Sentía que su país no le abría las puertas a un futuro prometedor como artista y emigró a la Argentina, una tierra que lo ayudó a volar
Henry Anglas apenas era un niño cuando su pasión por el dibujo comenzó a brillar. Un papel y un lápiz bastaban para que su imaginación vuele a través de los trazos que, con los años, cobraban cada vez más vida. Así fluyeron sus días hasta llegar a su adolescencia, que lo halló compenetrado en la creación de retratos minuciosos e impactantes.
Aún no había cumplido los 18 años, cuando una creencia invadió sus pensamientos: con sus dibujos se elevaba, pero en su país, Perú, no podía volar. Allí, en su querido suelo natal, parecían no existir puertas que lo llevaran hacia un futuro prometedor como artista.
Fue así que el joven pensó en su madre, aquella mujer valiente que cuatro años antes lo había despedido con lágrimas al partir hacia la Argentina, con la intención de hallar un empleo que le permitiera ayudar a su familia. “Argentina”, pensó Herny, con la ilusión de que tal vez allí habitaban sus sueños cumplidos y un buen futuro.
“Mis amigos no entendían nada, porque iba sin un plan, apenas tenía 18 años y muchas dudas en mi cabeza, pero mi madre siempre me dio mucha esperanza y le agradezco, porque fue ella la persona que emprendió sola un camino que fue forjando con los años y con trabajo duro”, cuenta con orgullo. “El viaje a Argentina fue una necesidad; en lo profesional, no me encontraba en mi país de origen”.
De pronto, nuevas formas comenzaron a dibujarse en el horizonte. Desde pequeño, Henry soñaba con ver el mundo y el primer paso se había presentado ante él. Jamás olvidará aquel viaje en avión, sentía que no sabía dónde iba y estaba emocionado por conocer, al fin, algo nuevo: “Emoción por conocer culturas, lugares y personas; emoción por salir de mi zona de confort. La idea era ir solamente de visita pero me gustó tanto que al final tomé la decisión de quedarme”, confiesa con una sonrisa.
La llegada a Buenos Aires y el arduo camino de adquirir experiencia
Los comienzos fueron extraños, como en todo volver a empezar. Buenos Aires emergió inmensa y efervescente y, pronto, Henry descubrió todas las dimensiones de una urbe colmada de expresiones artísticas, tanto en su superficie como en los submundos de las galerías y los tantos barrios porteños.
En su familia, Henry no era el único que tenía el don del dibujo. Su hermano, tres años mayor, contaba con habilidades similares que, cierto día, comenzó a volcar en el arte de perpetuar una imagen sobre la piel, un legado que, en su nueva tierra, Argentina, Henry decidió que se convertiría en un estilo de vida: “Mi hermano, Frank, fue quien me inspiró y me dio las herramientas para empezar”.
Sin embargo, tatuar, crear una imagen indeleble, implicaba una responsabilidad sin margen de error, Henry lo sabía, y la competencia en “la ciudad de la furia” era ardua. Entre trabajos alternativos, los primeros años en Argentina se transformaron en tiempos de prueba y error, a fin de alcanzar su sueño de convertirse en tatuador: “Son tantas las dudas que tenés que, si lo hacés mal, es como cometer mala praxis: la piel sufre. El tatuador tiene que superar esos miedos. Es normal sentir esa presión porque el margen de error es nulo”.
Para practicar, Henry decidió regalar su trabajo a gente carenciada. Optó por ir a una villa y obsequiar tatuajes a personas que no solo no tenían problemas, sino que solían realizarse tatuajes caseros y se mostraban entusiasmados ante la posibilidad de lucir algo mejor: “Yo practicaba y ganaba experiencia”, explica.
Regalar tatuajes en Villa 31 y Villa 1-11-14: los miedos iniciales y la inmediata aceptación
En un comienzo, la idea de tatuar en barrios carenciados le generó mucho miedo. Y así, envuelto en temores, Henry llegó a la Villa 31 y, tiempo después, al barrio Ricciardelli (Villa 1-11-14); se adentró asustado, sin saber cuáles eran los códigos de aquellos lugares ni cómo lo iban a recibir. Las dudas, a su vez, se veían acrecentadas por la oscuridad: el joven peruano trabajaba en un lavadero de autos desde las 8 hasta las 20, por lo que debía acercarse de noche.
“Desde siempre me aceptaron con la mejor actitud, y después de ir varias veces me recibían lo más bien e incluso me comenzaron a recomendar entre sus conocidos, por más que fuera un aprendiz. Así fue más sencillo llegar a más personas”.
