto más tarde, recibe un e-mail agradeciéndole la compra y confirmándole que su pedido ya fue procesado.
Contenta, María aprovecha para revisar su agenda en el servicio de e-mail y se da cuenta de que olvidó comprar la torta que debía llevar al día siguiente al cumpleaños de su sobrina. Va a la página de una conocida pastelería y da varias pasadas por las fotos de todas las exquisiteces que ofrece el negocio sin poder decidirse por ninguna. Finalmente, se inclina por una de mousse de chocolate y dulce de leche. Y repite el proceso anterior, sólo que ahora indica que le envíen la torta a las cinco de la tarde al salón donde va a ser la fiesta. Una vez confirmado el pedido, apaga la conexión y se va a la cama a leer un poco antes de quedarse dormida.
Este no es un delirio literario, sino una realidad a la que se puede animar en cualquier momento, porque Internet funciona las 24 horas del día, non-stop.
Desde que las páginas de Internet empezaron a poblarse de avisos publicitarios, parece haberse desatado una revolución económica inesperada. Los anuncios de las multimillonarias cotizaciones de los e-commerce y sus jóvenes dueños son objeto de culto, reverencia e imitación. Las notas sobre los intrépidos entrepreneurs (empresarios) y los inversores que están apostando a la World Wide Web inundan tanto los medios gráficos como televisivos y radiales. El crecimiento de la WWW es exponencial. "El teléfono hubiese necesitado 74 años para conquistar 50 millones de usuarios, 38 años la radio y 13 la televisión. A la Web sólo le tomó cuatro", explica el economista y politicólogo François Denieul a los periodistas Gilbert Charles, Bruno D. Cot y Guillaume Grallet en una reciente edición de la revista francesa L´Express.
A tales dimensiones ha llegado el furor que hay quienes piensan que, dentro de la vorágine de esa posmoderna fiebre del oro que representa el e-commerce, se perdió la mística que imperaba y entusiasmaba a los adolescentes que vieron nacer la red de redes, un espíritu de compartir el conocimiento en una sociedad sin fronteras.
Christian Ferrer, profesor de la cátedra Informática y Sociedad, de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, analiza el fenómeno desde otro punto de vista: "Cuando lentamente empezó a crecer la red electrónica, surgió todo tipo de teorías acerca de un Estado libre de controles, un mundo ideal para transmitir el saber, para crear conocimiento y generar políticas. Por entonces, yo leí un artículo muy interesante que terminaba diciendo: Solamente esperen a que empiece a filtrarse el dinero. Era una persona realista, alguien que ve claramente cómo son las cosas. Ese realismo estaba basado en el hecho de que la red ya estaba moviendo una cantidad impresionante de dinero, desde su instalación, la renovación del parque doméstico de computadoras, del software, etcétera. Así, la red misma nace como un negocio y es esto lo que pasaron por alto todas las ideologías libertarias que se generaron a su alrededor. Siempre hay alguien ganando dinero con lo que los usuarios hacen: el servidor, la telefónica, Bill Gates".
Y comercios son los que están inundando y copando la World Wide Web. Allí se puede encontrar absolutamente de todo, lo más sublime y lo más perverso: desde óvulos de modelos top (recientemente puestos en venta en eBay, el más exitoso sitio de subastas) hasta bicicletas.
Diego Fernández, director de la consultora local Netgroup Consulting, explica: "La traducción literal de la expresión e-commerce es comercio electrónico, y eso engloba desde la persona que vende zapatillas por Internet hasta el que tiene un fondo de inversión, o que vende granos al exterior. Hay que sacarse de la cabeza la idea de que hacer e-commerce es vender productos: hay negocios excelentes que no lo hacen. Por ejemplo, un site que compara ofertas de otros, o los de subastas, que sólo son un nexo entre el vendedor y el comprador".
