Maschwitz, un refugio natural
A 44 km de la Capital, esta zona se ha convertido para muchos en un oasis que combina la estética de pueblo con un espíritu moderno, sustentable y alternativo
"Es una casa que no contamina. Si yo tiro una pared al río, puede llegar a degradarse en menos de una semana. No es otra cosa que arcilla, paja y arena. No utilizamos ningún material que dañe el ecosistema. No hay hormigón ni plásticos y tampoco ninguno de los derivados del petróleo. Como estamos sobre un humedal, lo mejor es que la casa flote, y si vamos a impactar en el medio ambiente, que sea lo menos posible", dice a la nacion Nahuel Foronda, junto a la casa que él mismo construye en el Econáutico Hipocampo, en Ingeniero Maschwitz. ¿Por qué en Maschwitz? "La familia de mi mujer siempre tuvo casa en el Delta, era terreno conocido para nosotros. Pero cuando encontramos el proyecto del Econáutico, nos decidimos. No me preguntes por qué, pero hay en Maschwitz una movida que se relaciona con lo alternativo, gente devota de lo orgánico, lo sustentable, que elige una educación diferente para sus hijos [hay tres escuelas Waldorf en la zona] y una comunidad fuerte vinculada con lo artístico que se mueve a otro ritmo, más lento, el mismo espíritu que nos mueve a nosotros."
Quizá sin darse cuenta, o sí, Nahuel describe casi a la perfección un fenómeno que comenzó a gestarse aquí hace casi una década y que, en estos últimos años, floreció por completo. Sintonizar con la naturaleza, ésa es la premisa de los que eligen Maschwitz. Basta con apuntar al kilómetro 44 de la Panamericana (ramal Campana), para vivir ese clima de pueblo del que todos hablan. Un pueblo que creció -y no sólo apuntalado por la construcción de emprendimientos inmobiliarios-, sino que pegó el estirón de la mano de talleres de arte, escuelas de teatro y música, almacenes orgánicos y un polo gourmet diverso, con pequeños bistrós que encantan a cualquiera. También hay locales de diseño, artesanías, antigüedades, jugueterías didácticas y un espíritu self-made en cada una de las propuestas que nutren los tres paseos sobre la calle Mendoza, el epicentro comercial de la zona con irrevocable aire de veraneo; un encanto que, por su buen gusto y sencillez, convoca a locales, gente de otras localidades y turistas. Para algunos, Maschwitz es el vecino hippie chic de Pilar; el pueblo que supo transitar por el complejo camino del crecimiento repentino sin poner en riesgo la madurez deseada. Algo de razón tienen. Pese a la burbuja country que también se adueñó del lugar, Maschwitz conserva su añosa arboleda, sus quintas y su clima de comunidad puertas afuera, sus costumbres más pueblerinas como la de ir a comprar al almacén con las canastas de zuncho. Aunque algunos advierten: "Ojo, tampoco queremos correr el riesgo de apalermizarnos".
El temor de sus habitantes de "parecerse" a Palermo reside, sobre todo, en la posibilidad de que el lugar se masifique, se ponga de moda. Los defensores de Maschwitz bregan por defender su identidad, su esencia de pueblo. Es que la llegada de gente de la zona norte y sur de la ciudad de Buenos Aires se multiplica año tras año.
Mariana Souto tiene su almacén orgánico, La Almaserena, en el Paseo Mendoza. Sus hijos van a la escuela Clara de Asís, uno de los precursores en enseñar la pedagogía Waldorf, y confiesa a la nacion que antes de llegar aquí había probado suerte en Tandil y luego en Pilar. "Mi primer terreno fue en Pilar, pero enseguida me di cuenta de que yo no encajaba en ese perfil, así que vendí todo y me compré una casita acá, y la verdad es que hoy no lo cambio por nada. Todos los productos que vendo en el almacén provienen de un campo biodinámico en Escobar. Pero mi filosofía de trabajar con lo orgánico no tiene tanto que ver con el certificado de calidad, sino con saber cuál es el origen de cada producto."
Además de su verde innegable y de conservar algunas calles de tierra, los vecinos de Maschwitz se ufanan de la movida artística y cultural que supieron cosechar en estos últimos cinco años. Los artistas Inés Repetto y Milo Locket tienen sus talleres en el Paseo Mendoza, por ejemplo, y es usual verlos trabajando alguna tarde. Actores, directores de cine, músicos y modelos también han elegido la zona para vivir. Para refugiarse del caos urbano, para volver a retomar el contacto perdido con la naturaleza, para que sus hijos vuelvan a compartir la vecindad puertas afuera y, como parte de ese cambio, hoy todos aseguran sentirse un poco turistas cuando deben ir al centro por cuestiones de trabajo.
