Una revancha de 55 kilómetros en los Siete Lagos
Pasaron cuatro años desde aquella carrera truncada bajo la inclemencia del clima patagónico, donde la lluvia fue la única compañía durante todo el pedaleo. Faltaban unos 15 kilómetros para la meta cuando mis pies entumecidos dijeron basta. Será que el ego siempre deja su resabio, y ahora llegó la hora de la revancha.
Volví a San Martín de los Andes a fin de noviembre pasado para participar, por segunda vez, de La Unión 7 Lagos: una carrera en bicicleta que une esa ciudad con Villa La Angostura. Un recorrido de 110 kilómetros por un tramo de la ruta 40 que reúne lo mejor de la geografía patagónica. Todo con lo que sueña cualquier viajero amante del turismo aventura: un paisaje abrumador que serpentea entre las montañas, los lagos y el amarillo furioso de las retamas florecidas, que cubren las laderas siempre en esta época.
Recorrerlo en auto es muy recomendable, y los miradores son punto obligado para detenerse y compartir una selfie. Pero en bicicleta es otra historia. La interacción es directa, el contacto con la naturaleza más íntimo, y el viento no entra por la ventanilla sino por los poros. Con el pedaleo uno se siente parte de esa ruta cinematográfica que tiene agotadoras cuestas, pendientes que asustan y curvas y contracurvas de hasta 90°.
A diferencia de 2014, este trayecto que atraviesa dos parques nacionales –el Lanín y el Nahuel Huapi– hoy es todo asfalto. No hay ripio en el recorrido. Por eso, en esta 7° edición, los organizadores decidieron sumar la modalidad de ruta a la clásica modalidad de mountain bike. Además, opuesto al clima que padecimos los más de 600 corredores hace cuatro años –un dato que todos recuerdan por aquí– el pronóstico es alentador. Sol pleno, poco viento y una temperatura agradable para el domingo de la carrera. Esa es la mejor noticia. No importa que mi entrenamiento, mi capacidad aeróbica y mi indumentaria sean igual de amateur que hace cuatro años. Que mi rodado desentone en medio de un pelotón de profesionales con bicicletas que cuestan unos 300.000 pesos (más también). Que en lugar de los zapatos de ciclismo –esos que se traban al pedal y permiten traccionar con mayor eficiencia– yo use mis viejas zapatillas de running. Nada de eso importa. No vivo esta carrera como una competencia de velocidad sino como un desafío personal. Disfrutar del paseo y sacar la vieja espina, si es que esta vez logro cruzar la meta.
Vuelvo a correr en la categoría posta, consciente de mis limitaciones. No me atrevo a los 110 kilómetros de punta a punta. Por eso convencí a mi amigo Alejo Fardjoume, 47 años y sin experiencia en el ciclismo de montaña, de formar equipo conmigo. Logré entusiasmarlo y fue un aplicado ciclista urbano, de planicies y distancias cortas, durante el mes previo a la competencia. En síntesis, nuestra performance no genera altas expectativas. Pero compartimos el mismo reto: llegar.
Casi por imposición le asigné a él el primer tramo de la carrera, unos 55 kilómetros que arrancan cuesta arriba y al borde del lago Lácar. Dicen los expertos que es el tramo más difícil, con largas y constantes trepadas donde hay que gestionar los cambios para seguir pedaleando y avanzar poco, cueste lo que cueste.
Largada
Domingo 6.30. Suena el despertador en el complejo de cabañas Aba Salomón, muy cerca del centro de la ciudad y donde se alojan varios deportistas de peso en el rubro, algunos locales y también llegados del exterior. Preparo todo y chequeo el equipo. Mi familia duerme, y me da ánimos pensar en que mis hijos van a estar esperándome en Villa La Angostura para la llegada, con carteles de aliento.
La plaza del pueblo está repleta y la ciudad convulsionada de bicicletas que van y vienen. Despido a mi coequiper y parto con mi rodado en camioneta para la posta, en el lago Villarino. El despliegue organizativo es perfecto. La ruta estará cortada durante unas cuatro horas, y son varios los puestos de hidratación y los vehículos que patrullarán para asistir a los competidores.
