Jinetes por la gloria
El mundo íntimo de una fiesta gaucha donde compiten los mejores montadores con el sueño de consagrarse
JESÚS MARÍA, Córdoba
Una veintena de gauchos participa del sorteo. Pasan de a uno frente a una PC de escritorio, hacen clic con el mouse y reciben un número para las jineteadas de esta noche. Ellos representan a cada delegación provincial y necesitan saber qué caballo le tocará en suerte a cada uno de sus jinetes, pero sobre todo quieren saber el horario. No es lo mismo montar a las 20 que a las 22. La gran diferencia está en la tele: los sorteados para el turno principal, entre los fuegos artificiales y el show de música más importante de la jornada –hoy, Abel Pintos– serán vistos por la TV Pública en pueblos, rutas y ciudades de todo el país. Tendrán sus segundos de fama si logran mantenerse en el lomo de un caballo irascible y dar un buen espectáculo. Puede ser la gloria para ellos, la consagración transmitida en vivo y en directo. También puede ser una derrota imborrable.
En este gran coliseo de la tradición gauchesca compiten los mejores. Llegar hasta el Festival de Doma y Folklore de Jesús María requiere de varias etapas de clasificación y son 84 los jinetes que logran superarlas, para representar a las provincias y a países vecinos. Con los resultados del sorteo ya en sus manos, los delegados comienzan a llamar por teléfono y mandar whatsapp a familiares y amigos. Avisan también a las radios locales para que informen en qué orden saldrán sus muchachos, literalmente, a la arena. No hay pasto esta vez para la doma: llovieron 130 mm los primeros días del festival y el drenaje no fue suficiente, así que recurrieron a camiones con arena para rellenar el terreno. El verde tradicional fue reemplazado por ocre, pero la fiesta puede continuar.
Las puertas del público se abren a las 17.30, cuando aún no ha terminado la prueba de sonido. En los stands concesionados sale ya humo de las parrillas. La gente comienza a ubicarse en las escalinatas de cemento. Sobre las tribunas hay frases pintadas en tamaño solemne: Jinetes de la patria y Los hermanos sean unidos se lee en las cabeceras; Cada lechón en su teta es el modo de mamar aparece en lo más alto, frente a las cabinas de transmisión radial.
Los montadores ingresan por una puerta lateral y se dirigen a los vestuarios. Cada uno tiene un casillero asignado donde guarda la ropa de gala para la doma. Debajo de sus botas de cuero y bombachas mayormente de pana se visten con protecciones elásticas y vendas que irán en aumento a medida que avance el festival. El vestuario se divide en dos, cada espacio con su dispenser de agua donde todos llenan sus termos. En un pasillo hay fotos de premiaciones históricas de estos cincuenta años del festival. Quien más aparece es Jorge Raúl Ariztegui, diez veces campeón. Su rostro enmarcado se luce también, en solitario, en lo alto de una de las paredes.
Los jinetes que llegan hasta Jesús María son profesionales. Los premios se otorgan en efectivo (cheque para los campeones) y los consagrados de cada edición suelen ser contratados para domas especiales durante los meses que siguen. Hay jineteadas todos los fines de semana en algún lugar del país, donde batallan montadores con animales también contratados de alguna tropilla. Pero casi ningún jinete vive de la doma. Una excepción es Ariztegui. Detrás de su foto solitaria se ingresa al túnel angosto que llega hasta la arena. Son cinco o seis escalones sin mucho lugar para arrepentirse.
El cordobés Lucas Martín acaba de salir victorioso de su jineteada. Compite en la categoría crina limpia –en ocho segundos sólo es posible sostenerse con una lonja alrededor del pescuezo– por la provincia de Catamarca, donde logró la clasificación. El payador lo confirma: (...) Mi verso lo sigue al tranco / y él se lució en el campo / para ganarle a este potro / con valía y con esmero / como él cría en su pueblo / a su tropilla de galgos. No venía bien hasta ahora este jinete que en su Corral de Bustos natal se dedica a criar galgos de competición. Pero empieza a repuntar. "Creo que estoy para premio", les dice a sus compañeros cuando se quita las espuelas. Los primeros doce puestos de la noche en cada categoría se compensan con 300 a 3000 pesos. Por el séptimo lugar, él cobrará hoy 750 pesos que le cubrirán apenas una noche de alojamiento.
