Llegar a ser alguien en el mundo de la moda es algo así como estar a la hora señalada en el momento justo ante las personas indicadas. Ser visible ante los ojos de los especialistas con sus miradas exigentes es un desafío apto para talentosos y para aquellos que ejercen la paciencia como algo más que una virtud. Hoy tres nombres anteponen su propio DNI como marca para ser conocidos en la industria de la moda; con sus ideas y propuestas ellos forjan lo próximo; son lo que se conoce como los nuevos talentos, lo que viene, el aire fresco. Coinciden que la pasión es su mejor motor al momento de crear una colección y lo hacen desde un lugar diferente, con una mirada distinta desde un ángulo muchas veces opuesto. Marcan tendencia y están en la mira de los especialistas del mundo entero y muchos ya se declaran admiradores de sus propuestas. Cada uno desde su estilo: desde París, Marine Serré hace gala del nuevo feminismo consciente; en Londres, Richard Quinn ostenta el título del último maximalista romántico y Nueva York tiene a Peter Do, que resume el nuevo minimalismo moderno.
Richard Quinn: las flores de Inglaterra
Estudió diseño de moda en Central Saint Martins más una especialización en estampados, y en 2016 lanzó su marca. El estudio de Richard Quinn (Londres, 30) está en el barrio londinense de Peckham, donde creció. Se trata de un edificio de ladrillos que pasa desapercibido si tenemos en cuenta que se trata del laboratorio de ideas del nuevo niño mimado de la moda británica. Son solo tres impresoras las que producen las estampas que parecen no tener fin. Además ofrece servicios de impresión digital y serigrafía a jóvenes diseñadores. Dueño de un sello propio, su moda es una orgía de estampas (mayormente florales), volúmenes de todo tipo e inspiración de nombres ganados de la moda francesa. No obstante, su estética es ciento por ciento británica y las flores inglesas dominan su identidad. Su moda tiene peso visual y maestría de confección, algo que quizás suene impensado ya que cuando los estampados dominan la escena se cree que flaquea la hechura.
Presume ser el primer diseñador inglés en recibir un premio de manos de la reina Elizabeth II logrando, además y por primera vez, que la reina acuda a un desfile de moda. En febrero de 2018, en pleno London Fashion Week, obtuvo el primer galardón de moda impulsado por la Casa Real en un claro soporte para la moda del país y un reconocimiento a esta industria. La colección premiada, diseñada para ese invierno, es una oda a su pasión por los pañuelos de seda floreados, con un guiño descarado a la reina y el look Balmoral de los paseos reales. Un espectáculo de ruedos asimétricos con prints salidos de los empapelados de cualquier casa de clase media inglesa. Un popurrí de flores que pareciera no tener fin.
Sus vestidos desafían cualquier alfombra roja desde que Amal Clooney lo eligiera ese mismo año para asistir a la gala del Met de Nueva York Moda "Cuerpos celestes: la moda y la imaginación católica". La que fuera anfitriona de la noche llegó puntual, con su marido George Clooney de la mano, vistiendo lo que la prensa llamó un vestido no vestido: un corset plateado como papel glacé, pantalones angostos azul noche y una falda abierta por delante con cola larga con flores estampadas como para tapizar varios escalones de la imponente escalera del Museo Metropolitano. Un nuevo record para la corta carrera de Quinn. Su herencia británica es parte fundamental de sus vestidos, prendas que no resignan ADN ni ideología. Siempre hay elementos que lo identifican, desde una brote florido hasta el clásico tartán rojo.
¿Cómo mantener vivo ese amor por el archipiélago? Buscando e investigando las raíces de una cultura de avanzada que en la moda siempre estuvo un paso adelante. Teatralidad inglesa y flema británica. Mirar detenidamente su moda es un ejercicio que refiere con los ojos cerrados al arte y la historia del arte que lo inspiran de manera constante. Maximalismo debería ser su segundo apellido. Es el responsable de la vuelta de las faldas balloon, aquellas que Lacroix bien supo recoger de los pajes medievales para inflarlas como el nuevo must have en el París de los años 80. Su interminable capacidad creativa no desmerece materiales ni texturas y un vestido como un mil hojas de seda con rosas estampadas puede sostener un catsuit de charol como si se tratara de un maniquí sadomasoquista que no resigna elegancia. Los suburbios y la burguesía son siempre elementos de inspiración, y la mezcla entre ellos la mejor alquimia.
