Al regresar de un largo viaje, Neville Presho descubrió que su antigua propiedad ya no existía: en su lugar, encontró restos de tuberías y rocas
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Es un hermoso día de verano. Un hombre mira desde un bote en el Atlántico la costa distante de la remota isla irlandesa Tory.
Busca su hogar, un refugio que tiene en la isla y que no ha visto en ocho años. Es una de las casas más antiguas del lugar, encaramada justo encima del puerto con vistas panorámicas al mar. La había pintado de blanco antes de partir de Irlanda con destino a Nueva Zelanda.
Pero ha desaparecido. Ahora hay un espacio vacío donde alguna vez estuvo su casa. No está ahí. Se frota los ojos. ¿Espera despertarse y descubrir que todo es un sueño? Más bien, es una pesadilla que para Neville Presho empezó en julio de 1994.
Cuando se bajó del barco aquel día de verano y acudió al lugar donde una vez estuvo su casa, se quedó hipnotizado, dice. “Todo lo que vi fue 15 centímetros de tubería de plástico que sobresalían del suelo, lo que había sido mi suministro de agua”.
“Había grandes rocas de unos 2,5 por 0,5 metros en lo que había sido el perímetro (de la casa)”.
“Mi bañera estaba boca abajo en la playa”.
Un muro de silencio
“Neville comenzó a hacer preguntas y, curiosamente, se encontró con un muro de silencio”, cuenta Conor McKay, quien, con Michael Shannon, produjo el docudrama de la BBC La casa que desapareció.
“La gente le decía que se la había llevado un torbellino. Alguien le dijo que era mejor que no indagara, y otro habló de un extraño resplandor en el cielo”.
“Llegó un momento en el que ni siquiera le creían lo que le estaba pasando. Un psiquiatra pensó que se lo había imaginado todo”.
Es una historia con muchos giros, dice McKay, y que impactó profundamente a Presho. “Fue como pulsar un interruptor en su cerebro. Nunca volvió a ser el mismo”.
Neville había sido un cineasta muy respetado. Sus documentales ganaron muchos premios internacionales, pero después de descubrir que su casa había desaparecido, no hizo más películas. “Lamentablemente, desarrolló una enfermedad mental muy grave. Pasó años tratando de obtener respuestas. Finalmente logró un poco de justicia, pero tomó mucho tiempo”.
¿Una tormenta o una excavadora?
Neville intentó en vano que un abogado se hiciera cargo del caso. Pidió ayuda a la policía, pero cuando un detective visitó la isla, él también se topó con un muro de silencio.
Un juez diría más tarde que la ausencia de declaraciones de los numerosos habitantes “sobre lo que debería haber sido obvio para todos es significativa”.
La razón por la que Neville había regresado a la isla en primer lugar fue porque le había llegado una carta del concejo local advirtiéndole que su casa se había dañado durante una tormenta. Pero un ingeniero, tal como lo dejó explicado en un informe, encontró que probablemente fue derribada por medios mecánicos.
Un constructor que trabajaba en la isla alegó más tarde que le habían ofrecido dinero para demoler la casa, pero que se había negado.
Hubo rumores de que la casa había sido destruida en un incendio provocado intencionalmente, pero Neville no pudo encontrar ninguna prueba de ello.
Un encuentro casual con el periodista y escritor Anton McCabe en el barco hacia Tory en 2003 impulsó la historia.
McCabe lo puso en contacto con un abogado dispuesto a tomar su caso. Inició un proceso judicial civil, alegando que el isleño y hotelero Patrick Doohan pensó que la casa de Neville estaba bloqueando su vista al mar y decidió deshacerse de ella.
“¿A dónde se fue mi casa?”
En 2009, después de un proceso legal dramático, un juez determinó que no había pruebas de que Doohan o cualquier persona que hubiera actuado en su nombre le hubiera prendido fuego a la casa de Neville.
No obstante, el juez decidió que el acusado era quien tenía más que ganar con la desaparición de la casa y que su excavadora, conducida por él o no, probablemente estaba involucrada en la destrucción de la misma.
El juez otorgó a Neville una indemnización de US$55.000 en daños por allanamiento e interferencia con su propiedad.
Anton McCabe recuerda vívidamente el primer día de ese juicio en el Tribunal Superior en Letterkenny en 2009. “Yo fui el único periodista presente durante la audiencia completa”, dice. Luego, el periódico Irish Daily Star publicó la historia bajo el título ¿Dónde está mi casa?. “A la mañana siguiente, había dos mesas de periodistas”.
El interés internacional en su historia le dio a Neville un verdadero impulso: se sintió apoyado. “Cobró vida con la publicidad del periódico”, dice el reportero.
Pero el daño ya estaba hecho. “No es una exageración decir que destruyó su vida y afectó seriamente la de su familia”, dice McCabe.
“Aunque hubiera recibido 10 veces la cantidad de dinero que obtuvo, eso no les hubiera compensado ni a él ni a los suyos. Sufrió episodios de enfermedad mental y su matrimonio se desmoronó”.
Al menos, dijo, fue reivindicado por el caso judicial. Pero tuvo un gran costo personal.
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