
El último café
El libro Bares de Buenos Aires (Editorial Larivière), de Constanza Mirré, rescata imágenes de los últimos exponentes del arquetípico bar porteño, hoy al borde de la extinción. Aquí se reproducen algunas fotos, acompañadas de una reflexión y datos sobre un programa oficial para difundir este patrimonio
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Están los que tejieron para siempre el hábito de ir a tomar allí un vermucito reparador, como si el día fuese una flecha que ese ritual lograra mantener en suspenso, dándoles a las fatigas del trabajo o a los desengaños sentimentales una compensación o, al menos, un respiro; están los que van allí a pasear orondamente una idea personal de la elegancia o la nostalgia por una sociabilidad casi perdida; y están aquellos –finalmente– que parecen expulsados de cualquier otra forma de comunidad: viudos, solterones, desocupados, subocupados, jubilados, o impenitentes bebedores.
Llegan allí en la luminosidad prometedora de la mañana, en la pausa módica del mediodía, en la declinación inevitable de las tardes o en la larga y cavilosa noche.
Unos y otros encuentran, en los últimos bares que los barrios conservan con una mezcla de resignación y orgullo, un lugar de pertenencia, donde son reconocidos y donde, a su vez, cada uno reconoce la singularidad de los otros.
Los habitués de estos lugares evitan las cadenas de bares y pizzerías modernamente impersonales, las hamburgueserías de cadenas multinacionales y los bares de moda, donde la gente llega como de ningún lado a aprovechar las ventajas de la happy hour, o a saborear nuevas e ignotas delikatessen.
Por diversas razones, no se sienten convocados por las nuevas modalidades del consumo o la sociabilidad o, muchas veces, son lisa y llanamente expulsados de esos ¤ circuitos de la actualidad.
El bar porteño, el cafetín de Buenos Aires que Enrique Santos Discépolo fijó para siempre en su célebre tango, es hoy un universo anacrónico. Se preserva rabiosamente masculino, endogámico e imbuido de una forma inequívoca de la hospitalidad, pero que hay que aprender a descubrir por detrás de las miradas ásperas, cansadas o suspicaces de mozos y habitués.
Los que se han hecho de un lugar en la mesa de los parroquianos siguen buscando allí el remedo del ágora, un lugar donde comentar las noticias del día y compartir con los otros una preocupación, un pálpito, una obsesión o un sueño.
Los otros, los forasteros que sólo accidentalmente transponen sus puertas de madera cansada y buscan un lugar entre mesas de fórmica y sillas más bien desvencijadas, deben soportar el lento y firme escrutinio de los lugareños: miradas que evalúan para dar un visto bueno y que, al mismo tiempo, tratan de adivinar si el advenedizo acepta los orgullosos méritos de la casa.
Transformada radicalmente por nuevas pautas sociales y económicas que cambiaron de raíz los hábitos de consumo y esparcimiento de los porteños, la ciudad ha ido desprendiéndose de esos reductos que, hasta no más de dos décadas atrás, eran parte esencial e insoslayable del paisaje urbano.
Podría decirse que hay dos clases de exponentes de esa forma arqueológica del pasatiempo que son los bares, cafés, billares o confiterías que todavía conservan rastros de una ciudad y de una sociedad que ya pertenecen al pasado.
Por un lado, están aquellos que, por el peso de su tradición, la gloria de su pasado y su ubicación geográfica, han quedado del lado del orgullo histórico, como mermados ejemplos de una grandeza cierta, pero ida: El Tortoni, Las Violetas, Los 36 Billares, El Gato Negro, el Bar Bar O, son algunos de los nombres de los lugares que, por habilidad de sus dueños o empecinada fidelidad de varias generaciones, hoy continúan animando las derivaciones fugaces y un tanto frenéticas de lo que alguna vez fue la tertulia porteña.Y luego están los otros, perdidos en la gastada orilla del suburbio, en esas comisuras generalmente rotas de los barrios periféricos.
Allí, el tiempo no se ha detenido, ha calado hasta el fondo en el revoque de las paredes, la dignidad de la madera, el color de los anuncios y las etiquetas de botellas de alcoholes y refrescos imposibles. Lo que se ha detenido es, en las vidas de quienes los pueblan con sus afanes, la posibilidad de ascenso social, el porvenir de la esperanza que, en otras épocas, hizo de este país una promesa cierta.
Es precisamente ese rosario de bares ubicados en La Boca, en Barracas, en Dock Sud, en Almagro o en insulares esquinas del microcentro el escenario elegido por Constanza Mirré para las excelentes fotografías de su libro Bares de Buenos Aires, publicado por Ediciones Larivière, y algunas de las cuales ilustran esta nota. Dentro de esa geografía congelada, Mirré rescata detalles primorosos: una canilla con forma de cuello de cisne, el revestimiento alguna vez lujoso de una barra, o la modesta opulencia de un especial de salame, un sifón y un vaso tipo Martona en el que brilla el oro grueso del moscato.
Pero por sobre todo, en la casi invariable y cachacienta penumbra de esos templos laicos, Mirré encontró la dignidad intacta de una humanidad que, con toda evidencia, aparece golpeada por la crisis y, sin embargo, mantiene los rasgos inequívocos de la expresividad porteña. Una forma del gesto que incluye la suficiencia del tipo que creció en el asfalto, pero también la discreción exquisita de quienes aprendieron en la vida de provincias la sabiduría de las miradas y los silencios hondos.
Entre unos y otros, se teje una forma de la comprensión, el hilo de plata de la camaradería que ayuda a soportar la intemperie.
Recorrido
La Comisión Bares, Cafés y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires ofrece visitas guiadas gratuitas a los siguientes locales:
American Bar
(R. Sáenz Peña 632)
Bar Bar O
(Tres Sargentos 415)
Bar Seddon (Defensa 695)
Bar Oviedo
(L. de La Torre 2407)
Bar Plaza Dorrego
(Defensa 1098)
Bar Sur (Estados Unidos 299)
Británico (Brasil 399)
Café Argos
(Federico Lacroze 3499)
Café Dante (Boedo 745)
Café de García
(Sanabria 3302)
Café Nostalgia (Soler 3599)
Café Tortoni (Av. de Mayo 825)
Claridge (Tucumán 535)
Clark’s (Sarmiento 645)
Clásica y Moderna
(Callao 892)
Confitería Ideal (Suipacha 384)
El Almacén (Matheu 812)
El Gato Negro (Corrientes 1669)
El Preferido de Palermo
(J. L. Borges 2108)
El Progreso
(Montes de Oca 1700)
El Querandí (Perú 302)
Florida Garden (Florida 899)
La Biela (Quintana 600)
La Buena Medida (Suárez 101)
La Coruña (Bolívar 982)
La Embajada
(Santiago del Estero 88)
La Giralda (Corrientes 1453)
La Puerto Rico (Alsina 420)
La Perla
(Pedro de Mendoza 1899)
Las Violetas (Rivadavia 3899)
London City (Av. de Mayo 590)
Miramar (Sarandí 1190)
Petit Colón (Libertad 505)
Plaza Bar (Florida 1005)
Queen Bess (Santa Fe 868)
Richmond (Florida 468)
12 de Octubre (Bulnes 331)
36 Billares (Av. de Mayo 1265).
Las visitas se suspenden por lluvia y tienen cupos limitados. Llamar por el 4114-5775, de 9 a 16.
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