“Era lo que necesitaba ya que debía poner en práctica los conocimientos básicos que tenía sobre el tatuaje. Para acercarme les mostraba mis dibujos en lápiz y los retratos que hasta el momento había realizado, entonces les comentaba que estaba aprendiendo a tatuar y que quería realizar retratos, además, yo ponía todos los implementos necesarios, como tintas, agujas, etc, en ese momento practiqué mucho realismo y sombras, era lo que más me llamaba la atención”.
El sueño cumplido en una Argentina que “te hace sentir en un verdadero hogar”
Finalmente, a los 23 años, Henry decidió que iba a ser exclusivamente tatuador y optó por un camino muy particular: el realismo, un estilo por demás exigente que lo llevó a instruirse en seminarios y a través de la observación de colegas que admiraba.
“Para lograr el sentimiento que está transmitiendo la fotografía se requiere mucha práctica. En la ilustración no hay algo más difícil o más fácil, sino que es muy técnico. Lo difícil es mantenerse inspirado, fresco, con esa pasión que le vamos a dedicar a ese trabajo, y para eso tengo varias cosas que hago: voy a museos, me compro libros, pinto, me junto con artistas e intercambio opiniones, voy a convenciones a competir. Eso nutre muchísimo. Observás a las personas y aprendés de los que ganaron. La exigencia personal, la pasión que le dedicás tienen mucho que ver. Me retroalimento de mis propios colegas y artistas. Es una competencia sana y exigente”, reflexiona.
Argentina, finalmente, había transformado su sueño en realidad. Tras años de esfuerzo, Henry cosechó una importante cartera de clientes, no solo en su país adoptivo, sino en el mundo, ese mundo que, desde niño, soñaba con conocer: “Dentro de todo los países que he conocido, Argentina siempre me hizo sentir en casa. A pesar de conocer muchas culturas, hoy en día no consigo dónde estar mejor que en este país. Argentina tiene esa fusión perfecta entre Europa y lo latino, acá son muy amistosos, siempre con un abrazo, demuestran su afecto. Es ahí donde te hacen sentir en un verdadero hogar, para mí la gente es algo muy impactante porque son ellas las que buscamos para conectarnos”.
“Hace siete años que doy seminarios a fin de compartir mi experiencia para que a otros no les cueste tanto como a mí”, continúa Henry, quien publicó su libro Anyone Can Tattoo, en el que vuelca toda su experiencia y cuenta los secretos de su arte. “Es para tatuadores que quieren aprender todo sobre este estilo del realismo, este libro es como una botella arrojada al mar que llegará a la persona que más lo necesite cuando tenga que llegar”.
“Si uno es bueno en Argentina puede serlo en cualquier parte del mundo”
Hoy, Henry recuerda con orgullo a aquel niño soñador que alguna vez fue y que se animó a seguir los pasos de su madre hacia un país desconocido. Muchos años pasaron desde sus épocas en Perú, donde un lápiz y un papel eran suficientes para transportarlo. Para el artista peruano, jamás hay que bajar los brazos en pos de vivir de nuestras pasiones. Y, para él, Argentina fue sin dudas su lienzo en blanco, acompañado por colores y herramientas a su disposición para verlo crecer.
“Y Argentina es un lugar donde les gusta y apoyan a los artistas. Desde el primer momento siempre me han apoyado, y es eso lo que te da fuerzas para impulsarte a mejorar diariamente. En cada trabajo que hago siempre le dedico al 100% para convertirlo en un vínculo eterno. Al tatuar a una sola persona por día le dedico toda mi energía y esto se debe a que en este país siempre me siento inspirado. Si uno es bueno en Argentina puede serlo en cualquier parte del mundo”, afirma Henry, quien a lo largo de su carrera ha viajado por toda Latinoamérica y gran parte de Europa, y se ha ganado el reconocimiento, acompañado por innumerables premios, nacionales e internacionales.
“Siento realmente que aprendo de la cultura argentina; me enseña a esforzarme constantemente, y a nutrirme ya sea en un asado o una reunión con tatuadores. Soy una persona de pocos amigos pero los que tengo valen mucho porque me hicieron sentir bienvenido y me enseñaron todo sobre este hermoso país. Sé que Argentina no está pasando por un buen momento, pero aun así elijo vivir aquí y lo elijo como mi hogar”, concluye.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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