La vida como obra de arte

En el principio fue un chip implantado en su pantorrilla. Después vino un gen sintético, que no existía en la naturaleza y que contenía en su interior una frase del Génesis en clave de ADN. Y luego llegó el conejo fluorescente que lo hizo mundialmente conocido. Eduardo Kac nació en Brasil en 1962, pero vive en Chicago desde hace 25 años y, lejos de pasar largas horas del día entre tubos de ensayo en un laboratorio, como uno podría imaginarse, lo suyo es el arte. De hecho, tiene un cargo como Board of Governors Professor of Art, el título de mayor distinción en la prestigiosa School of the Art Institute of Chicago, y sus obras se exponen en museos y galerías de arte de diversas partes del mundo.

Su tarea como artista siempre fue transgresora: en los ’80 integró en Brasil un movimiento que hacía osadas performances públicas como una forma de protesta contra la dictadura (llegó a vestir varios meses una minifalda rosa); en los ’90 comenzó a interesarse por el media art, que lo llevó a inventar algunas de las primeras obras de arte online y telepresencia; y cuando el siglo XXI estaba al caer, la biología y la biotecnología le sirvieron de inspiración para apropiarse de un nuevo lenguaje. Y nació el bioarte.

"Postulé el término bioarte en 1997, en el contexto de la obra Cápsula del Tiempo, que entre otros elementos incluía el implante de un microchip en mi cuerpo. Ese proyecto causó mucho revuelo y fue censurado, pero casi 10 años después recibió el Gran Premio en la Feria Arco de Madrid –señala Kac, en charla por Skype con la nacion Revista–. Empecé a hablar de bioarte porque esa obra significaba el pasaje de una práctica artística 100% digital a otra en la cual lo biológico ocuparía el lugar central."

Un año más tarde escribió el Manifiesto del Arte Transgénico "para precisar la dirección que yo iba a seguir en el interior de este campo más amplio que había creado. El bioarte es algo que no existía; es la creación, la comprensión de la lógica de la vida y el trabajo con los elementos de la vida, de la misma manera en la que trabaja la evolución, es decir, recombinándolos, modificándolos, o directamente creando vida. Esas son las tres direcciones posibles del bioarte. Siempre con base en la vida biológica; en algo vivo de verdad. No es representación, ni alegoría ni animismo", aclara mientras saborea una torta recién sacada del horno por su hija Miriam, de 18 años. "Todavía hay gente que hace fotografías de células o bacterias, dibujos, esculturas y piensa que es bioarte", se queja.

De la mano del temor por la cercanía del nuevo milenio, el miedo a los novedosos cultivos transgénicos y la irrupción de la enfermedad de la vaca loca, las creaciones de Kac consiguieron amplio espacio en los medios de comunicación y generaron acalorados debates académicos, científicos y a nivel de la sociedad. "En medio de todo eso llegó Alba, la coneja fluorescente, y para mucha gente fue un emblema de ese futuro inseguro", reconoce Kac.

La historia del conejo verde

En 1998, Kac publicó el texto Transgenic Art en Leonardo Electronic Almanac, la revista online más importante para los interesados en la aplicación de la ciencia y la tecnología al arte, donde propuso la creación de un perro fluorescente y su integración con el medio social. El perro no prosperó, pero, en cambio, en 2000 nació Alba, la famosa coneja portadora de un gen de medusa que le confirió la cualidad de volverse verde fluorescente al ser sometida a una luz especial. Más allá de los aspectos estéticos y éticos del arte y la ciencia, el nacimiento de Alba se vio envuelto, además, en una trama digna de una película de Hollywood, porque los directivos del laboratorio francés cuyos científicos habían ayudado a su creación nunca quisieron entregarle el animal a Kac.

¿Por qué Alba es una obra de arte y no un experimento científico, teniendo en cuenta que los animales transgénicos ya son algo frecuente?