Si bien hace poco más de cinco años soñar con un negocio on line parecía una quijotesca batalla contra el sentido común, ahora muchos de los egresados de las mejores escuelas de negocios del mundo prefieren dejar de lado lucrativas ofertas de trabajo para vivir la aventura de instalar su companía on line en tres meses, con un toque de suerte cotizar en la Bolsa en dos años... y volverse millonarios.
Con 200 millones de personas conectadas en el mundo y un estimado de 500 millones de usuarios para el año 2003, sobran las razones para que las ideas creativas para la web sean las más codiciadas del momento. En estos días todos quieren entrar en la web: en ella, una sucursal equivale a sucursales en todo el mundo y sólo basta hacerse conocer para estar al alcance de la mano del comprador. Los tres iconos del comercio electrónico de la actualidad son Amazon.com, eBay.com y Priceline.com. Cada uno abraza un modelo comercial diferente.
Amazon es una clásica empresa de start-up (las que empiezan de cero) que mantiene la forma tradi- cional de intercambio dinero-producto, sólo que sin los ladrillos y las vidrieras de un negocio a la calle. Su ideólogo, Jeff Bezos (35), hijo de un refugiado cubano que se fue a Miami a los 15 con un par de pantalones y una camiseta por todo equipaje, decidió que tenía que arriegarse a conquistar el Oeste cuando vio en un informe que Internet estaba creciendo a una velocidad del 2300% al año.
"Fue una llamada de atención", le confesó al periodista Joshua Cooper Ramo, según cuenta en su artículo para la revista Time, que lo eligió el personaje del año. Ante la innegable realidad, se arriesgó con una librería abierta las 24 horas que ofrecía una experiencia diferente: si no tenían el libro, lo buscaban; si estaba fuera de circulación, ofrecían conseguirlo usado; agregaron comentarios, sugerencias y un detalle importante: el precio más bajo del mercado.
Al principio, los inversores pensaron que Bezos estaba loco. En mayo de 1996, a un año y medio de su aparición, Amazon.com y su creador ya habían alcanzado la tapa del Wall Street Journal. Hoy, Bezos es el rey indiscutido del cibercomercio. Que Bezos sea el hombre del año no quiere decir que su negocio sea infalible. Por ahora, Amazon invierte más de lo que gana y sus cuentas comerciales están en rojo. Pero el negocio sigue siendo óptimo: la cotización de las acciones de la compañía ha trepado en la Bolsa. Podría decirse que Amazon ha generado fortunas virtuales, para estar a tono con el tipo de realidad en la que se ha articulado. Porque en la era del e-commerce las pérdidas son parte del juego. Lo único que importa es que los usuarios sigan haciendo clic en la página.
El modelo de eBay es el más rentable hasta el momento. Fundado por Pierre Omidyar, dio ganancias desde el mismo día en que la página apareció en la Web. Su propuesta: permitir que cualquiera pueda rematar cualquier cosa, hasta ese viejo autito de metal que quedó perdido en el fondo de un arcón. Parece un juego de chicos, pero el año último los sites que copiaron la idea modelo (en la Argentina, Deremate.com, por ejemplo) generaron 4500 millones de dólares en ventas, con un estimativo de 15.500 millones para el año 2001. Los dueños de los sitios se quedan con un pequeño porcentaje, pero como el total es tan enorme la mencionada pequeñez se transforma en cifras millonarias.
Si bien en los últimos tiempos el modelo se repitió en casi todos los países del mundo, eBay lidera el mercado con 7,7 millones de usuarios registrados que rematan y ofertas constantes por millones de objetos, servicios y productos.
El tercer modelo de esta tríada del comercio electrónico es Priceline, que nació por iniciativa de Jay Walker, y, como Amazon, todavía no da ganancias.
