
El término que nació en los cincuenta en los Estados Unidos se reedita en la Buenos Aires del siglo XXI. Su epicentro es Palermo, su filosofía es la argentinidad cool y sus símbolos, el vino y la carne.
1 minuto de lectura'

La reciente edición de ¿Que fue "lo hipster"? (Alpha Decay), una antología de ensayos editada por Mark Grief, profesor de la New York School University, vuelve a poner en escena un término que viene de larga data en la cultura urbana y la contracultura norteamericana: el llamado hipster. En la década del cincuenta era una figura de la subcultura blanca, caracterizada por su deseo de crear una vanguardia que le permitiera liberarse de los estereotipos blancos y adquirir la sabiduría, la energía, el exotismo, el atractivo y la violencia de los negros estadounidenses; éste era primo hermano del beatnik, e incluso se vestía parecido: todo de negro. Posteriormente, el hippismo introdujo el elemento folk y agreste del cual el hipster siempre rehuyó en pos de la elegancia neobohemia, las poleras y las pipas. Una clave: en 1957, Norman Mailer publica el ensayo titulado El negro blanco, (The White Negro, 1957) donde conceptualiza con esa figura la imagen del hipster, , y se torna uno de los textos fundamentales de esta filosofía urbana de la posguerra en los Estados Unidos.
Si hablamos del hipster contemporáneo, nos referimos a una figura fruto del cruce de subculturas, que surgió en 1999 y disfrutó de una breve aunque muy activa primera etapa hasta 2003. Richard Lloyd, en su etnografía del Wicker Park de Chicago, la llamó "neo-bohemia": una cultura de artistas que comenzaron trabajando en bares, cafés y clubes de rock. Posteriormente, la victoria de Barack Obama en 2008 parece haber impulsado mayormente este séquito por algo común: todos odiaban a George Walker Bush.
El concepto de lo hipster se basa en determinada sensibilidad burguesa/bohemia –que David L. Brooks llamó " BoBos " – en el marco de un individualismo posterior a los movimientos de alterglobalización de Seattle y a la explosión del blogging y las redes sociales en la net. Esa pintura nos arroja una nueva forma de subjetividad urbana, de la cual la actriz indie Chloë Sevigny quizá sea su ícono más emblemático. Al mismo tiempo, el filósofo esloveno Slavoj Žižek se vuelve un gurú ineludible para el grupo, y lo han llamado el "Elvis de la filosofía". Tomando de modo muy sui generis algunas de sus ideas neomarxistas y lacanianas, los hipsters proponen no hacer "nada" para afrontar la tragedia económica. Predomina en ellos una suerte de anarquía zen: un libertarismo autogestivo hedonista.

La
del
hipster
tiene en Nueva York a su ciudad capital; específicamente, los barrios del
en Manahttan o de
en Brooklyn son aquellos que conjuran el movimiento post 1999. Por fuera de Nueva York, la cartografía de barrios coloca a
Jamaica Plain
en Boston, Capitol Hill en Seattle, Echo Park y Silverlake en Los Angeles o The Mission en San Francisco.
¿Y Latinoamérica? Todos coinciden en que Buenos Aires es la capital hipster de la región.
Poniendo una lupa mayor, resulta evidente que el barrio signado por estos pagos es Palermo SoHo. Su geografía urbana es el símil de Williamsburg con la predominancia de la independencia tan pregonada.
Si Obama fue el motor que potenció esta sensibilidad neobohemia, resulta inseparable que lo mismo sucedió en Buenos Aires post debacle de 2001. Los gobiernos de Néstor Kirchner y luego el de Cristina Fernández profundizaron de modo análogo la sensación burguesa/bohemia de Palermo. Efectivamente, el barrio de Palermo ha devenido la geografía del hipster vernáculo. Espacio propicio de los placeres enófilos, gastronómicos y también eróticos, es consecuencia del cambio de dirección de las claves culturales. Si hasta la década del 90 la zona cultural era la calle Corrientes, post 2001 se ha hecho notoria la marca del cambio: el circuito íntegro de los hipsters –entre 30 y 40 años– se ha trasladado a Palermo, o los Palermos: SoHo, Hollywood, y barrios linderos: Villa Crespo, Chacarita. Editoriales, librerías de perfil literario, cafés, restós, lugares de diseño, espacios de arte y teatro, escuelas de gastronomía, talleres literarios, cursos de filosofía, todo lo indie tiene su enclave allí.
La neobohemia palermitana hace evidente en la superficie un hedonismo de principios de siglo XXI muy diferente de la obscenidad menemoide de los 90, enmarcada en la cartografía ominosa de Puerto Madero. El hedonismo neobohemio palermitano expresa cuestiones similares al hipster norteamericano: pensamiento nativo, orillero, pero cosmopolita y esteticista. Aquí tal vez la filosofía espontánea provenga de esa "vuelta a las fuentes" –la argentinidad– procesada por ciertas huellas que no evaden la coolness. Lo hipster vivido en el sur implicó la reconversión de lo que se veía como placentero en la década "convertible" y ahora es una sutil forma de resistencia estética y política. La carne, la sangre y la leche están en el refinamiento y la sofisticación.
<b> Mantenete al tanto de las actualizaciones de ConexiónBrando.com a través de <a HREF="http://bit.ly/gY06LY" TARGET="_blank">Twitter.</a> Seguinos en <a HREF="http://bit.ly/e3Li89" TARGET="_blank">@ConexionBrando</a></b>
1
2Cómo atraer la buena suerte en Navidad 2025 con la planta de romero: el ritual que hay que realizar
3De Italia a Buenos Aires: llegó al país persiguiendo “el sueño americano” y abrió una de las heladerías emblemáticas de calle Corrientes
4Secretos de longevidad: el menú de la mujer que vivió 117 años



