Carpi fue víctima del mascotismo ilegal; un llamado para recibir asesoramiento puso en alerta a un veterinario especializado en animales autóctonos.
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La encontró cuando tenía pocos meses de vida. Aunque nunca estuvo claro dónde ni cómo dio con ella, lo cierto es que esa tarde un llamado para recibir asesoramiento puso en alerta al médico veterinario argentino Marcos Fiotto. Del otro lado de la línea, una mujer explicaba que buscaba informarse sobre qué darle de comer al carpincho hembra que tenía en su casa y a la que había bautizado Carpi.
“Inmediatamente, por vía telefónica, comencé a explicar que tener un carpincho es ilegal, por más que se trate de un animal rescatado. Hablamos de la importancia de las zoonosis, es decir, las enfermedades que se transmiten de los animales al hombre. Es muy frecuente que los carpinchos criados en cautiverio con condiciones inadecuadas de hábitat y nutrición, sean propensos a padecer sarna sarcóptica que se transmite al hombre, al perro y al gato. Y, obviamente, hablé sobre la importancia de la derivación a una institución especializada en rehabilitar fauna silvestre, ya que cuanto más tiempo pasa el animal con una persona, más se impronta o humaniza y eso impide su pronta liberación”, explicó el veterinario dedicado al rescate de animales salvajes autóctonos y a la educación ambiental.
Tierno pero peligroso para el animal
Luego de una larga charla, Fiotto acordó con la mujer que recibiría a Carpi para hacerse cargo del caso, estudiar cuál era su estado de salud y evaluar su posible liberación. La persona accedió a llevar a Carpi al Centro de Rescate y Rehabilitación de Fauna Silvestre Granja los Pibes, en la localidad de Tandil, provincia de Buenos Aires, para su correcta crianza, rehabilitación y posterior reintroducción. Una vez que se encontraron, el veterinario pudo saber que la crianza en cautiverio de Carpi había tenido varios errores “humanos”.
“A nosotros algunas acciones nos parecen tiernas pero, biológicamente, se alejan mucho de la realidad. Por ejemplo, Carpi dormía con personas. Además del riesgo de enfermedades zoonóticas, están las que transmite el hombre a los animales. Además de generar severos trastornos de conducta, dormir con un carpincho podría haber comprometido seriamente la posibilidad de reintroducir al animal a su ambiente natural”.
Otro detalle, y no menor: Carpi convivía con perros. El perro es un animal predador por naturaleza y el carpincho un animal presa. Esto pudo haber generando en Carpi cierta “tolerancia” a la presencia de predadores, algo que jugaría en contra a la hora de liberarla ya que debería huir de estas especies, y no acercarse.
Los errores en la alimentación
Lo más complejo fue el tema de la nutrición adecuada. “Hay un error de concepto social que establece que si un animal come determinado alimento, este le hace bien. Y lamentablemente, en especies silvestres, es todo lo contrario. Carpi era alimentada a base de frutas, pocos vegetales, un alto contenido de harinas (galletitas, fideos, etc.) y semillas de maíz en la dieta. Todo completamente alejado de lo que come un carpincho naturalmente, que es materia vegetal de las lagunas. En resumen, básicamente el pasto debería ser del 70% al 80% de su dieta diaria”.
Debido a la dieta inadecuada, muchas veces los animales rescatados presentan problemas de desarrollo o en el hígado, muchas veces incompatibles con la vida. De allí la importancia de la derivación temprana a un centro de rescate especializado en estas especies.
En u primer examen clínico, Marcos Fiotto pudo constatar que Carpi se encontraba en un estado de salud clínico bueno. Pero eso era solo una visión y chequeo externo. Era necesario hacerle un estudio de sangre. “Procedimos a realizar un chequeo bajo contención química (sedación) para una exploración más profunda y tomar muestras para distintos estudios”.
Volver a la vida en libertad
Para su rehabilitación, Carpi vivió primero en una zona de cuarentena. Allí se la habituó a alimentarse correctamente. Luego de ese período de adaptación, pasó a un recinto exterior. Separada por alambrado, podía ver otros carpinchos (que lamentablemente no se pueden liberar), lo cual es de vital importancia para que aprendiera a reconocer a los de su misma especie.
Pasado el tiempo de adaptación al recinto exterior y sus compañeros, el equipo a cargo de Carpi decidió que había llegado el momento de liberarla en un humedal de la localidad de Tandil. A Carpi se le colocó un microchip de lectura manual. “Esto nos sirve por si en un futuro vuelve a nuestra institución. Entonces tendremos una pequeña base de datos sobre ella. Sabemos que lo ideal es un monitoreo satelital o por radio satélite, pero lamentablemente no contamos con ese recurso ya que casi todo el trabajo de atención, rehabilitación y educación ambiental, lo hacemos de manera voluntaria”.
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