El “Robin Hood argentino”. La leyenda del bandido que apuró la creación de la Gendarmería Nacional y su misterioso final
Segundo David Peralta, Mate Cosido, fue un bandolero tucumano famoso por atracos a grandes firmas internacionales; en 1938 se conformó la GNA para capturarlo
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Ilegales, matreros, rebeldes, los ladrones argentinos más famosos del siglo XX, además de llevar a cuestas esos adjetivos, también lograron la “canonización” en el imaginario popular. Antonio Mamerto Gil –mejor conocido hoy como el Gauchito Gil–, Juan Bautista Bairoletto, Isidro Velázquez y más, Robin Hoods argentinos, según quién lo mire. Segundo David Peralta, o Mate Cosido, formó parte de esa lista para nada taxativa.
Los “bandoleros sociales” emergieron, sobre todo, de las comunidades campesinas, cuenta el historiador Gustavo Álvarez en el libro Mate Cosido, el bandido de los pobres. Estos, dentro de los parámetros de convivencia de la sociedad, eran vistos por la gente como justicieros, paladines o vengadores.

El apodo no suena tan ajeno en la cultura nacional: León Gieco sacó, en 2001, el álbum Bandidos rurales, y en su primer tema homónimo, se refiere, entre otros, a él: “El día 3 de marzo lo dan por bien nacido / Segundo David Peralta, alias Mate Cocido / también fuera de la ley, también fuera de la ley”.
Mate Cosido
Los datos son ciertos. La canción la escribió junto con el historiador Hugo Chumbita, quien en su texto “Alias Mate Cosido”, publicado en la revista Todo es Historia en 1991, analiza en profundidad la vida de Peralta.
Nació el 3 de marzo de 1897 en Monteros, provincia de Tucumán. Se dice que era un chico culto, que cursó la escuela primaria, que leía. Después empezó a trabajar de encuadernador en una imprenta, como su papá.
Pero era joven cuando arrancaron los problemas con la policía. La hipótesis principal es que fue por una mujer. La primera vez que lo detuvieron tenía 21 años. Era octubre de 1918. Lo acusaron de robo y lo sentenciaron a seis meses de prisión en suspenso. Con esto empezó una seguidilla de persecuciones. Hostigamiento, sostienen otros. De hecho, las fuerzas lo catalogaron como “LC”: Ladrón Conocido.

A partir de ahí, arrancó una vida nómade que lo llevó a moverse de provincia en provincia, a escapar. Fue a Córdoba, Santiago del Estero, Corrientes, Chaco. Tuvo varios nombres también: Manuel Bertolatti, Julio Oviedo, Julio del Prado, pero el seudónimo de Mate Cosido nunca lo abandonó. Se dijo, entre todo lo que se dijo, que lo empezaron a llamar así por una cicatriz en la cabeza.
Chumbita se basó en documentos del Servicio Histórico de Gendarmería Nacional (SHGN) para obtener datos precisos de Peralta. Entre otros, el informe cuenta que fue ese acoso de la policía, en cada provincia, lo que impulsó a que se fuera a Chaco en 1926, aunque también hay una versión que sostiene que se fugó por intervenir en una huelga. Ese año fue detenido y sentenciado a cinco años de prisión.

Salió en 1931 y volvió a su provincia. Pero la policía seguía tras él: cada vez que había algún robo, y dado sus antecedentes, ponían una orden de detención sobre su cabeza. La mamá, cansada de ese asedio, le pedía que rehiciera su vida. Él mismo se refirió a esta etapa en una carta que envió al periódico Ahora, el 29 de marzo de 1940: “Muchas veces intenté rehacer mi vida y volver al camino que un día me descarrilé. ¡Vano intento! Caerá en un craso error y pecará de utopista aquel que crea que es posible realizarlo donde la policía conozca sus antecedentes, lo primero que hacen es quererlo conquistar como delator, si no acepta vienen las persecuciones”.
Por esto, volvió a mudarse a Chaco. Se juntó con Antonio Rossi, el “Calabrés” y con Eusebio Zamacola. Juntos conformaban un grupo que, como Jesse James, fue famoso a nivel nacional por atracar los trenes de pasajeros. Tras la muerte de Rossi, en 1935, empezaron los asaltos a las grandes compañías extranjeras.

