"Cuando me di cuenta de que había perdido la visión sentí que el brillo de todo lo que conocía se había opacado, pero no me dejé abandonar". Quien lo afirma es Sebastián Elías, un hombre que asegura que fueron sus pasiones las que lo ayudaron a encontrar los nuevos caminos para transformar las experiencias duras en aprendizaje, y renovar su amor por la vida.
Crecer apasionado
Sebastián se crió en el taller de su abuelo, un espacio dedicado a la electrónica, reparación de radio y televisión. Desde pequeño, aprendió todo sobre aquellos aparatos fantásticos y su funcionamiento, tanto por dentro como por fuera. Cada vez que su abuelo ponía en funcionamiento algún artefacto le parecía estar ante un hecho mágico y su curiosidad iba en aumento.
"Jamás olvidaré el día en que mi abuelo preparó un micrófono con un amplificador y me hizo hablar; tenía cinco años", recuerda Sebastián, "A su vez, ya hacia mis experimentos con pilas y luces, aprendí a conocer las herramientas y para qué servían, a soldar los cables para armar mi propia linterna, y también tenía mis propios autos de carrera de Fórmula 1, los de plástico de la época. Ya por la sangre corría algo de nafta", continúa.
En esa dimensión suspendida en el tiempo que significaban las vacaciones, Sebastián y sus amigos armaban legendarias pistas de arena, en las cuales su Renault Rs01 del 77 lograba buenos resultados.
Dentro de los gratos recuerdos, también estaban aquellos días en los cuales escuchaba los relatos de su padre acerca de su tío, que tenía un programa de radio, "el gran Justo Veiga, el primer relator que tuvo el Autódromo de Buenos Aires desde su inauguración en 1952. El programa de mi tío se llamaba Entre Ruedas y Caminos", cuenta.
En la adolescencia, su gusto por los autos y la mecánica estuvieron siempre latentes; las carreras de autos y recorrer el autódromo de punta a punta formaban parte de su vida. "Hasta que llegó ese momento, a los 18 años, cuando entré a lo que sería mi lugar en el mundo: un taller donde se armaban autos de carrera", rememora emocionado.
Allí se encontraba Ernesto Gonella, preparador de autos sports prototipo, fórmula Renault y súper Renault, hoy en día radicado en EEUU y trabajando para el equipo Juncos Racing. Sebastián había entrado en febrero y todo fue muy tranquilo hasta que comenzó la vorágine de los viajes y las carreras, una época en su vida en la que se dedicó a absorber cada aprendizaje.
Un giro inesperado
Estaba viviendo su sueño, hasta que a los 19, en un análisis de rutina descubrieron su diabetes, una condición que lo obligaba a tener un plan de control al cual no estaba acostumbrado. Sin embargo, su vida continuó de la mano de una de sus pasiones e incluso avanzó hacia la mayor de ellas: la radio. Ingresó de lleno en aquel mundo el 5 de febrero de 1996, en el programa Campeones, un ciclo que conjugaba lo que más amaba. "Y todo el entorno era algo normal para mí, dado que mi aprendizaje había comenzado desde chico en ese viejo taller de radio de mi abuelo", explica.
Los años fueron pasando y Sebastián había logrado objetivos muy importantes en su carrera: había pasado por muchos medios, había llegado a la Fórmula 1 y siempre se mantuvo vinculado a lo que más amaba hacer. Sin embargo, su vida tomaría un nuevo rumbo inesperado. "A los 36 noté que mi vista no era la normal. Luego de algunos exámenes me informaron que debía cuidarme más aún, ya que mi enfermedad había empezado a progresar; por mi ojo izquierdo no pudieron hacer nada con tratamiento, perdí la vista. El derecho necesitaba cuidado intensivo, había que operarme por su deterioro en retina", revela, conmovido.
La transformación
Si bien la operación había sido satisfactoria, a los seis meses los problemas continuaron, y su visión disminuyó hasta solo tener un halo que le permitía apenas diferenciar la luz de la oscuridad. A pesar de que la pérdida había sido muy gradual, lo cierto es que llegó el día en el que ya no veía.
"Por supuesto que fue duro", asegura, "Pero a pesar de los momentos angustiantes, siento que cuando las pasiones son fuertes nos salvan; mis latidos seguían corriendo a la par de aquel Torino de 1969 en Alemania. Por suerte, como antes de perder la visión me había dado cuenta y había aceptado lo que estaba pasando, me fui adaptando en el camino. Para ello, fui memorizando los lugares y los objetos; debía retenerlos en mi memoria, porque sabía que me estaba quedando sin vista", afirma.
Una de las primeras resoluciones de Sebastián fue no dejarse vencer y cambiar el foco. "Ahora el problema ya no era la vista, que ya se había ido. Ahora era encontrar la solución, un camino satisfactorio para transitar mi nueva condición. Y así, con esa mentalidad, comenzaron a surgir cosas, experiencias, posibilidades diferentes", explica.
Las pasiones dan lugar a los sueños
A pesar de las dificultades, un gran amigo lo impulsó a volver a la radio y, poco a poco, surgió y floreció la idea de la nueva versión de Entre Ruedas y Caminos. "En este nuevo ciclo tuve la idea de romper con la hegemonía y que no fuera solo una, sino muchas mujeres que hablaran al unísono de automovilismo. Formamos un equipo, #lasladies, eran 11 mujeres hablando cada una de su categoría. Hoy, a 6 años de vida del programa, continúa esta fehaciente y próspera metodología", cuenta, sonriente.
Para Sebastián, en la vida las pasiones dan lugar a los sueños, los mismos que le permiten bucear, navegar o ir a jugar al golf. "Todo problema tiene solución. Depende de uno transformar los momentos duros en aprendizaje y cambio. Con esta experiencia aprendí que fomentar la pasión desde niños y crearnos el hábito de alimentarla, es una metodología que salva y sana, que no diferencia la capacidad o el género, y nos permite tener la visión para poder crear, día a día, un porvenir para cada quien, como su fortaleza o sueños le indique", concluye.
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