Lucas alquila una habitación a dos cuadras del anfiteatro, junto con su mujer, Rosa, y su hijo Ignacio. A media mañana saca una mesita de plástico a la vereda para compartir unos mates. Ya salió a correr por el parque de 8 a 9.30 y ahora responde mensajes que le dejaron en su muro. "Tengo cinco mil amigos en Facebook, gente que me sigue. Están pendientes de la tele y me piden que suba imágenes para que vean", dice mientras muestra en su teléfono el video que subió de la jineteada de anoche. Ya tiene 232 me gusta.
Es la primera vez que Lucas, de 31 años, compite en el festival. "Llegar a Jesús María es una meta que uno se pone cuando arranca, apenas se sube a un petiso. Había preclasificado 3 o 4 veces y recién este año se me dio. No tuve suerte en agarrar buenos caballos los primeros días, pero todavía falta mucho." Su fuerte es la gurupa sureña, categoría elegante donde no se deben perder los estribos ni charquear (tocar al animal con las manos). Son doce segundos en lugar de los ocho de la crina. "Las primeras veces se me iba el tiempo con puro nerviosismo. Tenés millones de personas que te están mirando. Ahora sólo pienso en el caballo y en cómo ganarle."
Para jinetear, Lucas se acomoda el cabello dentro de la camisa; no se lo corta desde que nació su hijo, que tiene diez años y acaba de despertarse. "Es un costo alto para nosotros venir hasta acá. Tenés que pagarte los viajes, la estada, la comida. El montador es el que hace la fiesta y el más perjudicado. Si no hay caballos, se montan vacas, y si no hay vacas, se montan burros. Pero el montador siempre está."
Dice que se acuerda de todos los caballos que montó en sus 15 años de carrera. El más importante fue El Tayú, un potro famoso de General Madariaga que no pudo tirarlo en agosto último. Imágenes de esa jineteada se repiten en la caja con fotos que él lleva siempre de viaje, al igual que las de su abuelo, que también montaba. "Él tuvo caballos y entonces siempre travesábamos con los petisos, jodíamos con algún potrillo, ahí entramos a meternos mi hermano y yo con esto de las jineteadas."
¿Era buen montador tu abuelo?
Más o menos… Antes valía más esto [con el pulgar hace gesto de beber] que la habilidad. Jineteaban de guapos. Cualquiera les decía qué vas a montar, vos y se tomaban dos vinos y montaban. A lo mejor lo peleaban al caballo de agarrones, iban arriba como podían, pero felices de haber montado. Ni existía el control de alcoholemia. Ahora se piensa más como un trabajo o un deporte.
Jesús María empezó con los controles de alcoholemia hace tres años. Sólo un jinete dio positivo, con 0,3 de alcohol en sangre. No lo dejaron montar y desde entonces, casi al principio de los controles, dieron todos negativo. "Admiro al montador que no toma, que no fuma, que está en un gimnasio, que se prepara para esto. Uno trata de dar el ejemplo", agrega Lucas, que ya imagina el regreso a su pueblo después de esta experiencia. "Tengo mucha gente que me quiere, calculo que cien o doscientas personas van a estar esperándome en la entrada, con un asado y con los camiones con altavoz que van a pasar por todo el pueblo felicitándome. Me han estado llamando, dicen que me van a hacer un lechón. Ni me quiero imaginar lo que va a ser. Y eso que no soy campeón, vine nomás a representar. Si el pueblo te reconoce lo que estás haciendo es un orgullo grande."