La característica de la receta Priceline es que el cliente dice cuánto quiere pagar, por ejemplo, por su pasaje de avión y el site se encarga de encontrarlo por él. Claro que el comprador debe ser flexible en la fecha y el tiempo, y no puede especificar en qué aerolínea desea viajar (además de hacer ofertas que no sean descabelladas, por supuesto). Priceline ya está vendiendo 40.000 pasajes a la semana y ha extendido su actividad a habitaciones de hotel, autos y, próximamente, productos de supermercado. Otra variante de estos modelos es el que en Estados Unidos denominan brick & click. El modo de operar el mismo, sólo que se trata de negocios que ya tenían un nombre y tiendas en la calle antes de dar el salto a la red. De estos últimos se pueden dar muchos ejemplos: en la Argentina, sin ir más lejos, Musimundo, Disco, Garbarino, las librerías Yenny y Cúspide, etcétera. Todos ellos coordinan las ventas de adentro con las de afuera de la red.
Sobre estos cuatro pilares básicos, las variaciones posibles son insospechadas.
Universo nuevo, jerga nueva e inentendible para los no iniciados. Como comprobará cualquiera que se tope con emprendedores argentinos, hay ciertas siglas de uso corriente en el ambiente: FMA (la ventaja del que hace la primera movida -first mover advantage-); hacerlo FBC (más rápido, más grande, más barato -faster, bigger, cheaper-), y lograr GBF (crecer rápido -get big fast-). El objetivo, por supuesto, es el IPO (ofrecimiento público inicial -initial public offering-), en el que una compañía pasa de ser privada a pública, vendiendo acciones en la Bolsa. De esta forma ellos se HMR (hacen muy ricos). Pero no todos llegan al Olimpo, sino que, por el contrario, muy pocos lo logran.
Diego Fernández (de Netgroup) explica que "cuando un cliente viene a nosotros, lo primero que hacemos es entender cuál es su negocio; lo segundo es ver qué es lo que su compañía, a nuestro criterio, debería hacer en Internet; lo tercero es tratar de unir lo que su compañía debería hacer en Internet con lo que ya hace en el mundo real (porque no se deja un negocio real por uno potencial, a menos que uno esté loco)".
Es esencial, según Diego (argentino, de 28 años, a punto de contraer matrimonio), saber qué se quiere hacer, si ya hay alguien en Internet que está haciéndolo, y si lo hay, preguntarse en qué uno es mejor que el que ya está en carrera. Y si se es el primero, cómo se va a seguir siendo el mejor el día que aparezca otro. "Hoy -aconseja Diego- lo que yo recomendaría es buscar un modelo exitoso, más que buscar uno nuevo."
Esto es muy importante, pero es sólo el comienzo. "También hay que tener en cuenta que no es lo mismo vender B to B (negocio a negocio, es decir, business to business) que vender B to C (negocio a consumidor, o sea, business to consumer), básicamente porque los medios de pago son distintos. Mientras el segundo habitualmente paga con tarjeta de crédito, el primero difícilmente lo haga, porque los montos son más altos que los que admite la tarjeta. Aunque hay muchas iniciativas -la mayoría dentro del país y algunas transnacionales- ése es el primer inconveniente con el que uno se topa cuando quiere instalar un negocio electrónico", afirma Fernández.
En América latina, las dificultades de ese tipo se multiplican. Las llamadas telefónicas son muy caras, los envíos no son tan rápidos y, nuevamente, son caros. A pesar de los problemas, hay mucho dinero internacional fluyendo hacia la avanzada que se arriesgó a apostar aquí por este nuevo mercado.
Y aunque la recesión azote esta parte del continente, los inversores no se desalientan y tienen fe en un mercado donde todo está por desarrollarse y el mayor crecimiento por venir. La mayoría teme que si no entra ahora, luego no podrá hacerlo, así que está comprando o invirtiendo en cuanta empresa con potencial encuentre en su camino.
La brasileña Cade? y la argentina El Sitio son dos de las que fueron tocadas por la varita mágica de los inversores.
