Parque Shamwari: paraíso salvaje
Después de 150 años de depredación, los animales que habían sido extinguidos en esta zona de Sudáfrica volvieron a vivir en su antiguo hábitat. Una periodista de la Revista registró el apasionante mundo de estas especies
EASTERN CAPE, SUDAFRICA.- Lo primero que se escucha al llegar a Shamwari, una reserva de animales salvajes privada en Sudáfrica, es el cordial "bienvenidos" y un "¿qué quieren tomar?". Nada fuera de lo común hasta ahí, pero lo que sigue es una advertencia y un pedido que erizan la piel del viajero y lo ponen en contexto. La advertencia: es indispensable obedecer todas las recomendaciones del ranger, un guía al estilo Indiana Jones, motorizado en una cuatro por cuatro, que acompaña a los pasajeros durante toda su estada. El pedido: firmar un consentimiento de que cada uno asume el riesgo de vida que implica lo que está a punto de vivir.
El riesgo es el principal condimento de este viaje a una región donde se conservan especies salvajes que hace apenas diez años corrían el riesgo de desaparecer del mapa.
Hoy, en un centenar de parques nacionales y reservas privadas se puede sentir la respiración de un elefante, analizar de cerca las pestañas arqueadas de una jirafa, fotografiar los cuernos afilados de un rinoceronte o distinguir cada uno de los músculos de un guepardo, o cheetah, un felino estilizado y veloz que bate todos los récords de velocidad animal, con sus piernas que corren a 120 kilómetros por hora.
La adrenalina no conoce el significado de la palabra cansancio, y subir a la Land Rover para conocer de qué se trata esta experiencia tan salvaje es una urgencia que no puede esperar al día siguiente, a pesar de las largas horas de viaje y del jet lag.
El hotel, un cinco estrellas de apenas ocho habitaciones, está dentro de las 20.000 hectáreas de la reserva, un área que demanda tres horas en camioneta para ser atravesada de Norte a Sur. Apenas se traspasa un alambrado bajo, electrificado, que marca el límite entre las bestias y los humanos, se está en tierra salvaje.
La humilde ambición del grupo es, en la primera salida, recorrer los pasillos angostos de ripio bordeados por arbustos con espinas de diez centímetros de largo. Pero de pronto… sorpresa: una manada de unos 60 elefantes lanza acordes de saxo mientras alimenta sus adiposidades con plantas verdes.
La primera impresión no es tan salvaje como uno se imaginaría al ver estos animales: los elefantitos, que juegan con sus trompas como si fueran las manos, que se agarran de la cola de la elefanta con la misma dulzura con la que un nene le toma la mano a su mamá, los adultos que riegan el lomo con tierra para refrescarse.
El ranger Quinton Gilson aprovecha para dar su primera lección en un inglés enriquecido con señas y mímicas: los elefantes tienen 60.000 músculos en la trompa, y aprender a dominarla por completo les lleva unos tres años, el mismo tiempo que dura su amamantamiento.
La gestación también es lenta: la elefanta está preñada durante 22 meses y da a luz un bebe que pesa alrededor de 300 toneladas. Las hembras lideran las manadas, y llegan a pesar unas seis toneladas cuando son adultas.
Todo parece muy tierno, pero la primera señal de que es hora de volver la da un elefante que hace temblar la tierra cuando se acerca a la camioneta moviendo las orejas y sacudiendo la cabeza.
Los rangers son muy respetuosos de estos gigantes, porque con un movimiento suave son capaces de volcar una camioneta con todos sus pasajeros a bordo o de obligarlos a hacer una evacuación de emergencia, como contaron que ocurrió una vez en el parque: un elefante no encontró mejor juguete que la camioneta para entretener su trompa y el ranger dio la orden a todos los pasajeros de que saltaran. Todos estaban abajo cuando el elefante se entusiasmó con su juguete y terminó volcándolo.
Los guías salen de safari armados con unas escopetas que, paradas en el suelo, les llegan al pecho, pero sólo las usan en situaciones límite. De hecho, ninguno de los que conocimos confesó haberlas usado alguna vez. Los animales son el corazón del parque, y la consigna es no molestarlos, no estropearles una cacería, no alterar su medio ambiente y, por lo visto, evitar dispararles, salvo que esté en riesgo la vida de alguna persona.
El comienzo
Para conocer la historia de Shamwari hay que retroceder como mínimo diez años, a los tiempos en que la democracia recién debutaba en Sudáfrica y en la región de Eastern Cape sólo se escuchaba el sonido de las ovejas, las vacas y las cabras. El territorio estaba devastado por los granjeros, que veían en los animales salvajes una amenaza mortal para su ganado y los fueron matando de a poco: en 1853 murió el último rinoceronte negro de la zona; tres años más tarde, el último león, y 65 años después se extinguieron los búfalos. Los elefantes fueron los últimos en desaparecer: se calcula que en 1920 todavía quedaban unos 16 en la zona, pero una especie de Tarzán malo, de apodo Jungleman, los perseguía con el aval de los granjeros.
En 1991, lo único que quedaba del paraíso que había sido verde y salvaje era un asentamiento humano donde sobrevivían algunos ciervos y un leopardo solitario.
En esa época, un empresario sudafricano, Adrian Gardiner, compró algunas granjas y se propuso reintroducir todas las especies que habían habitado la zona. Como la región está libre de malaria y tiene cinco ecosistemas distintos, el éxito del proyecto estaba casi asegurado. En total se compraron unos 5000 animales a otras reservas, se sembraron los pastos que habían sido originarios del lugar y se comenzó a hacer el camino inverso al que se había recorrido en los 150 años anteriores. Los animales fueron reintroducidos paulatinamente y recién en 2000, con el regreso del león, la antigua música salvaje del Africa volvió a sonar en el horizonte.
