El artista de la luz
Afincado en Bariloche, Juan Lascano se inspiró en los paisajes de la Patagonia para concebir su nueva muestra. Conocido por una obra en la que se destacan los retratos y los bodegones, describe su proceso creativo, sus fuentes de motivación y cómo sale a la caza de montañas y lagos para plasmarlas, pincel en mano..., desde su auto
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Su musa no entra por la puerta: lo hace por la ventana. Impregna el taller porteño de Juan Lascano con un aura de resplandor. Pinta un mediodía casi perfecto: viernes soleado y primaveral. A través del vidrio, a metros de la plaza Vicente López y entre las copas de los árboles, la luz circula radiante por el ambiente de trabajo del pintor. Bendice los pinceles, las valijas de madera con pomos de colores, los trapos sucios de óleos y las paletas siempre listas. El pintor es famoso por dialogar con ella de manera tan íntima.
–¿Qué lo inspira?
–La luz.
Responde sin dudar, siempre. Mientras sirve café, Lascano dice: “Toda mi obra consiste en cómo la luz pega en determinados aspectos de la realidad”.
Es curioso: cuando la luz natural se detiene en sus cuadros, parece iluminarlos de un modo singular. Como un espejismo que sobrevuela las telas con retratos, desnudos y bodegones que tapizan las paredes del taller. Ese juego óptico se despliega también frente a la pintura de un bosque del Sur, apoyada en un atril. Los ojos quieren quedarse suspendidos ahí, en versiones incontables de verde, entre las pequeñas flores rojas de un verano. Es una de las obras más recientes de Lascano y está ligada a su conquista más reciente: la Patagonia. Hace dos años que se instaló allá.
–Cuando uno dice “me voy a vivir a Bariloche”, todo el mundo piensa que te querés escapar del mundo. Yo no escapo de nada. Buenos Aires me gusta: cada vez que vengo acá la paso bárbaro. Ir a Bariloche fue una necesidad interna de cambiar de aire.
–¿Cuándo surge esa necesidad?
–En 2004 me fui a Boston, una ciudad excepcional. Estaba buscando aire nuevo. Quizás en el fondo también había una cuestión de buscar un cambio de vida. Lo que sucede a mi edad: los chicos ya están grandes y uno se siente liberado de un montón de cosas. Me pregunté dónde me gustaría vivir. Siempre me gustó la zona de Nueva Inglaterra, en los Estados Unidos. Fui con mi mujer, alquilamos un departamento por dos meses. Después viajamos por la costa de Nueva Inglaterra y llegamos casi a Canadá. El paisaje en pleno otoño es espectacular. Pero para vivir es un poco lejos y un poco caro. Me gusta estar más cerca de mis hijos.
Hace un par de años alquiló una casa en Bariloche, que había funcionado como casa de té, cerca del hotel Llao Llao. En dos meses supo que ahí su musa tenía nuevos encantos para ofrecerle. Que quería despertar y mirar cómo ella asoma por encima de los lagos o se desvanece, lánguida, detrás de las montañas. “Acá es donde me vengo”, dijo. Con su mujer, vendieron la vivienda familiar de Martínez y encontraron un hogar con ventanas por donde asoman el lago Moreno y el bosque que baja por la montaña.
“Venimos a Buenos Aires para ver a los chicos, y por razones diversas. Hace como un mes que estoy acá. Mañana me voy. Ya tengo el auto cargado”, comenta con absoluta tranquilidad, como si por un instante todo lo que pasó en las últimas semanas, lo bueno y lo malo, pesaran algo menos. En el último mes, le tocó el dolor de despedir a su hermano y a su suegra. Y el placer de inaugurar su muestra Patagonia, en Zurbarán.
–Lo que estoy mostrando ahora es lo que pinté en 2007. Mi producción cubre de todo. No tengo un tema. Lo que me gusta, lo pinto. Estoy conversando con vos, veo una luz sobre un cacharro, voy, pum, lo pinto. En la exposición hay bodegones, que son un poco mi marca. Pero toda la vida he pintado paisajes y lo sigo haciendo.
–¿Qué le sedujo del paisaje patagónico?
