
El sueño tardío de un aventurero
William Gordon fue durante toda su vida abogado de inmigrantes ilegales mexicanos. Hace dos años, se cansó de perder casos y se dedicó a escribir: ya lleva editadas dos novelas. Excéntrico, obsesionado por los enanos y, sobre todo, sostén afectivo de Isabel Allende en los últimos 20 años
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Dos minutos de diferencia le salvaron la vida. Una astróloga le reveló que, de haber nacido 120 segundos después, su existencia hubiera sido terrible. "Un mal tipo, un sinvergüenza, débil, sin poder. Por suerte no fue así. Además, me dijo que tengo el poder de un guerrero y que nunca lo voy a perder" -se ufana William Gordon-. Y agrega: "La astróloga me la presentó Isabel". Se refiere a Isabel Allende, su esposa desde hace dos décadas. Dos años atrás, Gordon era un ilustre desconocido, un abogado de Los Angeles que defendía ilegales mexicanos y que andaba por el mundo cargando el equipaje de la escritora. Hasta que lo picó el bichito de la escritura. Vestido enteramente de negro, con un sombrero texano que no se lo sacará en ningún momento, agrega: "La astróloga también me vaticinó que iba a escribir libros".
- El rey de los bajos fondos es su segundo libro. ¿Le tomó el gusto al nuevo oficio de escritor?
-Es fantástico. Trabajé más de 40 años como abogado, pero el sistema se puso muy conservador, la economía se cayó y, como yo representaba ilegales mexicanos, los funcionarios y los políticos les echaban la culpa de la mala economía. Yo iba a la corte, pero no podía ganar ningún caso porque los jurados estaban en contra; nadie me escuchaba; no tenía voz. Con la escritura la recuperé y pude darle voz al marginal, hablar de la justicia. Empecé una nueva vida.
-Su primera obra, no publicada, fue un fracaso. Isabel leyó la novela sobre la vida de un enano pervertido y fue terminante: "No la va a leer nadie".
-Es cierto. "Olvídate del enano pervertido sinvergüenza; pon el libro en el baúl y olvídate", me dijo. Y me sugirió que me dedicara a escribir novelas de abogados, un tema que domino.
-Cuando escuchó esa crítica devastadora de una escritora exitosa, que además es su mujer, ¿no le dieron ganas de bajar los brazos?
-No, porque soy un hombre muy determinado. Empecé con un cuento que después se convirtió en el primer capítulo de mi primer libro.
-¿Es cierto que los dos libros los escribió a mano?
-Sí, El rey de los bajos fondos lo escribí en la Argentina, Chile, Australia... Escribo en todos los lugares adonde va Isabel, mientras cargo los equipajes. Ahora estoy trabajando en un nuevo libro sobre enanos.
-¿Por qué esa obsesión por los enanos?
-Son marginales, y eso es importante para mis libros. Hace muchos años vi una película donde trabajaba un hombrecito perfectamente formado, pero que medía un metro. Me fascinó. Después, ese mismo tipo hizo una publicidad de cigarrillos. Todavía vive; tiene más de 80 años. Una vez, con Isabel, estábamos en una feria gay y había un enano semidesnudo con la correa puesta, como un perro. Tengo fascinación por los enanos.
-¿Por qué no puede trabajar más de 12 minutos seguidos?
-Eso lo dice Isabel; no trabajo como ella, que se sienta ocho horas frente a la computadora. Yo hago las cosas de acuerdo con mi temperamento. Soy muy activo, y siempre estoy pensando en algo que crece y crece en mi cabeza, y hasta que no lo veo, no paro. Ahora estoy hablando contigo y no puedo dejar de pensar que a la noche me van a llevar a un bar de enanos. Los 12 minutos son un cuento de Isabel: cuando tenemos gente a comer, me siento a la mesa y a los 12 minutos me voy; me aburro.
-Tuvo un bar por 25 años, ¿lo compró por necesidad de generar dinero?
-No, le presté seis mil dólares a un cliente, un marinero que quería abrir un bar. Tuvo éxito, pero el tipo comenzó a vender drogas y se tuvo que fugar. Fui a la agencia de licencias con mis pagarés impagos y me lo dieron. Tomé a una mujer recomendada por mi socio, le pedí 500 dólares por mes y le dije que el resto se lo quedara ella. Fue el mejor negocio de mi vida: sin hacer nada, cobré 500 dólares por mes durante 25 años y, encima, cuando lo vendí hice más plata.
-¿En qué momento llegó la abogacía y la necesidad de defender ilegales?
-Sentí que la abogacía me iba a salvar. Mi padre murió cuando yo tenía seis años; vivía en un barrio de mexicanos; estaba metido en un gueto, sin poder; era un blanco en una comunidad ilegal.
