
Eduardo Noriega: el renegao
“¿Llegar adónde? ¿Llegar es tener éxito, un penthouse, un auto, una buena posición económica, una familia estándar?”, se pregunta en esta entrevista el actor, español de nacimiento pero argentino de corazón. Y dice que, como llegar, no le interesa llegar a ninguna parte...
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Suele tener cerca un cuaderno, una agenda, una libreta donde escribe frases, imágenes que le surgen en el momento. El lápiz y el papel son para Eduardo Noriega un punto de encuentro, un lugar de reflexión. "Escribo cosas personales; no son para mostrar a nadie –se ataja el actor español, que recientemente protagonizó junto a Pablo Echarri El método, la película de Marcelo Piñeyro–. Soy un buen lector y respeto muchísimo el lugar del escritor, nunca me animaría a decir que «escribo», son sólo anotaciones."
Dice ser un buscador incansable, y quizá por ello repita una y otra vez, durante la entrevista, la palabra reflexiones. Quizá lo haga como un reflejo de la búsqueda que lo obsesiona en lo personal y en lo profesional. "La curiosidad, la que me hace querer ir un poco más allá, es una característica de mi carácter, una característica que hoy más que nunca quiero mimar y cuidar –agrega–. Sé que el día que se me acabe la curiosidad, la actuación va a terminar para mí… Además, ¿qué es la vida sin curiosidad? No me va eso de que se te termina la pila y ya está."
Este cántabro, menor de siete hermanos, escapa de los encasillamientos, las etiquetas, y asegura que su carrera nada tiene que ver con la de "un niño bonito", o con las que están estructuradas sobre la idea de llegar a una meta. "¿Cuál es la meta? ¿Hollywood? –pregunta–. No lo veo de esa manera. La meta es sinónimo de llegar. ¿Llegar adónde? ¿Llegar es tener éxito, un penthouse, un auto, una buena posición económica, una familia estándar? Me parece que el problema real es qué hacés cuando supuestamente llegás, cuando lograste lo que te dijeron que tenías que conseguir. No, no me interesa llegar a ningún lado."
–Sin embargo, creciste y te forjaste con el consejo de tu padre, que te decía que siempre pensaras en ser el número uno, que tuvieras una meta ganadora...
–Sí, pero lo que él me decía realmente era que intentara hacer las cosas lo mejor posible, que el verdadero éxito era trabajar y darlo todo. Luego podés quedar segundo, octavo, y hasta último, pero debe haber una satisfacción en el recorrido. Saber que lo intentaste todo. Es un consejo muy bueno, es un consejo de vida.
Un lugar en el mundo
Ser actor no es un fin en la vida de Noriega. "No lo ha sido nunca –aclara–. No fui el chico que soñaba con esto. Ahora lo disfruto, pues claro que sí, porque me apasiona lo que hago. Encontré mi lugar, no me imagino en otro, pero sé que no lo será para siempre."
En su Santander natal (nació el 1º de agosto de 1973), el pequeño Eduardo se veía corriendo detrás de una pelota en el Racing de sus corazones. Otras veces se imaginaba vestido con una sotana dando mensajes de amor y paz. Hasta que finalmente Eduardo se encontró con la actuación, y fue su lugar. Después de haber estudiado música y hasta de matricularse en derecho. "Mamá tenía un gran interés en que aprendiéramos música –confiesa este amante de Buenos Aires–. Durante cinco años estudié solfeo, armonía, piano. Tenía talento, pero fue un tormento. En el conservatorio no me ayudaron a amar la música, al contrario. Ahora quiero retomarla poco a poco. Lo ideal sería que me tocara el papel de un pianista. Uno de los sueños de mi madre era que interpretara a Chopin. Sería fantástico encarnar un personaje así, para tener la excusa de estar un año entero a frente al piano y reencontrarme. Cada vez que veo una película sobre un pianista o en la que el piano tiene un importante protagonismo me tiembla todo, de arriba abajo."
Fue también su madre la que lo empujó a elegir una "carrera seria", a pesar de que la actuación ya lo había encontrado. "Aterricé en el mundo del teatro por casualidad, aunque inconscientemente lo he buscado toda mi vida, porque todo lo que he hecho fue en esa dirección, hasta la decisión de estudiar derecho –cuenta Noriega, el Angel de Plata Quemada–. ¿Por qué pude haber elegido derecho?, simplemente por la imagen que tenía del abogado de las películas, de las series de televisión, que no es otra cosa que una actuación. En el momento en que tuve que empezar a estudiar derecho romano, me dije «esto no es lo mío». Aún no sabía bien qué era lo mío, pero quería investigar, experimentar, conocer el mundo del teatro por dentro. Quería probarme, aunque me parecía imposible verme a mí mismo como un actor de cine, de teatro; eso era cosa de elegidos."
A los 19 años, acompañado de su mamá, llegó a Madrid en busca de una habitación para instalarse. La encontraron en Plaza de España. No fue tan difícil dejar el ruido de la casa materna. "Eso sí, cada vez que volvía y mi madre me ponía un filete con batatas frente a mí se me caían las lágrimas –cuenta–, porque recién ahí entendí el esfuerzo de una batata, de freírla, de limpiar los cacharros. Era una emoción tremenda que mi madre me pusiera un plato de comida. Cada vez que veía lágrimas en mis ojos frente a esas delicias, remataba con un «come y déjate de pavadas»."