A las 15 comienza en el predio la admisión clínica de los caballos. La veterinaria oficial, Noelia Senia, evalúa junto con Matías Rojas, su ayudante, y Virginia Castro, veterinaria pampeana, el estado de los animales. "Los heridos o en estado de preñez quedan fuera de la competencia", asegura Noelia, que no quiere contar mucho más. "¿Una nota sobre la doma? ¿A favor o en contra?", pregunta. El cuidado de los caballos es un tema sensible desde que se manifiestan aquí grupos proteccionistas que plantean maltratos. Los amantes de la doma gaucha contraponen a esos argumentos las tradiciones, y la comparan "con el polo o las carreras, donde los caballos tal vez viven encerrados en boxes y muchísimos menos años. Acá a lo sumo trabajan quince segundos por fin de semana", dice Carlos Cieri, que junta firmas para defender las jineteadas, con ayuda de voluntarios, en mesas repartidas en todo el anfiteatro. Por las dudas, los organizadores están atentos al marketing. El escudo de este año es un caballo feliz abrazado por un niño. Cieri y su gente han juntado ya más de 10 mil firmas y la pelea promete continuar.
A las 18 es otra vez el sorteo. Hay jinetes que en los últimos días prefieren evitar el horario televisado, como Patricio Caballero, que es de Posadas, tiene 25 años y trabaja de peón rural. En Misiones monta muy confiado, pero acá le "trabaja mucho la cabeza", cuenta. Por eso le gustaría jinetear antes de la transmisión.
¿Cómo te fue hasta ahora?
Por ahora, comiendo tierra solamente. Anoche lo tenía, pero antes de la campana me llevó a la cola y no le pude volver más.
No anda bien de puntaje la delegación de Misiones. Si no mejora, quedará afuera del festival en 2016 junto con otras dos delegaciones. Algo así como irse al descenso. Hugo Márquez también es titular en el grupo misionero. "Estamos últimos en la competencia global, pero seguimos confiados." Tiene 19 años y es la segunda vez que compite en JM. La primera fue a los 16. Para ambos casos necesitó la autorización de sus padres. "Tenés que tener mucha experiencia para competirles a los que están arriba. Ellos andan montando estos caballos todos los fines de semana, clasificaron con ellos, saben qué hace cada uno y qué no. Lo que te queda es hacer tu jineteada de siempre y aguantar las riendas. Hay veces, además, que los tropilleros te complican, te quieren largar el caballo para el lado que quieren o te dicen cuidado que se te volea o se te echa y te mienten, vos esperás que se eche y sale a correr.
¿Por qué lo hacen?
Porque les conviene que te tiren o que su caballo haga al menos un buen espectáculo.
¿Les decís algo después a los tropilleros?
No, conviene callarte... A fin de cuentas, estamos ahí los dos nomás. Hay veces que te gana el caballo y a veces le ganás vos.
Hugo también es peón rural y pidió permiso con muchas anticipación en el trabajo. "Le conté al administrador que empecé a competir y me dijo que le meta fierro nomás y que si clasificaba, contaba con estos diez días. Que viniera tranquilo y que me esperaba para mi trabajo." Sus compañeros lo siguen a la distancia, le dan fuerza, le dicen que "no importa que no gane, que con sobrevivir está bien. Es lo más lindo, no que te salgan a criticar porque viniste y te caíste, porque nosotros nos sentimos campeones por llegar hasta acá y representar a nuestra provincia".
Matías Esteche, de 21 años, es el integrante del grupo que compite en basto con encimera, la categoría que en quince segundos permite un mayor lucimiento del jinete, pero también la más peligrosa por el riesgo de quedar enganchado en los estribos. "Los caballos de acá son más trabajados, con más fuerza en la boca, más alivianados que los de allá. Van rotando, siempre te toca un caballo fresquito para vos que estás montando hace cuatro o cinco días, y no es fácil. Estamos sin suerte, anoche lo venía llevando bien, pero nos empezamos a agrandar un poquito los dos y se me salieron todas las pilchas, porque al tropillero no le gusta cincharlo mucho porque cuida de su caballo, no quiere que salga atorado, para que le rinda. Igual, me bajó bien, corcoveando."
La delegación misionera comparte una casa a unas veinte cuadras del centro. El alquiler lo paga la provincia y ellos se han hecho cargo de los pasajes, la comida y demás gastos. Su delegado, Rubén Márquez, viajó con su mujer Mirta Espíndola. "Ahorraba para otra cosa, pero a Rubén lo eligieron delegado y vine con él", dice la mujer mientras plancha las camisas que usarán los muchachos esta noche.