En su carta, el bandido agregaba: “No soy un delincuente nato [...]. Soy una fabricación por las injusticias sociales que siendo muy joven ya comprendí, y por las persecuciones gratuitas de un policía inmoral y sin escrúpulos”. En el documental Mate Cosido, el bandolero fantasma, de la cineasta Michelina Oviedo, el propio hijo sostiene: “Tengo la idea hoy, que conozco la carta que mi padre le mandó a la revista Ahora, que él fue empujado a esa vida que llevó con su apodo”.
Robos a grandes empresas
Chumbita cita un análisis político que hizo el historiador Eric Hobsbawm en 1972, “Social Bandits: Reply” (“Bandidos sociales: respuesta”). En este detalla el testimonio de uno de los policías que en esa época solía perseguir a Mate Cosido, el sargento José Ávalos. Este dijo, en una entrevista de 1968, que Peralta siempre “fue moderado en el uso de la violencia, ayudó generosamente y nunca robó a los ‘buenos argentinos’, sino solo a ‘los cobradores de Bunge y la Clayton’, es decir, compañías extranjeras”.
Fernando Zamacola, hijo de Eusebio, cuenta en el documental citado que pronto los bandidos empezaron a apuntar a las grandes cerealeras, como Dreyfus y Cía., Bunge & Born, La Forestal, firmas que cataloga como “odiadas” por los campesinos. Los bandoleros se transformaban, rápidamente, en “justicieros”, “vengadores de los pobres”.

Uno de los grandes robos que llevaron a cabo en banda fue a La Forestal, una empresa que pertenecía a una corporación inglesa establecida en Chaco en 1904, que se había apropiado de varias hectáreas para la extracción de tanino. Según Chumbita, hubo varias huelgas de jornaleros, la mayoría aborígenes de la provincia, lo que equivalía a mano de obra barata. Muchos fueron reprimidos. Por eso, cuando el grupo atacó a esta empresa, los pobladores y obreros no dudaron en refugiarlos. A cambio, los bandidos repartían entre ellos parte del botín a modo de propina. De ahí que hoy se lo catalogue como el “Robin Hood argentino”.
En 1935 interceptaron un auto en el que viajaba un pagador de Bunge & Born. Le robaron 6000 pesos, pero la policía no pudo atraparlos. Más tarde, en 1936, hicieron lo mismo con un pagador de Clayton & Cía., al que le robaron 12.000 pesos. Ese mismo año entraron a una oficina de Louis Dreyfus y se llevaron 45.000 de la caja fuerte.

A este “método” le sumaron el secuestro de personas. Fue entonces cuando la suerte del bandido empezó a flaquear. En 1937, Peralta conoció a Bairoletto en Buenos Aires. No sé sabe bien cómo fue que se cruzaron, y hay diferentes versiones de ese momento. Sí se sabe que enseguida se llevaron bien, y Bairoletto decidió, más adelante, ir a Chaco para unirse a Mate Cosido.
El 30 de marzo de 1938, asaltaron juntos al gerente de Quebrachales Fusionados, perteneciente a La Forestal. Lo interceptaron en la ruta y se quedaron con 13.000 pesos. Más adelante quisieron atacar a la compañía, pero la policía los esperaba en el edificio –se cree que alguien los había vendido– y el plan se frustró.

La Gendarmería Nacional
En este contexto empezó a circular en el Congreso un proyecto de ley para crear la Gendarmería Nacional. Con esto se pretendía, sobre todo, “acabar con el bandidaje chaqueño”, según Chumbita. Las fuerzas de Chaco habían presentado un documento en el que denunciaban “la impunidad de ‘varias bandas de gente de mal vivir, que actúan desde hace tiempo’ creando un clima de inseguridad para las personas y para ‘muchos millones de pesos invertidos en industrias activas, comerciales y dedicadas a la explotación forestal, ganadera y agrícola’”.
El 28 julio de ese año se creó formalmente la Gendarmería y con esta, la Inspección Norte en el Chaco, que se instaló en esa provincia en 1939. Peralta fue el puntapié necesario y casi fundacional de estas fuerzas de seguridad. De hecho, como continúa explicando el historiador, se armó una Sección Especial, a cargo de Guillermo Solveyra Casares, que tenía el objetivo principal de encontrar a Mate Cosido.

