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Era una mañana ventosa de octubre cuando recibió un mensaje de Whatsapp de un compañero de trabajo que la alertaba sobre un perro atropellado en la autopista. Bajó apresurada del colectivo y se acercó al lugar que le habían indicado. Efectivamente, allí estaba el perro, tendido sobre el pasto. “Había aparecido metro y medio dentro de la zanja que linda la autopista Panamericana, estaba mirando hacia arriba en silencio como pidiendo ayuda. Un compañero que había ingresado horas antes lo vio y, sin dudarlo, se metió, lo sacó y lo dejó a un costado visible sobre la entrada de la puerta de ingreso al personal”, recuerda Victoria Catalano.
En cuanto se acercó, supo que el animal necesitaba ayuda de inmediato: estaba frío, temblando, lleno de barro, aun con pulso pero respiraba con dificultad, sus patas traseras no se movían. “Crucé rápidamente hacia el otro sentido por el túnel que conecta ambas manos y pedí una caja grande. Con ayuda de mi compañero lo tomamos en brazos y lo acomodamos cerca de mi puesto en la cabina del peaje”.
“Cuando lo llevamos a la veterinaria, el panorama era desolador”
Las horas que siguieron fueron de pura tensión. Aunque no era la primera vez que ayudaba a un animal en problemas, Victoria sabía que el tiempo corría en contra. Mientras trabajaba en la cabina del acceso Norte peaje Campana del km 33,7, monitoreaba al perro de pelaje blanco al que había bautizado Olaf: le daba agua, le ofrecía algo de comida, lo acariciaba y se aseguraba de que, poco a poco, recuperara la temperatura.
Finalizada la jornada, Victoria llevó a Olaf a su veterinaria de confianza. “El panorama era desolador, nos habían dicho que Olaf había sido indudablemente atropellado, un auto había impactado de manera muy violenta sobre él y el golpe lo había arrojado con fuerza en la zanja donde lo habíamos encontrado. El diagnóstico era complicado: cadera fracturada -pubis e isquion del lado izquierdo-, fractura multifragmentada en tibia y peroné en una de sus patitas traseras, y su vejiga rota con el abdomen lleno de orina y coágulos de sangre. El pronóstico era reservado y grave, ya que presentaba vómitos, y las posibilidades de pasar la cirugía eran de un 20%. Nos sugirieron la eutanasia. Fue bastante duro escuchar todo sin desmoronarnos. Sin embargo, decidimos enfrentar la situación, confiar en él y depositar nuestra esperanza y todo nuestro amor, eligiendo quizás el camino más difícil y duro, pero que al fin y al cabo fue lo que le salvó la vida a Olaf y le dio una segunda oportunidad”.
Había llegado el momento de dedicar todos los esfuerzos a juntar el dinero necesario para poder costear la cirugía, que en ese momento no teníamos, una situación a la que se enfrentan a diario todos los que rescatan animales. “Entre la desesperación y la esperanza publicamos en nuestras redes sociales. Y, gracias a la cadena que se realizó y la colecta interna solidaria que emprendieron los compañeros de peaje -y la idea de la hija de 10 años de una compañera, se armó una cajita de cartón solidaria en el comedor-. Así pudimos juntar el dinero y finalmente solventar la cirugía que teníamos que pagar”.
Luego de varias horas en el quirófano, Olaf pasó la cirugía. Cuando le dieron el alta, Victoria lo llevó a su casa, acondicionó un espacio para él y lo monitoreó de cerca, minuto a minuto para asegurarse de que todo saliera según lo indicado. El cuidado y amor hacia Olaf le permitió a Victoria mostrar todo el trabajo que realiza en forma silenciosa hace más de ocho años.
“Desde que ingresé a trabajar en la autopista, comencé con el rescate de animales que aparecen en la traza de la Panamericana. En muchos casos se encuentran perdidos, en otros simplemente deambulan a su suerte y terminan ingresando a la traza. Afortunadamente hemos tenido muchos reencuentros y finales felices y en otros casos les damos una segunda oportunidad y les buscamos una familia de adopción”.
“Había otros como yo que amaban a los animales”
Olaf se convirtió en el motivo por el que muchos de los compañeros de trabajo de Victoria se levantaban cada mañana para aportar su granito de arena en la recuperación del perrito. “Pronto se corrió la voz y se fueron sumando nuevos compañeros al grupo de rescate que tímidamente se estaba formando. El entusiasmo fue enorme, había otros como yo que amaban un montón a los animales, y eso nos unía cada día más”.
Hoy Victoria ya no está más sola. Junto a sus compañeros conforma @rescataditosdelsol, un equipo de 30 personas que se mantienen alerta en el peaje, asisten a animales atropellados perdidos y juntan dinero para poder costear el alimento y los tratamientos veterinarios de cada uno de los rescatados. “Desde nuestro espacio tratamos de trabajar en la concientización, en la adopción responsable, en la convivencia responsable, en la importancia del traslado seguro de nuestros amigos de 4 patas, en el uso del cinturón de seguridad para ellos también y en caniles de protección para que no ocurra ningún accidente y podamos viajar seguros en familia”.
Y continúa: “ojalá nuestra historia sirva para que nos conozcan, para contagiar las ganas a otros, para que estos gestos se repliquen en otros concesionarios y ramales. Ojalá en algún momento podamos tener las herramientas suficientes para poder atender todos los casos, porque es tan alta la demanda que no llegamos con todos ellos. Soñamos con tener algún espacio físico, para poder armar caniles, transitar de forma segura y rescatarlos a todos para poder ponerlos a salvo”.
Olaf estuvo cinco meses en la casa de Victoria. Atravesó diferentes cirugías y pasó con éxito su tratamiento. Hoy tiene una vida feliz y plena, lejos de la calle, lejos del peligro con una nueva familia que lo ama y lo quiere. “Su mamá es Valeria. Vale estaba atravesando una enfermedad en ese momento, así que ambos se conocieron de una forma muy especial en sus vidas, el amor fue instantáneo, ambos sanaron juntos y a la par. Sin duda alguna, involucrarse salva vidas y Olaf es un claro ejemplo de que la empatía es el camino”.
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