¿Para qué estabas ahorrando?
Para un lavarropas automático. Si lo vuelven a elegir, no me lo compro más...
También integra la delegación misionera Fabián Fredes, nativo de Lobos y que ahora vive en Navarro, provincia de Buenos Aires. "Vengo de suplente. Soy un privilegiado de tener un amigo como Rubén, que me invitó. Tengo 44 años. Vine en 1997 por primera vez y después 3 o 4 veces por San Juan." Se conoce con el delegado de otras jineteadas y se siguen por Facebook. "Siempre estamos siguiendo en qué jineteadas anda –cuenta Rubén–. Había otros suplentes posibles, pero pedían algo a cambio. Entonces Fabián nos hizo la gauchada, poniendo la plata él para representar a la provincia. Así que contamos con un experimentado que monta en las tres categorías."
Los primeros recuerdos de Fabián son de su papá en alguna doma, de cuando no lo quería llevar y él, con 5 años, se quedaba llorando hasta convencerlo. Después se subió a un caballo y no quiso bajarse más. Y eso que casi pierde la vejiga en una caída y que se rompió ligamentos, meniscos, los pies, las clavículas y tres costillas en diferentes competencias. "Ya parezco Robocop", se ríe. Cree que le queda un año "para despuntar el vicio" antes de retirarse.
El parte médico de cada día se entrega en otra oficina del predio. Noches atrás, una yegua hizo tumba la olla y cayó con todo su peso (650 kg) sobre el cuerpo de un montador salteño que podría no volver a caminar. Este año también empezaron a competir mujeres y la primera de ellas, Analía Acevedo, debió ser hospitalizada.
En las últimas noches los montadores arriesgan aún más. El locutor oficial sigue con maestría el ritmo frenético de cada jineteada. Se nota el cansancio. El payador acompaña mientras los apadrinadores rescatan al jinete después de la campana. Seguramente es así / el cansancio los agota / yo entonces gota a gota / le pongo una copla aquí / hay coraje y hay garrón / que llegan a los hogares / por la gaucha televisión. El próximo montador ya está listo en el palenque, donde se encuentra con el tropillero, el delegado, el comisario de pista y el potro que le tocó en suerte. Pero sabe que está solo.
En el sector reservado para los jinetes, un delegado le pide un autógrafo a Jorge Raúl Ariztegui. Su historia legendaria tiene su momento más duro cuando un mítico caballo argentino, El Zorro, mató a su hermano Juan Carlos, también montador. Fue en 1983. Años más tarde, Jorge desafió a El Zorro en una doma especial que convocó a más de 25.000 personas y se promocionó como la revancha. "Me preparé bien esta vez, porque venía medio golpeado –dice Ariztegui, que volvió en esta edición de Jesús María luego de algunas ausencias–. No quise perderme los cincuenta años del festival ni la participación de mis hijos, que compiten por primera vez", dice el campeón, de 54 años.
¿Hasta cuándo seguirás jineteando?
Nunca se sabe cuándo vas a dejar. Pensé en retirarme mucho antes, pero siempre me están invitando a montas especiales los fines de semana, entonces para mí es un trabajo además de un deporte.
¿Cómo ves a tus hijos?
Sacaron premios en jineteadas chicas, hay que ver qué pasa acá. Dejé que ellos eligieran. Jugaron al fútbol, hicieron boxeo, rugby... y después empezaron a jinetear.
Sus hijos son mellizos y se llaman Jorge Raúl, como el padre, y Juan Carlos, como el tío.
Los Ariztegui no ganaron esta edición del festival. La gloria quedó en jinetes de Córdoba (uno de ellos, el primer campeón propiamente de Jesús María) y Santiago del Estero. Los misioneros quedaron últimos, pero sumaron más puntos en las últimas tres noches que en todas las anteriores. Lucas Martín logró el 12° puesto en la clasificación final. Se fue feliz. En su Facebook y en la web de un medio local (El soberano) están las fotos de su llegada a Corral de Bustos, comiendo un asado antes de dar vueltas en caravana en un camión con altavoces.
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