La realidad del freelancer no es (tan) rosa
"Hola, ¿qué tal? Te llamo para consultarte sobre un pago a nombre de Elena Paoloni, la factura es la 112, de mayo de 2014...
-Hmmm, no tengo nada para vos, estoy sin firma. Llamame la semana que viene.
Mi mañana arranca a las 8 AM, pero esa conversación recién puedo tenerla a las 10.30, cuando abre tesorería en la oficina de uno de mis clientes. Hoy me toca reclamar pagos y mandar las facturas de este mes, que voy a cobrar, con viento a favor, en 60 días.
Ser freelancer tiene un solo truco: administrar bien. Primero tu dinero, claro, pero, sobre todo, tu tiempo. Desde afuera, nuestro mundo es algo así como sentarnos con la notebook en un bar, almorzar en Palermo, ir al gimnasio al mediodía, tener la casa impecable y no madrugar nunca. Pero no, la realidad no es tan rosa.
Este mes, por ejemplo, volvió a subir la obra social, tengo tres entregas el lunes y me escribieron mal el apellido en un cheque que no se acreditó en la cuenta. ¿Aguinaldo y vacaciones pagas? Para mí, son como Papá Noel y los unicornios.
Lo bueno es que en esta vida no hay rutina. No me aburro nunca, aunque soy responsable de no quedarme quieta, de siempre estar buscando nuevas oportunidades, porque si no trabajo, no cobro, así de sencillo. Y así como hay días larguísimos que terminan a la madrugada y domingos completos de trabajo; también hay tardes libres para tomar café con una amiga o ir al gimnasio, aprovechar las promos de los bancos y tomar turnos ridículos en el médico, siempre y cuando haya ganado la batalla contra el jogging y esté lista para interactuar con el mundo.
Preparo un mate y vuelvo a chequear mi agenda. Llevo un calendario minucioso con todas mis reuniones, fechas de entrega, cobranzas y trámites, junto con mis compromisos personales. Una nota, una clase de yoga, una reunión con un cliente y un cumpleaños comparten el mismo espacio, porque todo mi tiempo es uno. Cualquier horario puede ser "de trabajo", pero siempre hay tiempo para un almuerzo casero y una caminata al sol. No me acuerdo de cuándo fue la última vez que corté a las seis de la tarde, es verdad, pero tampoco tengo la obligación de estar ocho horas frente a una pantalla ni cruzar la ciudad para sentarme a contestar mails en un escritorio de fórmica.
Y si bien por ahora no soy mi propia jefa porque dependo de mis clientes, ver los frutos de las decisiones que tomo cada día me hace sentir libre. En fin, creo que mañana voy a dormir media horita más. Ah, no, cierto que viene el plomero.
La autora es redactora freelance
Elena Paoloni