–Es fascinante para pintar. La zona de Llao Llao es muy linda, pero pictóricamente, por la gama de colores, es mejor el paisaje de la Patagonia más desértica. La Patagonia boscosa es básicamente verde. La esteparia tiene verdes, tierras, ocres, rojizos, grises, y da una sensación de espacio gigante. Lo que hay en la exposición es lo que se ve desde mi casa y lo que salgo a pintar con el auto.
–¿Cómo es pintar en el auto?
–Se necesita muy poco. Esa valijita de madera, más una tela, que suele ser chica, por el tema del viento. Casualmente, mis dos vertientes paisajísticas son ventosas: Cariló, donde tengo una casa y taller –aunque ahora voy poco porque es lejos–, y la Patagonia. No puedo pintar afuera porque me lleva el viento. Salgo a la ruta, me acomodo en el asiento del acompañante y pinto en el auto.
–¿Y busca el ángulo para encuadrar con el auto?
–¡Sí! Uno de los lugares más lindos para pintar es alrededor del aeropuerto de Bariloche, que fue el primer paisaje que me fascinó cuando llegué, hace muchos años. Hace poco me metí con el auto por un camino de los alrededores. Es zona llana, rodeada de montes. Estaba con mis materiales, pintando en el auto, y de repente se me para al lado una camioneta de la policía aeroportuaria. Un hombre me dice: “Lo estábamos mirando con largavistas desde el aeropuerto. Veíamos que avanzaba cien metros, giraba a la izquierda veinte, a la derecha treinta, retrocedía cuarenta”. Le expliqué que estaba buscando el ángulo de un paisaje”. Y me dijo: “Ah, no, pero por favor, siga pintando, lo felicito”.
–¿Descubrió algo que no había visto en el paisaje?
–Dificultades. La montaña es muy, muy difícil de pintar. Pese a que, por lo general, las montañas son siluetas oscuras contra el cielo, dentro de esa silueta hay una enorme riqueza pictórica; un mundo de matices, texturas, colores. Ahí se distingue todo, el mínimo detalle, cada piedrita. Exige cuidar mucho el valor: la intensidad lumínica de un objeto. Si se pierde esa relación de silueta contra el cielo, murió el cuadro.
–¿Cómo es la luz de la Patagonia?
–Diferente. Al ser una atmósfera muy límpida, la luz es filosa. Todo se marca con suma precisión. Exige un pincel fino. Y mucha habilidad.
–Se lo conoce como un pintor prolífico. ¿Alguna vez sintió un bloqueo creativo?
–Sí, miles de veces.
–¿El más grave?
–No sé, quizás ahora estoy en un bloqueo, pero por razones sentimentales. En los últimos tiempos pasaron muchas cosas, hubo idas y venidas de emociones que me afectaron. Y no he tenido tiempo. Recién ahora, en un rato, va a venir una modelo que conseguí para despuntar el vicio y pintar un poco.
–¿Cómo funciona su proceso creativo?
–No tengo garantía ni método. Mi único sistema es pintar lo que me interesa. No tengo horarios para pintar; soy muy irregular. No lo digo como una ventaja. Me levanto y empiezo a dar vueltas, siempre girando alrededor del estudio, ¿no? Preparo los colores, veo lo que hice ayer. Y en un momento dado agarro los pinceles. Pero el proceso manual de la pintura es solamente una parte. Lo que realmente crea el cuadro es lo anterior.
–¿Cómo es el paso previo?
–Es un proceso de preparación; no es intelectual, sino sensorial. Como le dije a Rafael Squirru en una entrevista: “Estoy esperándome a mí mismo, y en un momento dado, pum, empiezo a pintar”. Me importa el resultado. Si el cuadro no está como quiero, o no se aproxima, (porque lo que yo quiero siempre es muy difícil y todo es una aproximación), lo dejo de lado o lo borro. Si el cuadro va con mis estándares, lo dejo tal cual está, porque hay cosas que uno termina en un rato, los paisajes sobre todo, porque cambian rápido. O lo retomo en unos días. Soy muy exigente.
–¿Por qué pinta?
–Me lo he preguntado y me lo voy a preguntar hasta el día en que me muera. No tengo una explicación. Creo que para ciertos aspectos del arte no hay explicación racional. O nadie la ha encontrado hasta ahora. Un artista es alguien que ve algo, su realidad, tiene una percepción especial, y por razones ignotas siente la necesidad de expresar esa visión a través de sonidos, colores, palabras, lo que sea. ¿Por qué? No se sabe. Yo, aunque estuviera en una isla desierta, pintaría igual. No pinto para el público.
