Tutankamón: el origen de la "maldición" que creyó hasta el creador de Sherlock Holmes
Mucho se ha escrito sobre la maldición de Tutankamón, y no precisamente describiendo la vida del joven faraón que murió antes de llegar a los 20 años, hijo de dos soberbios reformadores religiosos cuya obra tuvo que desandar para restaurar la religión politeista en el Antiguo Egipto.
En 1922, el arqueólogo inglés Howard Carter, su financista Lord Carnarvon y una tropa de trabajadores locales desenterraron una escalera que descendía hasta la entrada de una tumba sellada más de 3000 años atrás.
Adentro, se encontraron con el culto a un joven monarca, conservado a la perfección, que era prácticamente desconocido hasta el momento. Se trataba de cuatro salas adornadas con unas 5000 piezas, entre ellas su máscara funeraria de oro macizo.
Ocho años tardaron ingleses y egipcios en terminar de estudiar la tumba. En ese tiempo, se fueron desencadenando una serie de hechos desafortunados, cuyo puntapié inicial fue la muerte de Lord Carnarvon en El Cairo, cuatro meses después del hallazgo y apenas unos días después de ver el sarcófago de Tutankamón.
Si bien se adjudicó su muerte a una picadura de mosquito infectada que derivó en una neumonía (el hombre de 56 años tenía, además, los pulmones maltrechos por un accidente de auto), también surgió un recuento de malos augurios que habrían tenido lugar durante las excavaciones: que el egiptólogo Carter fue mordido por un alacrán, que después una culebra se comió al canario que tenía como mascota, y que algunos trabajadores vieron a un halcón sobrevolando la tumba y perdiéndose por el Oeste.
Estos eventos originaron una especulación supersticiosa, genuina para muchos de los colaboradores egipcios, pero netamente comercial en las coberturas mediáticas de la prensa angloparlante.
Para colmo, en septiembre de 1923 falleció de una sepsis Aubrey Herbert, el hermano de Carnarvon, quien estaba atravesando un tratamiento experimental para contrarrestar su temprana ceguera. La presunta maldición del faraón no necesitaba nada más, aunque no se detuvo allí.
En 1929, murió de una embolia Richard Betkell, secretario de Carnarvon e hijo único de Lord Westenrys. Meses después le tocó a su padre, quien se arrojó de un séptimo piso. La tumba de Tutankamón seterminó de vaciar en 1930.
En medio del misterio, el célebre escritor Arthur Conan Doyle, al contrario de lo que hubiera hecho el racional Sherlock Holmes -algunos dicen, encaprichado con la fama de su detective-, declaró públicamente que creía en la maldición egipcia.
No era el único. Profanar tumbas era tan común en el Antiguo Egipto como momificar reyes y burócratas para enterrarlos rodeados de lujos, por lo que no era raro encontrar amuletos escritos con encantamientos dirigidos a estos saqueadores. Algunas personas seguían guardando profundo respeto por estas fuerzas antiguas y desconocidas.
El único que resistió fue el arqueólogo Howard Carter, quien murió a los 64 años de un linfoma, en 1939. Pero, para ese entonces, el mito ya había calado hondo.
En 1932 se estrenó el film La momia, que se convirtió en un clásico del terror de todos los tiempos. Paseándose también por los géneros acción y aventuras, tuvo tres remakes (el último de 2017 con Tom Cruise), un spin off (El Rey Escorpión, con Dwayne Johnson) e inspiró unas 14 películas en total.
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