Ocupa un lugar de privilegio en el firmamento de la moda británica y su talento está en boca de nuevos proyectos. La reciente colaboración con Moncler dan exacta cuenta de ello. En febrero, en una Milán ya asustada por el COVID-19, la firma francesa de ropa de esquí presentó, bajo el paraguas Moncler Genius (esas duplas creativas con diseñadores de renombre), Genius Collection 8: Richard Quinn, su segunda colaboración. Son 32 looks elegantes, sofisticados y estampados con el sello de Quinn. Cada temporada la belleza dramática de sus colecciones son un caleidoscopio floral inagotable.
Marine Serré: el optimismo seductor
En 2017 con su primera colección solista Marine Serré (Donzenac, 29) ganó dos premios importantes. El primero fue el del Festival Internacional de Hyères y luego el de LVMH, que le dio el espaldarazo más importante y la puso a participar en las primeras ligas de la moda francesa. Recibió el galardón Joven Creadora de manos de la cantante Rihanna que, además, la abrazó. El jurado, bajo la atenta mirada de Delphine Arnault, presidenta y forjadora del concurso, falló para que sea la responsable de llevarse en el monedero 300.000 euros y un año de entrenamiento en cualquiera de las firmas de forman parte del conglomerado de marcas de lujo.
¿Qué tenía de particular la colección laureada que marca un antes y un después? Se llamó Radical Call for Love (Llamada radical al amor), allí, a través de su ropa, reacciona ante los atentados ocurridos en París y Bruselas en 2015 y 2016, es una tensión de moda entre Oriente y Occidente mezclada con el estilo deportivo. Una visión radical de la realidad que mira al futuro con prendas que mezclan clásicas formas francesas y referencias deportivas con otras piezas híbridas salidas de su imaginario. Es un lenguaje de culturas, una identidad visual que se afianza con el logo de la marca: la media luna. Ese cuarto creciente estampado no de manera caprichosa resultó ser el mejor augurio desde la colección original y obtuvo las vidrieras de tiendas como la francesa The Broken Arm y la internacional Dover Street Market. Más allá de representar el Islam, el logo implica femineidad. Y fue ese logo el que se multiplicó por las calles de París cuando este año sus barbijos estampados dieron cuenta que el COVID-19 ya no estaba a la vuelta de la esquina.
Es consciente de que la moda más allá de ser un negocio puede generar conciencia a través de la ropa. La mitad de su producción se basa en el upcycling, la técnica de transformar un residuo en un objeto de mayor valor que el original, y busca cuestionarse acerca del significado del lujo hoy. Hay un trabajo manual que aparece desde el principio, donde el patchwork de prendas que supieron ser una cosa ahora son otras, todo ello sin perder la belleza que claramente no tiene los códigos tradicionales. En cada desfile hay siempre un mensaje presente y las prendas que diseña tienen una doble función. Es quizás por ello que el catsuit es casi un hilo conductor y sirve de segunda piel para sostener vestidos de seda cortados al bies. Crea prendas que además de vestir, protegen, y en esa línea se destacan capuchas con doble uso.
Su entrenamiento incluye haberse formado en moda y patronaje en La Cambre, una escuela pública en Bruselas, más las pasantías en Martin Margiela, Alexander McQueen, Balenciaga y Christian Dior. Hoy la prensa especializada asegura que es uno de los nuevos nombres que están cambiando la manera de vestir, ver y sentir la moda. Una moda que se manifiesta en cada persona que la viste y, desde ese punto, cobra un nuevo significado. Cada vez más importa quién y cómo lleva lo que tiene puesto, la persona es quien da vida a las prendas. Como si estuviera mirando más allá, como a través de un catalejo, se anticipa a lo que viene y cabe preguntarse, ¿qué será lo próximo que la inspire en relación al futuro de la moda cuyo sistema tiembla ante esta pandemia?