Hoy, la reserva trabaja en coordinación con Wilderness Foundation, que a su vez cuenta con organizaciones asociadas en Inglaterra y en Estados Unidos. Tiene un centro de educación para el bienestar animal, que recibe a estudiantes y visitantes locales, y fue la piedra fundacional para el surgimiento de una nueva industria en Sudáfrica: en los alrededores de la reserva se multiplican emprendimientos turísticos similares. Pero Shamwari tiene un plus: es el único donde se pueden ver los "cinco grandes", como se llama a los animales más peligrosos y difíciles de ver: el león, el rinoceronte, el elefante, el búfalo y el leopardo.
En esta región, donde hoy los extranjeros recorren la tierra pedregosa en cómodas camionetas de safari, vivían indígenas de las tribus xhosa y zulú que cazaban sólo lo que necesitaban para comer, usaban flores y hierbas como medicamento y dormían bajo las estrellas. En los recorridos, es factible imaginarlos parando en el Bushman’s River para tomar agua junto a los hipopótamos o escuchando atentamente el rugido del león.
Muchas de las técnicas de caza y supervivencia de los nativos son recreadas ahora por los rangers para encontrar a los animales.
Los guías saben distinguir las huellas de cada especie, descifrar su edad, su recorrido, y el tiempo que lleva la pisada en el lugar. La vista, el oído y el olfato son los sentidos clave para la búsqueda, porque el olor de los animales se siente cuando están próximos, las huellas son claramente identificables a medida que los visitantes se hacen especialistas, los sonidos del valle hablan de sus habitantes y el comportamiento de otras manadas revela el momento en que un depredador está cerca.
La búsqueda del león macho más grande de la manada, el famoso Rey León de Walt Disney, es una de las operaciones que más ingenio y atención requieren.
Los safaris parten a la mañana temprano y regresan al mediodía, cuando el sol obliga a quitarse la bufanda.
Por la tarde, después del almuerzo, se vuelve a la búsqueda hasta el atardecer, y los más entusiastas se quedan por la noche buscando rastros con la ayuda de faroles portátiles potentes que los rangers llevan en las camionetas.
La huella fresca de un león grande entusiasma a los aventureros a seguir el rastro entre caminos rodeados por matorrales espinosos.
Las huellas aparecen y desaparecen del camino, y finalmente se pierden en una zona impenetrable.
"Los leones duermen durante el día y vuelven a salir por la noche, cuando el fresco les abre el apetito", dice el ranger Christopher Bryant, de 23 años, a quien llaman Brad por su parecido con el actor Bradd Pitt.
Al atardecer, todos los aventureros esperan la señal en un punto estratégico: el rugido del león es la prueba de que ya se despertó y una clave para comunicarse con las hembras y sus crías, que viven separadas de los machos.
El rugido es la señal más clara para saber dónde está y tener una mínima ventaja en este juego de las escondidas en el que los animales llevan, siempre, todas las de ganar.
Para saber más
www.shamwari.com
www.flysaa.com
www.sareserves.com.za
El turismo
- A partir del advenimiento de la democracia, el turismo se instaló en Sudáfrica como su primera industria; la segunda es el deporte. Aquí se disputará el Mundial de Fútbol 2010.
- El país está libre de malaria, por lo que no se necesita ninguna vacuna ni medicación para viajar.
- La amplitud térmica es grande: a la mañana y a la noche refresca durante todo el año.
Shamwari
- South African Airways vuela de San Pablo a Johannesburgo, y allí hay que abordar otro vuelo hasta Port Elizabeth, que queda a una hora por tierra de Shamwari.
- Shamwari está rodeado por un cerco electrificado con 7000 voltios para evitar que los animales se escapen y perjudiquen a los granjeros.
- Es la única reserva de la región que tiene "los cinco grandes", como se llama a los animales más salvajes de la región: león, leopardo, búfalo, rinoceronte y elefante.
10 años sin apartheid
Este año se cumplen 10 años de democracia y de fin del apartheid en Sudáfrica. Las costumbres tardan años en modificarse, pero algunas señales son claras: negros y blancos usan ahora los mismos baños, comparten los colegios, caminan por las mismas veredas, se bañan en las mismas playas y concurren a las mismas funciones de cine.
El 80 por ciento de la población es de origen negro y el 20 por ciento es blanco. Estos últimos instauraron un gobierno segregacionista hasta que la democracia impuso una especie de ley de cupos para negros y ahora éstos tienen mayores posibilidades de conseguir empleo.
La nueva Constitución legalizó la poligamia para los hombres descendientes de las tribus originarias de la zona, xhosa y zulú. Tener muchas mujeres es una costumbre ancestral y sigue siendo muy corriente hoy entre los hombres de color. Claro que las mujeres anteriores deben estar de acuerdo en la elección de una nueva. La última moda en materia de casamientos es que las jóvenes blancas quieren casarse con hombres negros que practican la poligamia. Una tendencia que no convence a todos los hombres blancos.
A pesar de tener un 40 por ciento de desocupación, Port Elizabeth, la ciudad grande más cercana a Shamwari, es segura y tiene muy bajos niveles de criminalidad. Lo que es altísimo en esta región, y en Africa en general, es la tasa de enfermos de sida: se calcula que el 60 por ciento de los chicos que cursan el secundario está infectado.
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