
En la primera línea de la costa se levanta esta alucinante construcción de madera inspirada en las olas y las dunas.
“Hace veinte años que veraneamos en La Pedrera, y construimos la casa hace diez. Con tanto tiempo de vivir este lugar, teníamos muy claro lo que queríamos: por empezar, respetar la naturaleza, que no tiene líneas rectas; después, no contaminar visualmente la playa, de la que somos fanáticos”, dice la dueña de casa, cuyo marido e hijos son apasionados del surf. Es más, su marido y el arquitecto Matías Sambarino se conocieron, justamente, en el agua, esperando olas, aunque el matrimonio estaba al tanto de él por sus obras.

Veíamos que se estaba construyendo algo muy cúbico en la playa y pensábamos: ‘Esto no tiene nada que ver con La Pedrera
Ondulada, como la naturaleza
“Matías tiene un estilo arquitectónico muy de la curva, y por eso mismo lo contratamos. Nos presentó dos proyectos. No solo elegimos el más jugado, sino que lo alentamos a que fuera todo lo audaz que quisiera. Y logró algo maravilloso, con este increíble trabajo de curvar la madera, entre tantas otras cosas”.

“El esqueleto de lapacho resultó perfecto”, comparte la dueña de casa. “Debo cambiar, con suerte, seis maderas por año. Con ese material, conseguimos el efecto de la ola y una mímesis total con el entorno: exactamente lo que buscábamos”.

“Nos decían que era imposible curvar esa madera tan dura, pero el arquitecto se instaló y les enseñó a los carpinteros a mojarla y torcerla levemente”.

Área social: integrada y confortable
La cocina tiene fabulosas mesadas de madera en forma de S (diseño de la dueña de casa), conexión con la parrilla, vista al mar y, en la parte superior, una raja de vidrio que despega la pared del cielo raso.

“Nos dio temor hacer un piso de cemento alisado sin contar con expertos en la zona. Pusimos lapacho laqueado, que funciona muy bien. No me preocupa el desgaste que, por otro lado, es poco. Priorizo el disfrute”.

“La tabla intervenida es una obra de Dolores Rosner que le encargamos para los 50 años de mi marido. Ilustra su vida de surfista junto con sus hijos; el legado de mar que les transmitió y comparten”.

Detrás de la pared curva que contiene la chimenea revestida con tablones de obra, una escalera sube a la suite y otra baja a los dormitorios de los chicos.

Hacia arriba y hacia abajo

La estrella de la suite es el cuadro de la ola, obra de Javier de Aubeyzón, reconocido artista plástico, arquitecto, surfista consumado y amigo de la familia. Una elección perfecta por donde se la mire.

El baño en suite tiene el mismo piso de lapacho laqueado del resto de la casa, y los ojos de buey que signan varios de sus ambientes. Siguen las ondas en la bacha doble. Los dueños de casa idearon este revestimiento con azulejos partidos, que le da a su espacio privado una identidad única.

El cuarto principal tiene su propia galería, de la que queda separado por una gran ventana con puerta corrediza. En el sillón de afuera, almohadones y manta (Línea Nativa).

Una vista envidiable
“No queríamos algo convencional”, dice la dueña de casa, feliz de haber alcanzado y superado ese objetivo. “Lo que pasa es que, buscando que la construcción cooperara con la evolución natural del entorno, esa conformación también nos benefició a nosotros con cualidades microclimáticas que llenan la casa de vida”.

“En cada lugar, el mar, la lluvia y el viento moldean los elementos de una forma singular y con ciertas similitudes. Esa observación minuciosa sirvió para establecer un patrón en el diseño final de la casa”, concluye el arquitecto Matías Sambarino.


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