No es raro encontrarse en los medios especializados con comentaristas que dicen que la cantidad de usuarios de Internet en América latina no llega a la masa crítica necesaria. ¿Por qué entonces invierte el capital extranjero? Por la necesidad de productos locales, por supuesto. Y por el reto que plantea todo mercado inexplotado.
Según un informe de Lehman Brothers y la Boston Consulting Group, Brasil es hasta ahora el país latinoamericano que lleva la delantera, con 403,7 millones de dólares en ventas vía Internet. De lejos, lo siguen México, con 27,5, y la Argentina, con 9,2.
El informe dice que Brasil ha despegado porque tiene más población conectada con la Web que el resto, el costo de acceso es relativamente bajo, hay un gran desarrollo de fuertes sitios locales y una amplia presencia de grandes minoristas y proveedores de contenido, además de la iniciativa de los bancos, que buscan desarrollar una plataforma segura de comercio electrónico.
En la Argentina se da un caso extraño: las compras on line aún son muy escasas a pesar de que el ingreso per cápita es el doble del de Brasil, que es más bajo incluso que el de Chile, México y Venezuela. Sin embargo, Brasil es el país que más computadoras personales tiene en uso, con cuatro veces más abonados a Internet que el resto.
Ese dato no pasa sin registro en los centros de poder del mundo. A principios de este año, cuando el canciller Rodríguez Giavarnni y el ministro de Economía Machinea mantenían en Washington contactos previos a la reunión de Davos, recibieron de labios del secretario del Tesoro norteamericano, Lawrence Summers, el siguiente comentario: "Cuidado, que Brasil les está sacando mucha ventaja con Internet..." Es la advertencia que da quien sabe que hay ciertos trenes de la historia que ningún país puede perderse.
Diego Fernández asegura: "Hoy, el principal problema que hay para hacer e-commerce en la Argentina son los medios de pago. En los Estados Unidos es muy fácil hacer un pago con tarjeta de crédito, el medio tradicional para Internet. Estos, en la Argentina, están instalándose y no todas las tarjetas nacionales aceptan los pagos por Internet, o los aceptan a un alto precio para el comerciante. Además, la Argentina como mercado no tiene peso específico, así que cualquier emprendimiento que se plantee tiene que ser por lo menos regional (cuanto menos, latinoamericano). Y si bien un site se monta con poca plata, si realmente querés competir en el negocio tenés que empezar a hablar, en el caso de las subastas, por ejemplo, de siete cifras para arriba. Toda esa plata entra a jugar en la publicidad. Hoy, el gran secreto de un site es promocionarse; sin promoción, es muy difícil que prospere".
Pero aún hay más obstáculos en esta cibernética quimera electrónica. Sondeos tanto europeos como argentinos revelan que mucha gente no compra en la red porque no confía en su seguridad.
Iván Arce es uno de los directores de Core SDI, una empresa que se dedica exclusivamente a la seguridad informática. El emprendimiento tiene tres años y agrupa a unas 25 personas que atienden empresas locales e internacionales como Price Waterhouse. "Trabajamos bastante con empresas de e-commerce y, aunque parece obvio que necesitan seguridad, en la Argentina no lo es tanto por el momento -advierte Iván-. El e-commerce está de moda, todos quieren arriesgarse, pero pocos miden las consecuencias en cuanto a seguridad informática -aclara-. Lo que se está moviendo, en definitiva, es información importante, dinero y, por otra parte, imagen. Si el comercio electrónico hace transacciones con tarjetas de crédito y tiene un problema de seguridad, la información confidencial puede dejar de serlo y esto afectaría a los clientes, y como consecuencia se verá afectada su imagen. Si te enterás de que tu banco tiene un problema informático y tu dinero no está seguro, lo que hacés es cambiar de banco. Si todos hacen lo mismo es probable que el banco quiebre. Lo mismo ocurre en el caso de los comercios electrónicos. Algunos se lo toman en serio y otros no tanto."