Peter Do: el minimalismo perfeccionado
Su estética minimalista está perfectamente alineada con su apellido, apenas una consonante sostenida por una vocal. Peter Do (Vietnam, 29) estudió moda y se especializó en sastrería en el Fashion Institute of Technology de Nueva York y supo hacerse un nombre en menos de dos años. En 2014, con apenas 23 años y recién graduado, ganó en Francia la mención Graduates Award del prestigioso premio que en ese momento inauguraba LVMH, uno de los conglomerados de lujo más importantes del mundo. Recibió 10.000 euros y un contrato por un año de trabajo en Céline bajo las órdenes de Phoebe Philo, la entonces diseñadora de la firma. Las vueltas de la vida hacen que hoy la marca que lleva su nombre sea también una de las ocho finalistas del premio que el conglomerado de moda de lujo otorga cada año. Para conocer la definición del jurado habrá que esperar al 5 de junio.
Algunos nombres operan como base en la carrera de este vietnamita que llegó a la Gran Manzana con 14 años. Además de Céline aparecen los diseñadores Geoffrey Beene, Helmut Lang y Martin Margiela que dan vida a un estilo propio, limpio como le gusta autodenominar a su moda. En una entrevista comentó: "Me gusta dialogar con la gente que trabajo, desde quienes proveen materiales hasta los modelistas, y también con los clientes, un diálogo que siento se genera entre ellos y la ropa que diseño pensada para ser usada, para el día a día sin olvidar que vestirse tiene que generar placer".
Para Do la ropa tiene la función de vestir, y es ese el punto de realidad que lo diferencia de otras generaciones de costureros. Su pensamiento está encaminado hacia la toma de conciencia donde la compra debe ser responsable y honesta. Propone piezas limpias y sofisticadas cuyas líneas parecen cortadas con la precisión de un escalpelo. Su entrenamiento tiene bases sólidas en la sastrería donde se desenvuelve con soltura en estructuras calculadas con una milimétrica arquitectónica cuya presencia de estilo se basa en la ausencia de adornos superfluos. Todo destaca por sí mismo. El saco es exigente en términos de silueta, simpleza y presencia sin necesidad de perder femineidad. En los pantalones la ropa de hombre tiene gran responsabilidad con formas que provienen de una moldería que respeta las caderas masculinas para adaptarse a las femeninas en un nuevo punto de riesgo. La seducción no es obvia. Las superposiciones son elegantes y calculadas para que el look cambie sin perder la esencia. Un bolero se trepa a un blazer estricto para modificar la imagen pero no deformarla. El tres piezas es el resumen de la moda sin género, una feliz convivencia del saco estilizado, la camisa tradicional con puños exagerados, la pollera tableada y el pantalón con el ruedo Oxford. Capas de prendas que determinan personalidad. Muchos aseguran que hacía tiempo no aparecía un diseñador con tan altos estandartes sobre materiales, costura y precisión. Sus líneas rectas arman y construyen los patrones de la silueta que definen a quien hoy mejor reescribe el minimalismo moderno.
Aprendió a hablar inglés viendo Sex and the City, y pertenece a la generación de las redes sociales, entiende que lo que pasa, pasa por Instagram, y asegura que él mismo responde los DM de la cuenta que lleva su nombre. Pertenece a esa casta de diseñadores cuyo ego no pasa por su propia imagen. Reacio a los retratos, son pocas las imágenes que existen para identificarlo. Una prueba más que demuestra la coherencia del diseñador que hace del minimalismo su mantra personal.
Para estos tres diseñadores la nostalgia y lo retro marchan como un cruce de caminos donde el denominador común es el aquí y ahora con la mirada puesta en el futuro. ¿La intención y la pasión pueden ir de la mano? Si nos paramos en la vereda de enfrente de cada uno de estos nuevos nombres, la respuesta afirmativa es obvia. En ellos la creación depende de la subjetividad en un medio que ensalza la vanidad.
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