Natalia nació el 22 de junio de 1984 y vivió una infancia feliz, colmada de sueños. Curiosa, se descubrió amante de los fenómenos de la naturaleza y, al terminar el secundario, decidió estudiar profesorado de Física y Ciencias Naturales. Pronto reveló que su felicidad estaba en el aula, disfrutaba trabajar junto a los alumnos y transmitir el poder de la disciplina y el esfuerzo. Tras años de arduo estudio, culminó su carrera que con éxito y, aunque a veces se sentía cansada, todo parecía fluir tal como lo había anhelado.
Todavía no había cumplido los 25, cuando su vida cambió para siempre. Por aquellos días comenzó a sentir un fuerte dolor en la espalda, los hombros y un profundo agotamiento. Una noche, en una pizzería, percibió un agudo dolor en la nuca y, de un momento a otro, se le nubló la vista. "Se me torció la boca, me puse rígida, tuve vómitos y me sentí toda torcida. Me salía baba de la boca", rememora Natalia.
Enseguida llamaron a la ambulancia y la trasladaron a una guardia médica, allí le realizaron una tomografía que indicaba que todo parecía normal. Sin embargo la joven, que había permanecido desvanecida por unos instantes, despertó incapaz de mover la parte izquierda de su cuerpo y con dificultades para hablar, aunque todavía lo podía hacer con coherencia. "Pero a las pocas horas perdí la conciencia una vez más y cuando me desperté, ya en terapia, estaba con todo el cuerpo paralizado, no podía hablar, solo parpadear".
Un diagnóstico inesperado
Los médicos, desorientados por la situación de Natalia, le efectuaron una serie de estudios para descartar diferentes patologías, hasta que finalmente le diagnosticaron Síndrome de enclaustramiento, producto de un ACV, e inmediatamente fue derivada al centro ALPI para comenzar una rehabilitación.
"El síndrome de enclaustramiento es una enfermedad en la que el paciente está alerta y despierto, pero no puede moverse o comunicarse verbalmente debido a una completa parálisis de casi todos los músculos voluntarios en el cuerpo, excepto los ojos. Las causas pueden ser daño traumático del cerebro, enfermedad del sistema circulatorio, daño de las células nerviosas y sobredosis de medicamentos", explica Natalia, "Hasta ese entonces no me podía comunicar, pero estaba totalmente consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Sabía lo que quería expresar, pero me daba cuenta de que no me entendían. Hasta que en un momento comprendí que en realidad no salía mi voz", continúa.
Sumida en una aguda impotencia, a Natalia le tocó atravesar días oscuros en los que tuvo que afrontar fases de bronca, angustia y miedo. En el centro de rehabilitación, el equipo de profesionales la ayudó a introducirse en un mundo nuevo, que se transformaría en un camino hacia otra forma de observar la vida. Juntos, develaron su manera de decir que Sí y que No a fin de lograr una comunicación. "Mi forma de afirmar es con los párpados hacia arriba; si cierro los mismos, estoy negando algo. La fonoaudióloga iba nombrando todas las letras del abecedario, una a la vez, y yo elegía hasta formar las palabras y frases que quería expresar. Es un sistema que utilizo hasta hoy, aunque este comunicador se fue modificando gracias a mi hermano, que creó caminos para agilizarlo, dividiendo el abecedario en vocales y grupos de consonantes, separados por colores", explica con orgullo.
Nueva vida, nuevos sueños
A los nueve meses, una Natalia renacida regresó a su hogar para continuar su tratamiento junto a sus padres, bajo una modalidad domiciliaria. Allí, comenzó una nueva etapa de transformación emocional y terapias que incluyeron kinesiología, Terapia Ocupacional, Fonoaudiología, Psicología, todo acompañado de un equipo de enfermería.
"Desde mi regreso a casa todo fue acomodándose a mis necesidades. Por ejemplo, mi papá adaptó una camioneta con una rampa especial para poder trasladarme en ella sin tener que transferirme a otra silla de ruedas. Y fui conociendo mucha gente, personas que lograron que todo se fuera dando de una manera más llevadera. Fue a partir de este momento que me di cuenta de que mi vida había cambiado para siempre, y para mejor".
A medida que el tiempo pasaba, Natalia descubrió que nuevas formas de observar al entorno y al mundo emergían en ella, potentes. Lejos de la comunicación convencional otro universo amaneció, uno basado en los sentidos y la sensibilidad del alma. Ante su revelación, y con la ayuda de su padrino y sus amigos, tuvo la necesidad de transmitir su historia a través de su libro "Historia de vida contada desde el alma".