Lo que puede pasar es: que los negocios reciban órdenes de compra de tarjetas robadas, que alguien provoque una falla en el sistema, quitando horas de trabajo productivo al sitio, o que los datos personales que el usuario incluye para poder comprar por la red caigan en manos de quienes puedan usarlos para otros fines. Estos, entre otros problemas posibles. Los esquemas de seguridad no son los mismos para todas las empresas y varían de forma significativa según su magnitud y lo que hagan. No hay soluciones prêt-à-porter.
"Lo que nosotros hacemos es primero un relevamiento de qué es lo que quiere hacer la empresa, cómo van a hacerlo, qué venden, qué compran, a quién se lo venden, a quién se lo compran. Así, identificamos de quién hay que protegerlos y qué hay que proteger. Con respecto a este punto, hay quienes centran los problemas de seguridad en los hackers. Ciertamente, son un peligro, pero no el mayor", aclara Iván.
"Más de un 60% de los ataques a la seguridad, en el caso del e-commerce, proviene de los empleados que trabajan en los sites, según la última encuesta del Computer Security Institute, que indica que este porcentaje está bajando -agrega Arce-. Pero hay peligros incluso peores, que van aumentando de forma directamente proporcional al valor e importancia del objeto del deseo. Por eso, hay que evaluar cuánto se va a invertir en seguridad en función de las características propias de la empresa. Por ejemplo, si lo que yo estoy protegiendo vale cinco pesos y romper el mecanismo de seguridad que yo ponga para protegerlo implica gastar 15, ni siquiera se va a hacer el intento."
El e-commerce podrá ser definitivo o no, sobrevivirán más o menos empresas y podrán cambiar mucho o poco nuestros hábitos.
De todas formas y sea cual fuere el futuro que nos acecha a la vuelta de la esquina, es interesante reflexionar sobre esta opinión del sociólogo Christian Ferrer, que aunque reconoce que no es un experto en el tema se anima a decir: "Si bien los primeros usuarios de la red pensaron que estaban construyendo un nuevo espacio social, a diez años de su aparición el dinero ha tomado la red por completo y ya se pone en evidencia que es una duplicación de la sociedad que tenemos actualmente, con las mismas banalidades. El que busca un libro no hace algo muy diferente de lo que hacía antes, va a una biblioteca. ¿Que antes tardaba un poco más? Puede ser, pero la velocidad no necesariamente es un valor".
Cierto: los que apuestan por el e-commerce no se estremecen con la filosofía. Simplemente, invierten, seguros de que el futuro será como ellos lo imaginan.
Internet todavía no es un derecho humano
Por Laura Ferrarese
El comercio electrónico es una herramienta, ni más ni menos. Es una manera más de comprar y vender. Y entran en esta categoría todas las operaciones que se hacen usando la computadora, es decir, eliminado el contacto cara a cara o telefónico.
Pero esta herramienta llama la atención porque permite comprar al instante a través de Internet, que es esa red gigantesca -de hecho, a veces sólo se la llama la Red- que conecta a las computadoras de todo el mundo que cumplan con el requisito de tener un módem, que es un aparato equivalente al teléfono.
En la Argentina es posible comprar y vender por Internet desde hace varios años. Al principio los consumidores locales compraban en empresas que tienen sus oficinas en el exterior, sobre todo en los Estados Unidos. Aquí se escucharon primero nombres como el de Amazon, una empresa norteamericana que nació de la nada, y que factura millones vendiendo libros y música a todo el mundo.
Pero el año último empezaron a nacer en el país muchísimas compañías de Internet que ofrecen desde regalos o libros hasta autos y vacaciones. Todas son compañías que tienen un nombre que las diferencia y un apellido común: punto com. Por ejemplo Compre.com, Casa.com o Libros.com.
La forma de comprar por Internet es muy similar a la manera en que miramos vidrieras, preguntamos precios y decidimos en el mundo real.
