Una convocatoria de Maruja Bustamante, curadora del Centro Cultural Rojas, para el Proyecto Familia y una buena experiencia en el taller de biodrama dictado por Vivi Tellas dispararon la idea de hacer Imprenteros, obra que Lorena Vega estrenó en mayo en el Rojas y ahora repuso en Timbre 4, los jueves a las 21. "Yo no tenía pensado dirigir un proyecto como este, y tampoco hablar de mi familia. Sí tenía la intención de escribir un guion de cine con algo que en la obra aparece lateralmente. Pero al final me arriesgué a probar, sin mucha expectativa y consciente de que se trataba de un trabajo de laboratorio", explica esta actriz de vasta trayectoria en el circuito independiente.
Imprenteros tiene como base un incidente familiar que explotó luego de la muerte de su padre, Alfredo, hace unos cinco años. "Quedaron dos bandos: de un lado, somos tres hermanos y, del otro, tres más que mi papá tuvo con otra pareja". En la obra aparecen los testimonios de Sergio y Federico Vega (uno entrevistado en vivo; el otro, más pudoroso, prefirió que lo grabaran en video), detalles sobre un oficio apasionante, imágenes del cumpleaños de 15 de Lorena, historias de una mamá modista y otras aventuras cotidianas sucedidas en el corazón de Lomas del Mirador, partido de La Matanza.
"Yo no tenía pensado dirigir un proyecto como este, y tampoco hablar de mi familia. Sí tenía la intención de escribir un guion de cine con algo que en la obra aparece lateralmente"
"Hay mucho soporte audiovisual y mucho archivo fotográfico en la obra", cuenta Vega. "También reconstruyo episodios familiares que fueron importantes para mí, con la colaboración de un grupo de actores amigos (Julieta Brito, Juan Pablo Garaventa, Lucas Crespi, Federico Liss, Viviana Vázquez y Vanesa Maja). Yo voy dirigiendo toda la situación en escena".
Imprenteros es también la primera experiencia de investigación profunda en el terreno del teatro documental que aborda Lorena. Ella encuentra, de todos modos, puntos de contacto con sus trabajos como actriz: "Elegí siempre obras con una fuerte impronta autoral, lenguajes que vienen a poner otro color en el tablero", sostiene. "Eso me caracteriza. Y, en ese sentido, esta obra, más allá de su contenido autobiográfico, está en perfecta sintonía".
Mientras tanto, Lorena Vega sigue con Yo, Encarnación Ezcurra, un potente unipersonal dirigido por Cristina Escofet en el que interpreta a la mujer de Juan Manuel de Rosas (domingos a las 20, en el Celcit, Moreno 431), y ya sabe que el año que viene volverá a ser parte del regreso de La vida extraordinaria, una pieza de Mariano Tenconi Blanco estrenada en el Cervantes en 2018 en la que comparte protagonismo con Valeria Lois.
Vega empezó a interesarse en la actuación gracias a la admiración por las grandes actrices del cine que desarrolló en su adolescencia, pero en principio no lo había pensado como carrera. "Todo ese discurso estaba en mi casa, pero la verdad es que yo me empecé a formar como actriz de casualidad. Una amiga me habló de un curso gratuito en una escuela secundaria y yo fui. Y terminé abducida por la actuación, me partió la cabeza, me olvidé de todo, me divertí mucho, fui otra cosa. Era la primera vez que experimentaba eso de estar en otro plano. Y eso me sacó del mambo de la adolescente depresiva, me inyectó vitalidad. La sensación que tengo es que actuar me salvó la vida, aunque pueda sonar solemne. Gracias al teatro, me siento como una sobreviviente. Y también me hizo cambiar mi mirada sobre el mundo. Empecé a pensar diferente, a escuchar diferente, a no quedarme con una sola mirada. Desde que actúo soy una persona más abierta y, por ende, más feliz".
Imprenteros, en Timbre 4, avenida Boedo 640. Los jueves a las 21.
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