La rescataron enferma, creyeron que nadie querría adoptarla pero un mensaje las sorprendió: “Tuviera lo que tuviera, sería parte de nuestra familia”
La rescataron de una colonia de gatos en un barrio carenciado de La Matanza. Allí alguien la había abandonado sin demasiado preámbulo y con la indiferencia de quien se deshace de un objeto y no mira atrás. Costó atraparla porque estaba muy escondida y evitaba de todas las formas posibles el contacto con quienes intentaban ayudarla. Hasta que finalmente pudieron agarrarla.
Los primeros tres días que estuvo en su casa de tránsito casi no se dejó ver. Se mantuvo escondida, hecha un ovillo en un lugar oscuro donde nadie pudiera alcanzarla. “Si la tocábamos, temblaba. Fuimos a la veterinaria a los pocos días del rescate, tenía un traumatismo en un ojito, nos indicaron gotitas. Pero ponerle las gotitas daba mucho trabajo por su enorme miedo. Su estado clínico general era bueno, estimaron que tenía cuatro meses de edad. De noche comía y usaba las piedritas, de día, se mantenía escondida, siempre escondida”, recuerda Valeria Anselmi, parte del equipo de voluntarios de Gatitos de Belgrano Adopciones -la agrupación que rescata gatos en situación de calle, para alimentarlos, brindarles atención veterinaria y buscarles el hogar que se merecen-.
“Castrarla era riesgoso, había que esperar”
A la semana la pequeña gatita gris, a la que llamaron Graysie, regresó a la veterinaria para más controles. Se le realizó entonces un hemograma completo y estudios virales, con el fin de dar intervención a otro gatito en su proceso de socialización. Allí empezaron las malas noticias para Graysie: si bien las pruebas de PCR (una forma precisa de diagnosticar ciertas enfermedades infecciosas) dieron negativos de virales y micoplasma, su hepatograma no estaba bien.
Se decidió entonces hacerle a Graysie una ecografía. Las malas noticias continuaron: sus órganos estaban inflamados. “Había que esperar, tomaba un protector hepático, antibióticos y no presentaba signos clínicos preocupantes. Ella había empezado a jugar, a pedir mimos, poco a poco sus miedos iban desapareciendo para dar lugar a ronroneos y cabezazos. Pasaban las semanas, tuvo su primer celo y la veterinaria nos dijo que castrarla era riesgoso, más precisamente, era riesgoso una anestesia. Repetimos el hepatograma y si bien los valores no eran normales, habían mejorado”.
“Nos dijo que quería agrandar la familia”
Con más de veinte años de experiencia en rescates y rehabilitaciones de gatos, las voluntarias sabían que para Graysie lo mejor que podía suceder era encontrar un hogar pero tenía que ser un hogar muy especial. Por su salud, sería necesario que quien le abriera las puertas de su casa tuviera la experiencia y la disposición necesarias para dedicarle el tiempo y la atención que necesitaba.
Hasta que un fin de semana ese hogar tan buscado apareció. “Se comunicó con nuestras redes sociales Sebastián, un veterinario, y nos contó que él y Maximiliano querían agrandar la familia. Ya tenían una perrita, Chubaca, de 7 años. Les hablamos de Graysie, les compartimos fotos y brevemente su historia. Al día siguiente nos conocimos todos en la veterinaria de Sebastián. Se enamoraron de ella”, relata emocionada Valeria.
“Cuando hablamos con Max sobre la posibilidad de adoptar un gatito, me puse en campaña con varios rescatistas y tránsitos y me encontré con la historia de Graysie. Sabía que había sido abandonada junto a su hermano y que había fallado un primer intento de adopción. Lo charlamos y decidimos que tuviera lo que tuviera, íbamos a adoptarla igual. Por suerte hicimos sus controles y vimos que, de a poco, sus valores se iban normalizando”, dice Sebastián Rovey, a cargo de una conocida clínica veterinaria en el barrio de Palermo.
Los primeros dos días en su nuevo hogar fueron complicados. Brota, antes Graysie, temblaba y se escondía. Su nueva hermana la había recibido con mucha curiosidad. Con el correr de los días, la pequeña Brota se fue relajando, recorriendo los espacios, acercándose a Chubaca.
“Hoy se buscan, juegan, ella recorre la casa, se trepa a todo lo que puede. Hay días que amanece durmiendo al lado mío en un puff al lado de la cama y otras se sube a despertarnos. El día comienza con ladridos y maullidos, ronroneos, lamidos y besos. Todos desayunamos (las chicas y nosotros) y luego de ocuparnos de dejar todo listo en casa partimos cada uno a sus trabajos. Al volver, por lo general, la primera en recibirnos es Chubaca y detrás de ella Brota. Nos falta aun terminar de ganarnos su confianza plena pero recién pasaron dos semanas y ya se deja alzar, dar besos, nos marca con su hocico, no para de ronronear y de a poco se vincula más con Chubaca. Sentimos mucho amor por ella y estamos seguros de que es recíproco”.
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