Pero aquí la vidriera es la pantalla de la computadora y no hace falta caminar de negocio en negocio, basta con tipear el nombre de una empresa que vende en Internet y mágicamente estamos ahí. Después de dar vueltas y elegir lo que queremos comprar, la operación se completa escribiendo los datos de la tarjeta de crédito en la pantalla, en lugar de extenderle el plástico a un vendedor.
Y listo, la operación está completa. Ahora queda esperar que los productos elegidos lleguen a casa por correo.
Este tipo de negocios en Internet ya empezó a hacer publicidad en la calle, y se los puede ver en los avisos de televisión y en los diarios y revistas.
A pesar de ese despliegue, el comercio electrónico tiene algunos puntos débiles, sobre todo en el país. Poca gente tiene acceso a Internet y, de ellos, un porcentaje bajísimo se anima a dejar los datos de su tarjeta en la Red para hacer compras por temor al fraude.
Superar estas barreras en la Argentina va a llevar tiempo, aunque ya se empezó a hablar de cómo Internet "cambia todo".
Un analista dijo que la Red modifica para siempre tres cosas fundamentales en la vida de las personas: la forma en que aprendemos, en la manera de trabajar y en la forma de comprar.
En la Argentina, ya se puede hacer cursos y carreras universitarias a distancia por Internet, pero hay escuelas que no tienen luz y no pueden soñar con una computadora.
El teletrabajo, como se llama a la posibilidad de cumplir la jornada laboral desde la casa, conectados a la oficina por teléfono y por computadora, es una realidad para pocos, y hay un 13.8% de desocupación, que se ha convertido en una triste realidad para muchos.
Con respecto a la forma de comprar, hoy podemos encargar comida por Internet, los negocios están abiertos las 24 horas y conocen nuestros gustos y es posible traer a nuestra mesa exóticos productos de Oriente o manjares europeos.
Para hacerlo hay que estar conectado a la Red y tener una tarjeta de crédito, y esa es una doble condición que no tantos cumplen en la Argentina, El comercio electrónico es importante para facilitarnos la vida, es un gran negocio para mucha gente y puede hacer que lo que compramos, poco a poco, baje de precio. Pero todavía no nos cambió la vida, y falta bastante para que, en la Argentina, Internet sea "un derecho humano", como se anuncia desde alguna tribuna política o mediática.
La revolución del e-commerce
Por Mario Diament
En 1985, Martín Gonzalo Bueno, entonces un jovencito de 17 años que venía de estudiar computación en Inglaterra, se juntó con dos amigos en Buenos Aires y lanzaron Los Pinos, la primera pizarra electrónica que operó en América latina. El servicio permitía a los usuarios interconectarse a través de una computadora y un módem, enviar mensajes, acceder a programas e intercambiar información.
Hoy, instalado en Miami, Bueno está pensando en otra escala. En pocos días se apresta a lanzar e-food.com, un servicio que permite ordenar comidas de restaurantes a través de Internet, para lo cual ha logrado una inversión de varios millones de dólares. Aunque el servicio comenzará en Miami, Bueno planea expandirlo rápidamente a otras ciudades del mundo.
"Después de estudiar las posibilidades existentes, advertimos que había un nicho y decidimos crear un portal que tuviera información, e-commerce y que al mismo tiempo permitiera a la gente encargar comida de su restaurante favorito directamente desde su computadora." La evolución de Bueno hacia el comercio ciberespacial ha sido una consecuencia natural de la explosión que esta actividad ha tenido en el último año. Durante las fiestas navideñas, el comercio por Internet en los Estados Unidos superó los 9000 millones de dólares, triplicando casi el volumen del año anterior.
Aunque esta cifra corresponde a apenas el 10 por ciento del comercio total, los pronósticos indican que en un año esta proporción podría crecer al 15 o al 20 por ciento, lo que explica la febril emigración de capitales hacia Internet.