El arte y la ciencia son cosas muy distintas. La ciencia se basa en la posibilidad de repetición: uno tiene una hipótesis, hace una investigación y llega a una conclusión; si otros científicos no pueden obtener los mismos resultados, esa conclusión no es válida. En el arte no interesa esta lógica, sino la individualidad, la personalidad, la emoción, el lenguaje del artista. Alba se tiene que entender desde este punto de vista. La obra GFP Bunny (que incluía la obtención de un animal fluorescente) parte de un vocabulario artístico, que es muy distinto de los vocabularios artísticos que se conocían hasta ese momento. La cultura cambia muy lentamente y es necesario entender que este es mi lenguaje artístico. Con el tiempo esta pregunta no se hará más… Nadie preguntaría en un museo por qué un cuadro de Matisse es una obra de arte.

¿El que no le hayan permitido sacar a la coneja de Francia para llevarla a su casa hizo que su proyecto original, que incluía la integración social del animal transgénico, quedara trunco?

No, porque lo más importante fue la creación de un ser vivo con características inusitadas; ese fue el proceso fundamental y lo logré. El debate que se generó en ese momento fue importante porque pasábamos de un milenio a otro. Estaba el temor al Y2K, había crisis de salud, parecía que se acercaba el apocalipsis. Pero para mí, Alba era parte de mi creación artística y, a la vez, representaba el sentido de la responsabilidad que yo tenía por haber creado una vida. Sí fue una lástima que el laboratorio rompiera el acuerdo y no me permitiera traer la obra a mi casa. Yo quería vivir con Alba y tener la responsabilidad personal sobre su bienestar.

Esa imposibilidad se convirtió para él en acción. Ideó la campaña Liberen a Alba en base a afiches, charlas y hasta banderas. "Transformé esa situación triste en creación, en movilización pública para contar su historia, para que Alba esquivara la censura que le impidió salir al mundo, que era mi objetivo", explica. A pesar de que la coneja murió, su legado sigue. "Todas las semanas, desde que nació hasta hoy alguien, habla de Alba. Se transformó en una especie de algoritmo que se autoperpetúa. Ahora tiene una vida lingüística, literaria, cultural. Se sigue repitiendo, clonándose a través de artículos, de fotos, de libros y, sobre todo, de Internet."

Criado en una familia judía de clase media de Río de Janeiro, Kac se reconoce poeta y reniega de la ciencia en tanto disciplina "sólo para entendidos".

¿La ciencia es sólo una necesidad de su arte o algo que le interesó siempre?

Vengo de la poesía. Y la poesía sigue teniendo un lugar central en mi vida. Me interesa la dinámica entre lo filosófico y lo poético. Lo filosófico, como una reflexión que nos permite comprender el entorno. Y lo poético como el hacer. Creo que la poesía consiste en introducir en el mundo algo que no existía. A partir de eso, hay que reorganizar el mundo para que lo nuevo pueda ocupar su espacio. Al principio, el poeta hizo su trabajo con el lenguaje, que tiene elementos distintos, una lógica combinatoria y un contexto. La vida también tiene elementos distintos, una lógica combinatoria y un contexto. Los tres son absolutamente necesarios –simultáneamente– tanto para que el lenguaje produzca sentido como para que lo vivo pueda vivir. Entonces, veo una continuidad entre mi práctica poética y mi práctica de bioarte. Y eso no tiene que ver con ciencia ni con tecnología, sino con poesía, con la creación artística, con el lenguaje; con estar presente en el siglo XXI y hacer un trabajo que, espero, pueda comunicar la emoción de la maravilla de la vida al espectador.

¿Cómo se mantiene informado de las novedades de la ciencia para cada nueva obra?

(Piensa mucho) Yo tengo una perpetua curiosidad omnívora, me intereso por todo. Estoy siempre leyendo, conversando, viajando, buscando estar en la vida, estar en el mundo. No privilegio ningún campo de la reflexión; me intereso por las cuestiones del presente y, sobre todo, por inventar el futuro, producir futuro en el presente. No tengo un método…

¿Piensa en el impacto a la hora de crear?

