La noche más joven
Cuando cae el sol, los adolescentes se adueñan de las calles de Villa Gesell
1 minuto de lectura'
Desde el Paseo 105 hacia el Sur, la avenida 3 de Villa Gesell es un circo. Malabaristas de fuego, payasos, magos, cómicos y cantantes mucho más que amateurs toman el asfalto de la calle más transitada como escenario de sus espectáculos gratuitos.
Desde la medianoche, no hay quien no se detenga en alguna de esas carpas invisibles, aun cuando algunos de los veraneantes habituales se quejen. "Los shows callejeros son los mismos de todos los años. Ya conozco los chistes de memoria", protesta una señora que, paradójicamente, permanece allí, en la ronda de público, aplaude con ganas y deja un puñado de monedas en la gorra de los artistas.
En esa marea de gente que va y viene decenas de veces por las mismas cuatro cuadras, hay que sumar a la infaltable plaga de tarjeteros de los boliches que, por todos los medios, intentan convencer a los jóvenes de que las pistas que ellos promocionan ofrecen diversión garantizada. Claro que, para que la persuasión sea efectiva, los muchachitos lindos y perfumados terminan por regalar entradas y entregar invitaciones con descuentos jugosos (igual, la clave es pedir más: el regateo está a la orden del día).
Mientras se espera la hora señalada para poblar las disco (nunca antes de las 2), un puñado de barcitos hace su apuesta en la avenida principal. Colorido, musicalizado con temas latinos audibles y con una galería de mesas siempre ocupadas, la cabaña Tolone resulta uno de los sitios más elegidos por los mayores de 25 años, tanto para el predancing como para pasar una trasnochada corta, en compañía de buenos tragos y picadas.
El Pueblo teenager
También en el centro, los clásicos de la noche gesellina sobreviven -cualquiera que en la última década haya pasado unos días en la villa escuchó hablar de Dixit (donde ahora los viernes están las fiestas de la radio La Mega) y Le Brique-. En esa zona, los seguidores del rock and roll tienen esta temporada su segundo hogar: La Reina programa recitales semanales con bandas locales (2 Minutos, El Otro Yo, Ataque 77, Babasónicos, Bersuit, Kapanga entre otros tantos).
A pesar de esa cantidad de chicas y chicos que exhiben, tatuadas en rojo sangre o pendientes del cuello, la afamada lengüita Rolling Stones, a la hora de salir a bailar la mayoría se encamina hacia la entrada de la ciudad, donde Pueblo Límite estalla.
Por tercer año consecutivo, el complejo nocturno de mayor convocatoria da que hablar (para llegar se puede tomar, sin cargo, el servicio de combis que parten del Paseo 105 y avenida 4). Es que el lugar de los bares tematizados, restaurantes, discotecas y terrazas al aire libre, tiene todas las de ganar. Cómo será que, cuando el reloj marca las cuatro ya pasadas, todavía en la puerta de acceso la gente espera su turno para sacar el ticket de entrada.
La elección de disfrutar de múltiples opciones en un mismo lugar físico sigue siendo la preferencia de los noctámbulos. Este año, Pueblo tiene el pub La Mega, con shows acústicos; un sector de comidas rápidas y otro de pastas; un azulísimo pool para los que prefieren algo tranqui , con drugstore y heladería; el vip exclusivo Federico de Alvear; y el patio al aire libre sembrado de puestos tropicales y dedicado a la música disco.
Por supuesto que, las estrellas de la noche, son las pistas: Club Retro (sucursal en el mar de la clásica y porteña disco de Flores) para escuchar dance, y El Modo, donde conviven los ritmos caribeños con el cuarteto de Rodrigo, que a toda hora suena hasta el hartazgo.
Aunque uno de los dueños del multiespacio, Pablo Martin, estime que la edad del público habitué varía entre los 18 y 30 años, resulta una misión casi imposible detectar a un mayor de 25. Incluso, son los adolescentes los que más le sacan chispas a la madrugada.
Para bailar sin parar y desinhibirse, las Falgos de regalo -conocidas pastillas antiresaca- y las latas de una bebida estimulante que se venden a $ 8 son top en cualquiera de las barras que se encuentran al paso. "Yo me tomé dos Speed con vodka y terminé corriendo alrededor del boliche toda la noche", se ríe de su experiencia un menor de edad.
Excitados, estos chicos -bien chicos- festejan que llegue el hombre portador de la pistola de agua, en versión etílica, y les diga "abrí la boca". Hay que estar ahí para comprobar cómo se pelean por ver quién muestra hasta la campanilla en favor de recibir el tan reclamado chorrito de tequila.
Y así sigue la marcha, hasta que amanece. Las primeras luces del día mandan a todos de vuelta a casa pero no alcanzan para frenar la euforia de vacaciones. La noche siguiente, todo vuelve a empezar. Y hay cuerda para rato.