Durante el primer trimestre del año último, el capital invertido en proyectos on line totalizó 2000 millones de dólares, aunque la mayoría de estas empresas, incluyendo compañías tan poderosas como Amazon.com, no haya podido cerrar un ejercicio con ganancias.
"El hecho de que gran parte de las compañías no estén produciendo ganancias no es un fenómeno preocupante, porque a lo que están apostando es al largo plazo", dice Bueno.
Al presente, el mayor desafío que enfrentan las empresas de comercio electrónico es el de transformar a los clientes que visitan sus sitios en compradores. Se estima que entre un 50 y un 60 por ciento de aquellos que comienzan una transacción electrónica se retiran antes de concluirla.
John Ginarlis, autor de Finanzas virtuales: una guía para sobrevivientes, advierte que mientras los costos del comercio virtual caen rápidamente, los del comercio tradicional se tornan cada vez más elevados, lo que indudablemente contribuirá a la expansión del e-commerce. Pero Ginarlis considera que los shoppings no se sienten amenazados por el comercio electrónico, "porque comprar ropa o muebles tiene en nuestra sociedad el carácter de una actividad social o un pasatiempo. Pero el comercio intangible, es decir, el que se relaciona con comprar pasajes, seguros o realizar inversiones, ése seguramente crecerá en proporción geométrica."
Esta expansión recibirá un impulso mayúsculo con la aparición de una nueva generación de productos que permiten un acceso más rápido y simplificado a la red. Microsoft acaba de lanzar su nueva versión de WebTV, un dispositivo que transforma un televisor común en un monitor de acceso a Internet y que se opera con un control remoto.
La bonanza de Internet está también cambiando la cultura empresarial de los nuevos ejecutivos, dos tercios de los cuales tienen menos de 30 años.
Zaid Hassán, un joven de 26 años, director de una consultora especializada en comercio electrónico, compara la atmósfera a los primeros tiempos de Hollywood. "Es la nueva industria glamorosa", sentencia.
La infancia y la adolescencia de la Red
Hace apenas 43 años, la Unión Soviética lanzaba el Sputnik, el primer satélite artificial terrestre. El tema del momento era la carrera espacial y la guerra fría entraba en su apogeo. En respuesta al logro soviético, los Estados Unidos decidieron formar la Advanced Research Project Agency (Agencia de proyectos de investigación avanzada, ARPA) como un intento de que América del Norte tomase el liderazgo en el terreno de la ciencia y tecnología militar.
Cinco años después, la fuerza aérea de ese país le encargaba a Paul Baran que estudiase la manera de mantener el control y comando de sus misiles y bombarderos después de un ataque nuclear. La propuesta concreta era diseñar una red de comunicación descentralizada, de manera que si algún lugar de América del Norte era atacado, los militares aún podrían tener control de las armas nucleares para un contraataque.
A Baran se le ocurrieron varias formas de lograr esto, pero su proposición final fue una red que funcionaba con el concepto de packet switching: dividir la información en unidades menores o paquetes que están titulados y numerados para indicar su origen y su destino. La información es enviada de una computadora a otra, dividida en estos paquetes, todos por rutas separadas, hasta que llega a la computadora de destino y se reconstruye. Y si alguno de los paquetes se llegara a perder por el camino el mensaje puede ser reenviado por otra ruta.
El primer cableado de la red se tendió en 1969, conectando cuatro nodos: la Universidad de California en Los Angeles, la Universidad de Stanford, la Universidad de California en Santa Bárbara y la Universidad de Utah. El desarrollo de esta red fue lento, pero constante. En 1972, Ray Tomlinson creó el primer programa de e-mail; en 1973, Vinton Cerf y Bob Kahn empezaron a desarrollar el proto-colo que más tarde permitió que las computadoras en distintas redes se interconectasen y comunicaran las unas con las otras. Y fueron ellos los que, un año más tarde, usaron por primera vez el término Internet.