Ofrecieron una recompensa por el bandido, que estaba enterado y se refirió a esto en la misma carta citada: “Estoy enterado de la oferta de dos mil pesos que la Gendarmería promete por mi captura, pobre recurso de fracasados, eso es lo mismo que hacer confesión de incompetencia, lástima que mi detención haya sido cotizada tan a bajo precio, yo creía que a estas horas mi vida valía mucho más. Mis amigos chaqueños se ríen de la oferta y yo confiado duermo a veces en sus hogares [...]”.
Siguió activo un tiempo más. Daría su último golpe con el secuestro de un estanciero, Jacinto Barzón, por el cual exigió 50.000 pesos. Iba a ser una especie de intercambio: la familia debía arrojar el dinero desde un tren. Ahí empezaron los problemas.
Julio Centurión, que en ese entonces era compañero de hazañas de Peralta, se había quedado custodiando a Barzón, quien aprovechó para convencerlo de entregarse. Y Centurión lo hizo, se entregó manso, sin pelear. Fue el principio del fin para Mate Cosido...
La Gendarmería preparó dos emboscadas. La principal, en ese tren que llevaría el dinero.

Armaron un paquete falso. Lo arrojaron desde el tren y, cuando Peralta se acercó a buscarlo, empezaron a tirotear. Lo hirieron en la cadera y, cuenta Chumbita, tuvo suerte: habían preparado también una ametralladora en un vagón abierto, pero el mecanismo se trabó y no disparó.
A la vez, previendo que volvería al rancho donde tenían secuestrado a Barzón, intentaron atraparlo ahí, pero Mate Cosido lo advirtió y pudo escaparse antes de que lo vieran. Escenas de un western latinoamericano.
Una historia sin final
De la vida de Mate Cosido se conoce el principio y el desarrollo, pero no el final.
Después de esas emboscadas, nunca más hubo noticias de él, que se fugó y dejó a su concubina Ramona y a su hijo Mario en Roque Sáenz Peña. Pero en la carta a Ahora escribió: “Poco a poco he llegado a la situación en que me debato. Hoy vivo en plena selva y ella con sus asperezas no ha conseguido absorberme del todo; [...]. El comandante de Gendarmería en el Chaco, capitán Leopoldo Moreno, manifestó que prácticamente estoy abatido. La contestación la dejo trunca, para que el futuro establezca quién tiene razón; y aunque logre eliminarme, no será ninguna gloria para él”.

Por momentos circulaba la teoría de que se había escapado a Paraguay, pero jamás lo encontraron. Peralta ni siquiera se puso en contacto con su familia desde entonces. Lo dieron por muerto. Dijeron que lo mataron en una partida de truco. Después reaparecía, según los vecinos, en distintas zonas. Después hubo quienes aseguraron que se había escondido en el monte con los campesinos. Incluso, en una versión, se habría convertido en un “cacique” del peronismo en Santa Fe bajo otra identidad.
Ramona, que en realidad se llama Genoveva, habló por primera vez en el documental de Oviedo: “Yo pienso que no apareció más por protegernos a nosotros [ella y su hijo], pero no porque quiso abandonarnos. Pienso que quería mucho a su hijo y a mí, y no habrá querido que nos molesten”.

Mario Fernández Román, su hijo, era muy chiquito cuando no vio más a su papá. Tiene un recuerdo que también cuenta en ese video: “Tenía dos años. Estábamos en la galería de la casa que se llamó La Leonera, en Córdoba. Mi mamá, tendiendo las camas; yo, haciendo travesuras de niño; y mi padre, sentado en un sillón en la galería. De pronto sé que hice una travesura a mi madre, que estaba tendiendo la cama, y ella intentó pegarme. La primera reacción de mi padre fue protegerme. Ese es el recuerdo que tengo, el único, pero feliz de tenerlo conmigo”.

Genoveva se refiere a ese cariño, ese amor de padre y pareja que Peralta podía mostrar. Y de su propio amor hacia él: “Yo me enamoré de él. Y mucho me enamoré. Para mí era lindo, muy bueno. [...] Estuve con él hasta que me mandó a Córdoba. Hizo sembrar ajo, alfalfa. Yo creo que me quería mucho. Y a su hijo lo adoraba”.
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