Federico superó un cáncer de colon y las secuelas secundarias de la enfermedad. Estando al borde de la muerte recibió la señal menos esperada.
Cuando en abril de 2018 a Federico Rivarola le realizaron una colonoscopia, las imágenes mostraron una gran obstrucción en la zona más baja del colon. Es más, cuenta él, solo pudieron avanzar 12 centímetros cuando el colon mide aproximadamente 1,5 metros.
A los pocos días, la gastroenteróloga vio los resultados de la biopsia y concluyeron que padecía un tumor maligno. Federico, que tenía 38 años, estaba acompañado por su mamá que cuando escuchó esas palabras agachó su cabeza y comenzó a moverla de un lado hacia el otro como no creyendo lo que estaba escuchando.
“En ese mismo instante le dije a la doctora que yo quería darle lucha, que no me iba a rendir tan fácil y ella me contestó que con esa actitud iba a salir adelante porque ante esta enfermedad lo fundamental era el estado de ánimo”, recuerda Federico, a la distancia.
En realidad, los síntomas (sangrado al ir de cuerpo, molestias y picazón en el ano) habían comenzado en 2015 y en ese momento le diagnosticaron hemorroides, pero como a finales del 2017 reaparecieron esas mismas señales sumado a un brusco descenso de peso, Federico decidió hacer esta nueva consulta y la gastroenteróloga determinó que como el tumor todavía estaba encapsulado lo más aconsejable era ir directamente a cirugía.
“No tenía fuerzas para caminar”
El 11 de mayo del 2018, dos días antes de cumplir 39 años, se llevó a cabo la intervención en la que los médicos le quitaron el tumor entero. Sin embargo, sufrió un imprevisto efecto secundario: una trombosis venosa profunda en la pierna izquierda al formarse coágulos de sangre en las venas. “Es por eso que se decidió colocar un filtro en la vena cava para que ese trombo no vaya a los pulmones. Cuando me lo quitaron tuve tan mala suerte que durante el procedimiento el filtro migró hacia la vena pulmonar. Cuando todo esto por fin pasó, me dieron el alta, pero a los tres días volví al sanatorio por una hemorragia digestiva. No tenía fuerzas para caminar, estaba solo con mi esposa y mi hijo, mi familia tardó en llegar porque era domingo y costaba conseguir transporte. Cuando logramos ubicar una ambulancia la enfermera que me tomó los signos vitales me dijo que si hubiese tenido una deposición más entraba en paro cardio-respiratorio”.
Federico cuenta que en medio de todo lo que le estaba pasando, dentro del quirófano de hemodinamia, tenía un profundo deseo de poder dormirse profundamente, pero tenía que estar despierto, consciente porque era importante poder aguantar la respiración ante el tratamiento que le estaban realizando. “Pero cuando cerré los ojos vi el famoso túnel y la luz, pero del otro lado había una voz que me decía que no vaya. Me decía ´papá no vengas, te tenés que quedar allá´”.
Federico asoció esa vivencia al fallecimiento intrauterino, en 2015, de su segundo hijo al octavo mes de gestación. “Es por eso que siempre digo que fue él, mi ángel que está en el cielo, que logró el milagro de que permaneciera vivo porque en ese momento realmente le vi la cara a la muerte”.
Después de casi una semana de permanecer internado, antes de darle el alta lo pesaron y la balanza se estancó en los 54 kilos. Era piel y hueso, como él mismo dice, porque si bien clínicamente estaba estabilizado, tenía que recuperar peso y masa muscular. “Era un fideo caminando, si había un viento fuerte me volaba”, se ríe.
“Son el motor que cada mañana me impulsan”
En agosto de 2018 un estudio arrojó que tenía dos nuevos tumores y más de 15 pólipos por lo que le efectuaron una colectomía, un procedimiento quirúrgico en el que le quitaron el colon completo dejando solo el recto. En abril de 2019 una nueva cirugía sirvió para reconstruir el tracto intestinal. Como si fuera poco, en marzo de 2021 lo volvieron a operar para terminar de reconstruir el intestino.
Como en las intervenciones quirúrgicas le habían quitado los tumores, sin metástasis, no tuvo que realizar quimioterapia, aunque debe seguir con los controles oncológicos. “Salí adelante, principalmente, por mi estado de ánimo y mi fuerza de voluntad, de nunca rendirme, quería vivir. También fue muy importante el apoyo de toda mi familia, de mis amigos y compañeros de trabajo que con un mensaje o una llamada me levantaban el ánimo”.
En la vida de Federico, que actualmente tiene 42 años, hay tres personas fundamentales que fueron la razón principal para que él pueda contar su historia con un final feliz. Ellos son Alejandra, su esposa, y sus hijos Emanuel (10) y Luca (2). “En ese momento Emanuel me dio las fuerzas necesarias para salir adelante, era por él que no quería rendirme, quería enseñarle que nunca hay que bajar los brazos, sus demostraciones constantes de amor me ayudaron a aguantar los momentos más difíciles. Principalmente por ellos es que sigo luchando día a día contra el cáncer, ellos me dan la fuerza necesaria, son el motor que cada mañana me impulsan”, se emociona.
La importancia de los grupos de pares
En el camino hacia la resiliencia, entre otras cosas, es importante formar parte de un grupo de pares. Por eso, Federico pertenece a Caminando por la vida, un grupo de pacientes oncológicos que administra Moira Santader. “Buscaba personas que estuvieran en la misma situación que yo, que entendieran lo que me estaba pasando más allá de la familia que siempre acompaña. Necesitaba contar todo esto que me pasó y dar esperanza de que se puede salir adelante a pesar de tener cáncer. Y encontré un grupo bárbaro donde contamos nuestras experiencias a los nuevos miembros, nos damos apoyo cada vez que uno tiene controles y eso da mucha fuerza y ganas de sentirse mejor. Somos un grupo muy unido, con muy buenas experiencias. Me siento muy bien e importante, muy apoyado y contenido”.
Una segunda oportunidad
Al ser paciente de riesgo por el cáncer, el tromboembolismo y la anticoagulación, desde que llegó la pandemia a la Argentina, prácticamente Federico no sale de su casa. Debe permanecer en su burbuja, únicamente junto a su mujer y a sus hijos y
tomando todos los recaudos sanitarios necesarios cuando alguna vez sale a hacer las compras o visita el sanatorio para hacerse sus controles.
“Sueño con ver a mis hijos crecer con salud que es lo más importante, ver que me den nietos, que sean buenas personas. Como proyecto, me encantaría poder escribir un libro contando esta experiencia. Cada vez que pienso lo cerca que estuve de la muerte, digo ´gracias por darme esta oportunidad´, la tengo que aprovechar, dar lo mejor de mí día a día. Ver a mis hijos crecer es lo mejor y agradezco todos los días por eso”.
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