Mi interés no es provocar a nadie; ni a las instituciones ni a la gente. Mi interés es seguir desarrollando mi lenguaje artístico. Comprendo que lo que busco desarrollar puede, en determinado momento, estar en desacuerdo con el mainstream (lo establecido), pero el mundo termina pareciéndose a mis obras. Ahora, por ejemplo, en los hospitales se implantan chips a los pacientes; las personas que viajan a Ibiza se colocan chips para no tener que cargar la tarjeta de crédito cuando van a la playa. El mundo termina por tener la cara de mis obras 10, 20, 30 años después.

Una flor humana y un libro olfativo- Para sus últimas obras, Kac requirió de nanotecnología

Génesis (1998/1999): "Es una obra de arte transgenético que explora la intrincada relación entre la biología, los sistemas de creencia, la tecnología de la información, la interacción dialógica, ética e Internet", describe Kac. Se trata de una instalación en base a un gen sintético creado por él. Lo hizo traduciendo una frase del Libro del Génesis en código Morse, y convirtiendo el código Morse en una base de pares de ADN siguiendo un principio de conversión especialmente desarrollado. Luego introdujo el nuevo gen en una bacteria Escherichia coli contenida en una placa de Petri, a la que exhibió en el medio de una sala. Los visitantes podían encender una luz ultavioleta, generando de esa manera mutaciones reales a la bacteria. Estas, a su vez, modificaban la frase bíblica. Al finalizar la exhibición, el ADN modificado se tradujo otra vez al código Morse y luego al inglés.

Historia Natural del Enigma (2003/2008): Es un plantimal, una nueva forma de vida creada por Kac. Se trata de una flor, que es un híbrido entre una petunia y el propio Kac, ya que se le transfirió ADN del artista al vegetal. El bello ejemplar fue bautizado Edunia.

Aromapoesía (2011): Es un libro que contiene 12 composiciones olfativas. "No son perfumes. Si alguien intenta ponerlos en su piel se va a quemar; son obras de arte olfativas, hechas para tener una experiencia con la nariz. Cada una tiene un título, pero éste no explica nada, sólo ayuda a generar una esfera olfativa-estética-sensorial", aclara Kac. La obra requirió de nanotecnología para unir una capa muy delgada de vidrio a cada página para atrapar los aromas y liberarlos muy lentamente. "Ninguno de los poemas olfativos tiene texto. Sin la nanotecnología, las fragancias se disiparían y los aromas se dejarían de experimentar después de unos días", explica.

"Kac es un pionero"

Por Rodrigo Alonso*

Eduardo Kac es un artista que, básicamente, es un investigador y que ha ido trascendiendo los medios con los que trabaja. Fue un precursor en el uso de las nuevas tecnologías, sobre todo en lo relacionado con lo digital. Y luego fue avanzando, haciendo una reflexión constante sobre el cuerpo y la tecnología.

Por encima de todo, Kac es un pionero. Es quien inventó el término bioarte y vio la relación entre creación artística y creación de la vida, sin prejuicios, aun teniendo en cuenta que se ha involucrado con cuestiones muy delicadas. Si bien su trabajo tiene un resultado artístico, lo que busca es generar una reflexión de cómo la vida y los cuerpos de las personas se están transformando a partir de la inserción cada vez más profunda de la tecnología en el universo humano.

Aunque el bioarte sigue siendo una propuesta experimental, que aún no se ganó un lugar dentro del arte contemporáneo, sino que circula en ámbitos especializados, su obra es cada vez más visible. No se puede saber si en algún momento será más masiva, pero sí considero que será un hito dentro del arte contemporáneo y que Kac va a tener su lugar en los libros.

*Curador y profesor de Arte Contemporáneo en la UNTref y IUNA

Luciana Díaz

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