"La totalidad del mismo se concretó con el sistema de comunicación TOBII. Mediante un sensor del movimiento ocular, este sistema me permite escribir en la computadora y hablar con las personas que estén al lado mío, también hablar por WhatsApp y Facebook", asegura, "En el libro cuento cómo a través de la mirada se pueden lograr muchas cosas. Siento que fui capaz de transmitir muchos sentimientos, entre ellos la esperanza. Esperanza para todos aquellos que sienten que, por no poder hablar, están aislados e incapacitados a expresarse. Pero sobre todo transmite que, más allá de las adversidades, todo lo que uno se proponga se puede lograr".
La alegría sana
Natalia presentó su libro con un éxito inolvidable. Al evento asistió casi todo su pueblo y gente de pueblos vecinos. A partir de aquel acontecimiento, la joven obtuvo numerosos contactos, entre los cuales halló nuevas personas dispuestas a ayudarla.
Inundada de gratitud, las ganas de brindarse crecieron en Natalia. Pasaba sus días pensando de qué manera podía ayudar a otros, concientizarlos, hacerlos reflexionar acerca del dolor transformado en amor y en una mejora de vida. "Mi idea consistía en llevar alegría, transmitirle al mundo que, a pesar de todas las dificultades y adversidades, siempre se puede salir adelante con una sonrisa. Por eso convoqué a una caminata por mi pueblo, para poder contagiar risa y entusiasmo. Lo hicimos con narices de payasos. A este evento concurrió muchísima gente, familiares, amigos y conocidos. Este suceso llegó a oídos de una institución llamada `Payamédicos´, quienes quisieron sumarse a mi iniciativa y poner fecha para una payacaminata todos juntos".
A partir de ese evento, y con una convocatoria creciente, Natalia comenzó a salir una vez por mes con temáticas diferentes: narices de colores, payacaminata musical, canciones y disfraces. "Quiero destacar que el poder expresarme de una manera diferente, a través de la risa y la alegría, provocó que pudieran bajarme la dosis en la medicación, porque ya no la necesitaba", agrega.
La relación de Natalia con los payamédicos se intensificó y junto a ellos decidió escribir un segundo libro para que los lectores conocieran de qué se trataba el lema "la risa cura el alma". "Porque estoy convencida de eso", afirma, "Este tuvo mucha difusión, me invitaron a un payacongreso y hasta tuve un stand en la feria del libro de Buenos Aires".
Volver a las aulas
A partir de entonces, Natalia conoció gente maravillosa que la invitó a participar de actividades en un colegio, el cual le abrió sus puertas y su corazón. "Una profesora se involucró tanto con la temática que decidió formarse para ser payamédica. Ella dicta clases de Educación en Valores, introdujo como lectura mi libro y realiza actividades para aprender a valorar la vida y las pequeñas cosas. Al finalizar el proyecto, el curso me convocó para entrevistarme y dar un cierre al trabajo que habían realizado durante todo el cuatrimestre. Me recibieron con mucha alegría y me sentí muy a gusto".
Pero tal vez uno de los acontecimientos más emotivos para Natalia fue el regreso a su escuela secundaria, ya no como alumna sino para colaborar en el dictado de clases. Los docentes la aceptaron con buena predisposición y a partir de allí nació un nuevo proyecto.
"Asimismo, empecé a gestar la idea de mudarme sola, y aunque al principio pareció una locura, tuve el apoyo constante de mi familia. Ellos colaboraron en todo lo que hizo falta, hubo que hacer muchos y variados trámites en la obra social por la cobertura de más horas de enfermería, y pude concretar mi sueño. Desde ese día mis actividades las realizo allí, los profesionales concurren a mi casa para desarrollar las terapias y recibo a mis visitas. Además, ofrezco en mi domicilio clases particulares de física, química, biología y ciencias naturales. Ya varios alumnos pasaron por mi casa para aprender".
Con amor todo es posible
Natalia, una mujer a la que inesperadamente le cambió la vida, se considera una persona feliz. Ella siente que su experiencia le reveló el poder de la resiliencia, una capacidad insospechada de sobreponerse a la adversidad y salir fortalecida. Le enseñó a lograr sueños inimaginables y a valorar más la vida, algo que intenta transmitir cada día.
"A 9 años del ACV empecé a mover la cabeza, los brazos y las piernas. Hoy me puedo parar y me siento cada vez más fuerte. También puedo quedarme sola sentada en una silla común", expresa feliz, "La fuerza habita en uno, pero se multiplicó porque tuve el apoyo constante de mi familia, amigos, grupo de enfermeras y un equipo de profesionales que me acompañaron siempre. Junto a los aliados de la vida, me propongo proyectos y metas nuevas constantemente, siempre pensando que todo es posible si se hace desde el corazón. Con amor y alegría se puede sanar", concluye.
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Si tenés una historia de resiliencia propia, de un familiar o conocido que quieras compartir, escribinos a GrandesEsperanzas@lanacion.com.ar .
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