La expansión de la red avanzó en muchos ámbitos a la vez. La cantidad de información que conducía era cada vez mayor cuando la Universidad de Wisconsin creó el Domain Name System (DNS), un sistema que permite traducir los números que identifican a todas las computadoras que están conectadas a Internet por palabras fáciles de recordar.
Para ese entonces, los cuatro nodos iniciales se habían multiplicado hasta llegar a 562.
En 1984, Arpanet se dividió en dos: Milnet se dedicó exclusivamente a usos militares y Arpanet a la investigación científica. En 1985, la National Science Foundation instaló la red NSF Net, con líneas 5 veces más rápidas que las que había hasta el momento. Los nodos llegaron a 28.174. En 1990, en Ginebra, Tim Berners-Lee desarrolló un sistema para proveer acceso eficiente a la información a miembros de una comunidad de físicos: los hipertextos, una forma de especificar conexiones entre páginas web que permite saltar de una página electrónica a otra.
Un año más tarde, se lanzó la World Wide Web, más conocida como WWW. Los nodos ya llegaban a 1.136.000.
Dos años después, Marc Andreessen y un equipo de la Universidad de Illinois desarrollaron el primer navegador para Internet llamado Mosaic. Los nodos ya se habían duplicado y llegaban a 2.056.000.
En 1994, Pizza Hut empezó a ofrecer sus servicios en una página Web, y también abrió el First Virtual, el primer ciberbanco. Los nodos se volvieron a duplicar: eran 3.864.000. Y en 1995 llegó el gran cambio cuando la National Science Foundation anunció que interrumpía el acceso directo a su red física y contrató a cuatro compañías que venderían conexiones a grupos, organizaciones o empresas.
Los nodos de nuevo se habían duplicado a 6.642.000, para volver a duplicarse en algunos meses. Pero eso ya es cosa de todos los días.
Así lo hace Amazon
La elección de la personalidad del año, un clásico de la revista Time, recayó en 1999 en Jeff Bezos, el alma mater de Amazon
1) Un clic, una orden Desde Buenos Aires o cualquier otro punto de la Argentina, usted se decide a comprar un libro o un CD a través de Amazon.com. Una computadora en Seattle toma el pedido y le asigna la orden a uno de los siete centros de distribución norteamericanos.
2) Se encienden las luces En Atlanta, Kansas, Nevada, Oakland o New Castle se prende una luz roja. La orden es transmitida al centro de almacenamiento más cercano que tiene el producto (en el más nuevo guardan más de un millón de productos). Interminables filas de luces rojas indican qué productos son los pedidos. Trabajadores se mueven de una lamparita a la otra, tomando el producto del estante.
3) Todos al canasto El libro o el CD son puestos en grandes canastos junto con los pedidos de otros clientes. Cuando se llenan, los canastos pasan por una serie de cintas transportadoras.
4) Cada uno con su código Todos los canastos llegan a un punto central donde los códigos de barra son comparados con los números que identifican cada pedido para determinar qué va a quién. El libro se pone dentro de una caja de cartón con un nuevo código de barras que identifica la orden.
5) Envuelto para regalo Si pidió que se lo envuelvan para regalo lo hacen a mano. Amazon prepara a un grupo de elite de empaquetadores de regalos para que luzcan verdaderamente bien. Cada trabajador empaqueta 30 regalos por hora.
6) Hora de despachar La caja es sellada con cinta adhesiva, pesada y rotulada antes de dejar el almacén en un camión. Una sola planta de Amazon, la de McDonough, fue diseñada para despachar hasta 200.000 pedidos por día. Los encargos son llevados a los centros postales que hayan elegido los compradores.
7) Tres días o tres meses La orden llega a su casa, finalmente. Pueden pasar sólo tres días o hasta tres meses desde el momento en que usted la emitió, según el lugar donde viva y, no menos importante, según su opción por un servicio postal más rápido (y caro) o más lento (y barato).






