Ivana Fahler (41) tenía un negocio de ropa en Villa Allende, una ciudad ubicada a unos 20 kilómetros del centro de Córdoba Capital. En 2012 Raúl, su papá, que había trabajado como vendedor de autos durante muchos años, se quedó sin empleo. En ese momento una amiga le recomendó que ella pintara unas macetas para que su padre intentara venderlas en una feria de artesanos en la plaza San Martín.
"Realmente él estaba muy mal anímicamente, cumplía 65 años, se tenía que jubilar, pero quería seguir trabajando. Entonces, invertí $ 600, pinté 30 macetas y mi papá vendió 25 en tres días. En ese momento pensé que se trataba de un mensaje, era como una oportunidad para empezar a hacer otra cosa a nivel laboral", recuerda Ivana, a la distancia.
- -Hagamos una cosa: yo te pinto más macetas para que vos vayas a vender a los viveros –le propuso Ivana.
- -Bueno, voy a probar –le contestó su papá.
Perseverancia y entusiasmo
Después de un tiempo de vender las macetas a los viveros, Raúl comenzó a hacerlo al costado de la ruta, en el pasto, en una reposera, tomando mate y escuchando la radio. Lo hacía entre ocho y 10 horas por día. No importaba si hacía frío o calor. Él siempre decía presente. Luego, fue implementando otros puntos de venta, pero siempre en la calle.
"A medida que iba vendiendo se fue entusiasmando, fue levantando su estado de ánimo porque estaba en movimiento. Él fue muy perseverante y sino vendía un día al otro día se levantaba e iba igual. Y yo pintaba como una burra ya que al principio seguía teniendo mi negocio y lo hacía a la hora de la siesta, a la madrugada, y los sábados y domingos para que mi papá tuviera ese ingreso", recuerda, orgullosa.
DesestresArte
Después de la experiencia de su papá, Ivana vendió su negocio y comenzó a vender macetas. En los locales que visitaba muchas personas le preguntaban por qué ella no brindaba talleres, aunque al principio no se veía en ese rol. Sin embargo, al poco tiempo realizó un taller de banquetas con neumáticos y a partir de ese momento se dijo para sí misma que si otras mujeres podían hacerlo, ella también.
De esa manera, comenzó a armar los primeros talleres en su casa. Su mamá, Luisa, jubilada, la ayudaba preparando el mate y comida casera para que sus clientas se sintieran a gusto y relajadas. "Yo las recibía con todo listo para trabajar y para deleitarse porque quería que tuviera un valor agregado, que llegaran y se sintieran como en sus casas", expresa Ivana.
A medida que fueron creciendo la cantidad de alumnas en sus clases de armado de banquetas con neumáticos, Ivana se dio cuenta que tenía que incursionar en otros rubros. Fue así como agregó cursos de mosaiquismo y de pintura, entre otros. Fue en ese momento que creó la fan page en Facebook DesestresArte.
"La mayoría de las veces me reciben en sus casas y es algo increíble"
En 2016, tras vivir tres meses en México, Ivana regresó a Córdoba y se dio cuenta que su emprendimiento debía dar un giro, percibió que la gente necesitaba comodidad por lo que decidió comenzar a viajar para dar los talleres, al principio, por el interior de su provincia. En ese momento tenía un auto pequeño, le sacaba el asiento de atrás, lo hacía tipo camioneta y en ese espacio colocaba sus elementos de trabajo. Luego, adquirió un auto más grande y le colocó un equipo de gas para poder reducir los costos. Desde ese momento, todos los días lo carga con mesas de madera, neumáticos, pinturas, pinceles, telas, goma espuma y venecitas, entre otras cosas.
Y los viajes comenzaron a extenderse por Mendoza, San Luis, Entre Ríos, Santiago de Estero y Buenos Aires. "Intento no cobrar más caro afuera, me hago cargo de los costos del viaje, pero priorizo juntar más o menos 30 o 35 personas por taller. Además, disfruto del lugar, paseo y me gusta mucho conversar con las chicas. La mayoría de las veces me reciben en sus casas y es algo increíble porque no me conocen y me dejan la llave para que me quede a dormir y no gasto en hotelería que es algo caro".
"Una palabra que te levanta el ánimo"
Ivana cuenta que trata de que los talleres sean simples para que todas lo puedan hacer. "Les digo que no me voy hasta que cada una se pueda llevar el trabajo terminado a su casa porque asumo el compromiso de que ellas estén felices con lo que hacen. Por suerte, casi siempre que me voy me preguntan cuándo voy a volver y eso es muy gratificante porque yo le pongo mucha energía".
Además, Ivana, por su empatía y por su solidaridad, comparte con sus alumnas la historia de su emprendimiento con un mensaje esperanzador para que ellas también puedan llevarlo a cabo. "He conocido gente que ha venido al taller para desestresarse y compartir un espacio con otras pares y claramente no solo es lo que se ve, también es una palabra que te levanta el ánimo, una historia que las puede motivar, es fuerte, se generan otras cosas, yo las aliento todo el tiempo. Hay un montón de alumnas que hoy viven de eso y me agradecen a morir", dice, orgullosa". "Dejar una huella importante puede lograr cambios increíbles", agrega.
Ivana, además, puso un negocio de artesanías en la ruta que atiende todos los días su papá. "Él es el vendedor, tiene un sueldo, con eso se puede pagar su alquiler y otros gastos. A mí me da mucha paz, tranquilidad y agradecimiento poder ayudar a mi papá porque todo lo que soy es por haberlo visto a él laburando, haberse caído y haberse levantado. Imaginate lo que logré con $ 600, es una locura. Lo que hice para sacar a mi papá de la depresión cambió también mi vida", concluye.
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