Una amarga tradición de amigos
Para mí, el Spritz es algo especial. Hasta tal punto que, además de ocuparme de que todos mis comensales en Filo lo prueben antes de almorzar, como una sana costumbre de la casa, lo utilizo para todas mis celebraciones. Incluso, para aquellas que no existen. Por ejemplo, con mis amigos Juan Lepes (el fundador de Paladium) y Ernesto Mallo (el escritor) nos inventamos un motivo para tomar Spritz todos los viernes: decidimos que el cumpleaños de Juan se festeja siempre, cada viernes, y así arrancamos nuestra velada. Esta misma situación me sorprende a veces con otro amigo, Lalo Mir, con quien también compartimos la pasión por el Spritz.
Puedo decir con orgullo que Filo fue el que introdujo el Aperol en Buenos Aires, en 1996. Fue la manera de traer una parte de las tradiciones ítalo venecianas a este país. Así, ayudamos a popularizar este aperitivo que, en lo personal, me gusta preparar con una parte de bitter , tres de prosecco y un golpe de agua mineral con gas. Lo normal es ponerle rodajas de naranja, pero yo prefiero una rodaja de limón. Su graduación alcohólica es de 11%, y por su textura y aspecto suelo pensarlo similar a un refresco. Aporta un bello color rosado y la frescura necesaria para generar buenos momentos.
Por supuesto, no se puede hablar de una receta fija, sino que cada región tiene sus costumbres. Se le suele agregar Aperol, bitter , Cynar, Campari o gin, algunos cubitos de hielo y aceitunas. Y se acompaña con snacks, pescados, embutidos. Entre las diez y las doce del mediodía, y las seis y las ocho de la tarde, es lo que llena los bares del norte de Italia, con gente que se encuentra a conversar y a finalizar su jornada alegremente. Una gran costumbre que Filo se encarga de replicar.
Deni de Biaggi
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