Dentro del ámbito artístico -y entre comentarios risueños-, algunos dicen que la "culpa" es de Érica Rivas. Los directores de cine Santiago Giralt y Natalia Smirnoff se radicaron en este lugar por recomendación de la actriz de Relatos salvajes, que se mudó al pueblo ya hace casi diez años, y se transformó en una de sus principales promotoras.
El fin del secreto
El músico y luthier de acordeón Uriel Kitay quería dejar el barrio de Chacarita cuando nació su primera hija. Con su mujer, Popi Kleinman, evaluaron las sierras de Córdoba como destino, pero no podían irse demasiado lejos: su trabajo como músicos, sus alumnos, su fuente de trabajo seguía en la ciudad, así que fue la insistencia de una pareja amiga la que los convenció de venir a Maschwitz.
De boca en boca, así corre el secreto. "Diría que ya dejó de ser un secreto. Nosotros llegamos hace tres años y durante este tiempo la zona creció muchísimo. Hoy nuestro deseo como familia es poder acercarnos lo más que podamos a la autosustentabilidad. Tener nuestra huerta, una granja y no depender tanto del afuera. Es un camino en proceso, pero las ganas están más firmes que nunca", cuenta Uriel. Su hija, casi como en todas las historias, van a una escuela Waldorf, esta vez, al jardín La Casa de Nora y Guille. "Es un clásico de los que se mudan a Maschwitz -reconoce Uriel-, y más allá de que nosotros comulgamos con los valores de esa enseñanza también hay algo de moda. No se puede negar."
El arte, en todos lados
El trabajo enlazado con el arte se multiplica en las escuelas de teatro, música, danza y yoga que funcionan en el pueblo. Y proyectos más ambiciosos como la ONG Colectivo Cultural, con la misión de promover la integración social, el respeto por los derechos humanos y el cuidado del medioambiente, redoblan la apuesta. Ignacio Borghi es actor y profesor de teatro, y forma parte de la recuperación del cine Gloria y de la fundación de la ONG. Frente a la estación de tren y la plaza del pueblo está el centro cultural que alberga esta propuesta, donde se dictan 22 talleres durante el año y el grupo de teatro comunitario "Gloria, la del bondi" se reúne para ensayar todos los jueves. Además del incentivo artístico, lo que más rescata Borghi es la gran motivación de la gente y el trabajo social del grupo. "Hay que tener en cuenta que el edificio tenía más de 40 años de abandono, había sufrido varios incendios y estaba realmente derruido -dice-. Fue un trabajo duro restaurarlo, pero en la convocatoria se prendieron cientos de vecinos. Hoy cualquiera puede tomar aquí mismo clases de tango, pintura, teatro, fotografía y un montón de otras disciplinas. Acá nadie piensa en lucrar, la mayoría de los talleres son a la gorra y la inscripción está abierta todo el año. Recuperamos un espacio abandonado y lo transformamos en un proyecto común, y la mayoría de los vecinos se comprometió con la causa."
A su lado, Nicolás Gut, restaurador de autos y objetos en Fix, lado B, asiente los dichos de su amigo y reconoce la movida artística que siempre tuvo eco en Maschwitz. "Yo nací acá, cuando todo era bastante más inhóspito. Pero este espíritu alternativo siempre estuvo latente. Ahora se potenció, tal vez tanto que algunos, como mi familia, ya quieren moverse para otra zona. De mañosos nomás", reflexiona entre risas que, sin embargo, dejan la duda abierta.
Alejandra Tedesco, por su parte, dirige Alma, espacio de arte, un multiespacio que abrió sus puertas allá por el año 2009, en una zona de quintas sobre El Dorado, y que también incluye una sala de teatro para 70 personas. Allí concurren unos 200 alumnos, la mayoría chicos en edad escolar. "Es notable lo que sucedió con este pueblo -concluye Alejandra-. Pero yo creo que no es casualidad. La magia de un lugar no es algo que se fabrica, es más bien un espíritu que se contagia. Vivir en Maschwitz no sólo es estar alejado del caos y en medio de la naturaleza; es también ser parte de sus ciclos y sus tiempos."
Comunidad de artistas
Famosos que plantaron bandera en este lugar
Dolores Barreiro
Modelo
Con su marido, Matías Camisani, ella fue una de las pioneras famosas de Maschwitz. Llegaron hace más de 15 años. En su jardín hay pileta, jazmines y animales
Rodrigo de la Serna
Actor
Buscaba la tranquilidad de su Villa Giardino natal y la encontró aquí. La ONG Colectivo Cultural suele convocarlo, y el actor siempre está dispuesto a participar
Catarina Spinetta
Actriz
Se retiró de la ciudad hace ya una década. Vive con su familia -que incluye tres perros-, abocada a cuidar el jardín, cocinar, pintar y hacer alfarería (su nueva pasión)
Érica Rivas
Actriz
La actriz de Relatos salvajes llegó al pueblo en 2006. Se compró una casa y allí vive hoy con su hija adolescente. Según sus amigos, es una de las más fervientes evangelizadoras del lugar
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