El primer pelotón, el de elite, encabeza la línea de largada. Alejo me anticipó que se ubicará al fondo del malón. La consigna para ambos es pedalear a nuestro ritmo. Sin presiones. En esta 7° edición son casi mil los inscriptos, y nuestra categoría la componen 27 duplas. Los que esperamos en la posta estamos ansiosos. Algunos entran en calor, otros esperan más relajados, elongando al costado de la ruta. Apenas pasó poco más de una hora cuando diviso a lo lejos al primer grupo de ciclistas. Los que lideran el pelotón pasan a toda velocidad. Cuesta creer que mantengan ese ritmo después de haber pedaleado más de 50 kilómetros. Son estrellas del ciclismo.
Quiero que llegue Alejo. Busco el 911 en cada bici que pasa. Ese fue el número asignado al equipo, el que llevamos en el frente de nuestros rodados y por el nos hicieron todos los chiste posibles. Dos horas. Dos horas y media de espera. Los minutos pasan y el 911 finalmente asoma a lo lejos. Levanto mis brazos y salto de alegría. Nos abrazamos, lo felicito. Está emocionado, contento. Intercambiamos una breve charla y me da la posta, que ato a mi bicicleta. Tomo agua, ajusto los auriculares y salgo a rodar. Decidí hacerlo con música, con la misma playlist a la que le doy clic cuando me tomo el subte, y el regocijo de estar pedaleando en un escenario idílico me energiza. Otra vez las retamas en flor, y un aroma dulce que arrastra el viento. Siento que podría rodar hasta Ushuaia, pero la careta de felicidad se me cae con la primera trepada, que encaro con confianza pero que me exige más esfuerzo del esperado. El descenso que sobreviene a la cuesta lo tomo con respeto. Viajo a una buena velocidad, pero con cautela. La noticia que todos escuchamos en la posta mientras la ambulancia pasaba a toda velocidad con destino a San Martín de los Andes me atemorizó. Un corredor derrapó en una de las bajadas. Diagnóstico: fractura.
Sigo con mi pedaleo. Sola en medio de la ruta. De vez en cuando alguna bicicleta me sobrepasa, y en ese instante que quedamos alineados hay tiempo para la camaradería. Si hay oxígeno suficiente será un breve saludo. Si el aire falta solo un ademán de cabeza, como el de un corredor con largos 60 años, al que celebro en voz alta su buen estado físico y el espíritu joven.
Más adelante aparece el lago Escondido, con sus tonos verdes recortándose entre el bosque de coihues. Pierdo un poco la noción del tiempo y de las distancias. El día es inmejorable, la temperatura ideal y el cielo despejado. Recuerdo la lluvia y el frío de 2014, y me estimula a seguir.
Después de un largo trayecto, tramos algo encajonados y mucho verde, el paisaje se abre a la inmensidad del lago Espejo. Un área de camping extensa y una playa agreste. Un grupo de mochileros disfrutan del día y el agua, y la seccional del guardaparque que vive allí es de cuento. Dan ganas de parar, pero sigo.
La ruta ya no está cortada y la calma se altera de vez en cuando con el pasar de los autos y el ruido de los motores. Los que van en dirección opuesta tocan la bocina de vez en cuando en señal de aliento. Me inquieta pensar que cada vez falta menos y aún no vi pasar a mi familia con destino a Villa La Angostura.
Llego al último puesto de hidratación, cansada. Tomo agua, como media manzana y recibo palabras de aliento. Dicen que falta poco, que los próximos kilómetros son en bajada, que ya no quedan cuestas que quemen las piernas. Recupero algo de energía y subo a la bici. Escucho de lejos un comentario sobre el 911, pero no tengo fuerzas ni para sonreír.
Después de una planicie con viento de frente llega el primer descenso, pero el alivio dura poco y descubro las mentiras piadosas de los jóvenes del puesto de hidratación. Otra cuesta se impone y siento que las piernas queman. Pedaleo al mismo ritmo de quienes llevan casi 100 kilómetros recorridos. Me exijo. Entré en la recta final y mi familia me toca bocina desde el auto. Sonrío de oreja a oreja. Ya no queda nada. Veo el arco de llegada con el contador que corre. Cruzo la meta en exactas 6 horas, 34 minutos y 10 segundos. Casi cuatro horas después del ganador en la categoría individual de mountain bike. Lo logré. Quedamos en el puesto 25 de un total de 27 postas. Siento que gané.
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