–Sus retratos en una época fueron un punto de contacto fuerte con el público, ¿no?
–Hace tiempo que no hago ninguno.
–¿A quién le gustaría retratar?
–Es difícil. A miles de personas.
–¿A la futura presidenta?
–No, no me imagino retratándola.
–¿Qué tiene que tener alguien para que usted sienta ganas de pintarlo?
–Interés plástico. De cien personas que pasan por la puerta, ochenta lo tienen.
–De sus retratos famosos, ¿quiénes fueron sus mejores modelos?
–A María Julia Alsogaray, cuando estaba en el pico de su poder, le empecé un retrato que nunca le terminé. Ha sido una de las mejores modelos que he tenido. Posaba como los dioses. Y parada, que no es fácil. Neustadt, en cambio, se movía todo el tiempo, o se dormía. Hace mucho que no hago personajes conocidos. La última fue Andrea Frigerio: tampoco lo terminé. Es difícil el retrato.
–¿Por qué?
–Porque la imagen que el retratado ve cuando está terminado, por lo general, no coincide con la imagen que tiene de sí mismo. Los varones se bancan mejor el verse en un personaje pintado, con el que a veces se reconocen y a veces no. En cambio, las mujeres quieren ser diferentes de lo que son. Dicen: “Ay, qué expresión triste”, “suprimime una arruguita”, lo típico. Yo les digo: “¿Te gusta? Llevátelo. ¿No te gusta? Me lo quedo yo”. No soy un pintor muy condescendiente.
–¿Cuándo dice “ya terminé este cuadro”?
–Por lo general, cuando me canso. El paisaje, un cacharro o un cuerpo de mujer, todo es tan rico visualmente que uno podría seguir incorporando material visual por meses. Así que yo termino cuando me canso. Delante de esta ventana de mi estudio, sigo viendo cosas para pintar.
Lascano y la Patagonia
Poco después de que Juan Lascano se mudó a Bariloche, Ignacio Gutiérrez Zaldívar se hizo cargo de El Casco, un hotel a orillas del lago Nahuel Huapi que había estado cerrado durante años. Hoy, el lobby del hotel, que reabrió como el primer art hotel de la Argentina, está ambientado con obras de Lascano. En sus habitaciones hay también cuadros suyos y obras maestras de prestigiosos artistas europeos y argentinos de la colección Zurbarán. El Casco Art Hotel es uno de los pocos hoteles del mundo decorados íntegramente con 300 obras de arte.
Por estos días, Lascano está presentando Patagonia en la Galería Zurbarán. Sus creaciones se pueden ver hasta el 30 de noviembre en Cerrito 1522, donde también se proyecta una película sobre su vida. De lunes a viernes, de 11 a 21, y sábados, de 10 a 13. Entrada libre y gratuita.
Personal
- Juan Lascano nació el 6 de febrero de 1947 en La Plata.
- Pintó su primer cuadro a los 10 años.
- Su abuelo le compró los primeros dibujos.
- Terminó el secundario y viajó a España con una beca. Pasó una temporada estudiando las obras de sus maestros preferidos en el Museo del Prado: Velázquez, Zurbarán, Murillo y El Greco.
- Hizo su primera muestra individual en 1967.
- Los bodegones, desnudos, retratos y paisajes están entre sus temas preferidos.
- Es un gran comunicador: sus “clases magistrales”, donde conversa con el público sobre su técnica, tienen un enorme poder de convocatoria.
- Ha retratado a Juan Manuel Fangio, Bernardo Neustadt, Victoria Ocampo, Mirtha Legrand, Jorge Born y Amalia Fortabat, entre otras personalidades.
- Tiene dos hijos.
- Desde hace dos años vive en Bariloche.
- Está preparando un libro para el año próximo y una muestra con la que recorrerá el sur del país.
- Es uno de los pintores argentinos más exitosos del realismo contemporáneo, y con inserción en el circuito internacional.
Para saber más:
http://www.zurbarangaleria.com.ar/
http://www.hotelelcasco.com/