-¿Por qué llegó a dormir en los cementerios?
-No tenía plata, y era lo más seguro; tenía 22 años y viajé un año entero por todo el mundo con sólo 1400 dólares. Vivía con un dólar al día y los cementerios eran mis hoteles. Cuando llegaba a una ciudad, lo primero que preguntaba era dónde quedaba el cementerio. A la noche, como estaban cerrados, me trepaba por el muro y a la mañana siguiente, cuando abrían, salía lo más campante.
-Usted es un excéntrico, ¿no?
-No, aventurero nomás. Lo saqué de mi padre, un australiano que se embarcó muy joven como marinero y reparaba las calderas de los barcos, pero murió rápido. Hizo todo lo quiso, pero siempre fue pobre y murió pobre.
-¿Su padre era alcohólico?
-Sí, de eso murió. Pero también era un tipo brillante, carismático; la gente lo escuchaba dos horas sin moverse. Eso me ayudó en mis novelas: aprendí que hay que tener al lector siempre atento, como hacía mi padre.
- Cambiemos de tema. Debe de ser difícil ser el marido de Isabel Allende...
-(Sin dudar) No, no hay que confundir el éxito de una persona con la realidad de la vida. Somos muy tranquilos, estamos muy conectados emocionalmente y tenemos una vida deliciosa.
-¿Alguna vez Isabel tuvo que mantener la casa?
-Siempre pagué mi parte, pero tienes que pensar que ella ha ganado muchísimo dinero, y eso no tiene nada que ver conmigo. Nunca quise ser parte de eso. Cuando me junté con Isabel me había separado dos veces, y en Estados Unidos el divorcio te pela si tienes algo. Yo no quería casarme; Isabel me convenció de que era mejor; bueno, en realidad me dijo que si no me casaba se iba. Y me casé. Pero firmamos ese acuerdo donde queda claro que lo que es mío es mío y lo de ella es de ella.
-¿Tiene algo en común su madre con Isabel?
-La inteligencia. Mi madre era una persona brillante y sensible. Pero Isabel es muy fuerte y mi madre era muy espiritual y depresiva. Siempre estaba muy triste; no tenía poder de nada. Quiso ser médica y no la dejaron; Isabel es fuerte, el opuesto de mi madre.
-¿Su mamá falleció hace mucho tiempo?
-(Piensa y sonríe) 20 años. Pensándolo bien, Isabel la vino a reemplazar (carcajadas).
-Madre depresiva y padre alcohólico, ¿qué huellas dejaron en usted?
-Mira, sin duda mis hijos heredaron esa cosa de la adicción; mis dos ex mujeres también eran alcohólicas...
-Parece que esa cuestión lo persigue: una hija suya murió por sobredosis...
-Sí, murió por las drogas y después la tiraron por ahí; nunca la encontramos; tenía 28 años. Por suerte, los dos varones han podido salir de eso; ahora tienen vida. Al menor le quedó un déficit de atención; también es bipolar. Pero está estudiando medicina y lejos de las drogas. El mayor estuvo mucho tiempo en la cárcel, siempre por esa adicción. Ahora está bien, con sus 44 años y una novia que es un amor.
-¿Usted consumió?
-Muy poco, no tengo personalidad adictiva; consumo marihuana de vez en cuando, que no hay ningún problema. Antes tomaba alcohol, a veces demasiado. La adicción ha sido un problema en mi familia.
-¿Es cierto que usted cocina galletitas con marihuana?
-Sí, en una cocina de vapor. Pero es mucho trabajo; ahora un amigo me trae las galletitas ya cocidas.
-¿Se arrepiente de algo?
-Sí, de no haber dejado la profesión de abogado a los 40 años. Hubiera tenido mucho más tiempo para escribir.
-¿Qué piensa de Barack Obama?
-Obama es el futuro, Hillary era el pasado. Pero no puedes imaginar lo racista que es Estados Unidos. Tengo miedo de que, si gana las elecciones, lo maten antes de asumir.
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Personal
Nació en Los Angeles el 27 de agosto de 1937. Cuando murió su padre, se fue a vivir con su madre a un barrio mexicano de ilegales. Como hablaba mejor el español que el inglés, tuvo que ir a la facultad a reaprender su idioma natal. Está casado desde hace 20 años con la escritora chilena Isabel Allende. Después de haber leído De amor y de sombra, Gordon le confesó a una amiga en común: "Me gusta cómo habla de amor, la quiero conocer". No se separaron más. Su primer libro, Duelo en Chinatown, se publicó en 2006.