Ya instalado en Madrid, Noriega pronto ingresó en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Allí tuvo sus comienzos con uno de los directores más importantes del cine español actual, Alejandro Amenábar, con quien realizó varios cortos y que luego lo dirigió en Tesis y en Abre los ojos, que le valió la consagración definitiva.
"La fama, ser famoso, es algo que aún me pone nervioso. Las primeras veces la pasaba muy mal, me parecía rarísimo que se acercaran con una foto mía o a pedirme un autógrafo. No lo entendía, y aún hoy no lo entiendo."
–Pero hay una anécdota que te pone en el otro lugar, el del que pide ese autógrafo o esa foto. Fue en París, después de la entrega de los César, en la que coincidiste con Charlotte Rampling y le preguntaste si podías hacerte una foto con ella…
–(Se echa a reír.) Aún hoy no tengo la foto con Charlotte. Me dijo que no.
–¿Le volverías a preguntar?
–No, estoy esperando que me la pida ella, para decirle que ya es demasiado tarde.
–Muy melodramático...
–Por supuesto. Aquella situación fue muy extraña, porque nunca, pero nunca hago esas cosas, porque lo he vivido y soy bastante prudente al respeto. Con todo el desdén del mundo me dijo "estoy ocupada", mientras se empolvaba la nariz frente a un espejito. Quedé como un idiota. En ese instante giré y estaba Daniel Auteuil y le dije: "¿Te sacas unas fotos conmigo". Y las hice. Frente a Charlotte, y con uno de los mejores actores del mundo.
–Hoy, ¿con quién te sacarías una?
–No lo sé. En realidad, no estoy seguro de pedirla.
–¿Con algún argentino?
–Pero sí... con Leo (Sbaraglia), Federico Luppi y Pablo (Echarri) ya tengo.
–Sbaraglia dice que sos una especie de embajador de los actores argentinos allí en España.
–Lo dice porque me quiere demasiado. A Leo lo admiro muchísimo. No conozco a nadie tan trabajador como él. Es un tipo que se toma muy en serio la profesión. Hay que seguirlo bien de cerca. Pero yo de embajador no tengo nada, sólo soy otro actor que reconoce el talento que hay por aquí.
Agradecemos a Syrah Restaurante, Puerto Madero Este, por su colaboración en esta nota.
Para saber más
www.eduardonoriega.com
www.cinenacional.com
www.imdb.com
El Che
En las montañas de Santa Clarita, en Santa Mónica, California (EE.UU.) Eduardo Noriega se transformó en el Che. La acción recrea los años de Guevara en Sierra Maestra. De traje verde oliva, cejas marcadas y un puro en su boca, se lo podrá ver al actor español en la película norteamericana, de producción independiente, dirigida por Josh Evans, hijo del legendario productor y actor Robert Evans y de la actriz Ali MacGraw.
Dice la historia que Evans llevaba muchos años con el proyecto en su mesa de trabajo, intentando dar con su Che, hasta que un buen día su madre se acercó con una foto de Eduardo. "Lo supe meses después de haber comenzado el proyecto. Josh vino a Madrid a conocerme y así comenzamos a trabajar juntos –recuerda Noriega–. Hicimos un gran trabajo de investigación sobre Guevara; sabíamos que todo no lo podíamos contar, así que decidimos centrarnos en la historia de acción, la de la guerrilla en la montaña, época de comunión con Fidel Castro. Hablar de la relación con sus compañeros, de la visión que tenía de sus enemigos. Nuestra intención fue mostrar al hombre."
Noriega es otro de los jóvenes talentosos que encarnan al Che. Ya lo hizo el mexicano Gael García Bernal para Diarios de Motocicleta y el puertorriqueño Benicio del Toro pronto vestirá su piel para la película que prepara Steven Soderberg. Y quien tenga memoria recordará la versión –casi caricaturesca– de Gerardo Romano en Sin condena, de 1994, con dirección de Rodolfo Ledo.
"Es muy interesante cómo el cine decidió mostrar al Che. Walter Salles en Diarios… enfocó su primera juventud –examina el actor–, Soderberg mostrará a un Guevara más maduro. A mí me tocó el hombre entre los 29 y los 31 años. Son tres películas sobre tres momentos distintos en su vida."
Perfil
El morocho de Santander
- Nació el 1º de agosto de 1973, en Santander. Se crió en el seno de una familia numerosa. Es el menor de siete hermanos.
- Estudió música y se inscribió en la carrera de Derecho. "Tenía en la cabeza a los abogados de la tele y del cine."
- A los 19 años llegó a Madrid y comenzóa estudiar en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Allí, rápidamente comenzó a relacionarse con futuros jóvenes talentos del cine español. Su primer largometraje fue Historia del Kronen, de Montxo Armendáriz. Su consagración llegaría de la mano de Alejandro Amenábar, con Tesis y Abre los ojos.
- Su café favorito en Madrid es Pepe Botella, en la madrileña Plaza del Dos de Mayo.
- La filmografía de Eduardo incluye películas realizadas en varios países europeos y en la Argentina. Con Marcelo Piñeyro realizó Plata quemada y El método. Recientemente se lo vio en El lobo, de Miguel Courtois, y pronto se verá Alatriste, la versión cinematográfica de la novela El capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte, al lado de Viggo Mortensen.
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