¡Viva la pepa! La historia de la expresión que no tiene nada que ver con lo que uno se imagina
Surgió hace más de dos siglos, del otro lado del Atlántico y la razón de su existencia es muy diferente al significado que se le da hoy
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“¡Esto es un viva la pepa!“, una frase que coloquialmente se utiliza para marcar despreocupación o señalar excesos, tiene un origen remoto y la razón de su existencia fue distinta a la de su uso actual. Casi opuesta. Paradójicamente, la expresión, lejos de representar el desenfreno, nació cuando un pueblo decidió poner límites.
Tras la derrota de la flota franco-española en la batalla de Trafalgar, España atravesaba una profunda crisis económica. El 19 de marzo de 1808, Fernando VII había asumido como jefe del Estado español, luego de que su padre Carlos IV abdicara al trono en el motín de Aranjuez. El absolutismo monárquico había comenzado a resquebrajarse.
A la par, las tropas francesas de Napoleón Bonaparte habían ocupado casi toda la península ibérica. La intención del autoproclamado emperador de Francia era destronar a los Borbones y coronar a su hermano José Bonaparte, conocido como “Pepe Botella”. Su objetivo era transformar a España en una monarquía satélite de su imperio. Y lo logró. Unas semanas después de que Fernando VII accediera al trono, Bonaparte se reunió con Carlos IV y Fernando VII en Bayona (Francia). Como resultado de aquel encuentro ambos, padre e hijo, terminaron renunciando al trono a favor del emperador francés, quien luego designó a su hermano mayor, tal como lo había planeado, como el nuevo rey de España, José I.
Las Cortes de Cádiz: sacar de España a los franceses
Las abdicaciones de Bayona en favor de Bonaparte no fueron bien recibidas por una gran parte del pueblo español que quedó dividido en dos. De un lado, los que buscaban la restitución de Fernando VII, que se encontraba prisionero en Francia; y en la vereda opuesta, aquellos que aceptaban la autoridad de José I y se regían por el Estatuto de Bayona, dando inicio a la Guerra de la Independencia Española.
Aquellos que no reconocían la autoridad del nuevo monarca empezaron a agruparse. Se reunían en juntas provinciales formadas por diputados que, aunque tenían ideales diversos, los movilizaba un objetivo en común: sacar de España a los franceses.
Para resistir a la invasión de los franceses y contrarrestar el Estatuto de Bayona, impuesto por el gobierno de Bonaparte, decidieron llevar a cabo las Cortes generales y extraordinarias, una institución que tiene su origen en la Edad Media, cuando los distintos reinos de la península ibérica se representaban en asambleas a los tres estamentos de la sociedad: el clero, la nobleza y las ciudades.
Aquellas Cortes, que luego serían conocidas como las Cortes de Cádiz, por la ciudad del suroeste de España donde se realizaban, estaban integradas a grandes rasgos por dos tipos de parlamentarios. Aquellos que defendían el absolutismo, es decir, eran partidarios de que Fernando VII regresara al trono y con él, el Antiguo Régimen. Y por otra parte, los liberales -que eran mayoritarios en Cádiz- y propiciaban terminar con el absolutismo y dictar una norma fundacional que reconozca en el pueblo la soberanía popular.
¡Viva la Pepa!: la primera Constitución española
El mismo día, pero cuatro años después, de que Fernando VII asumiera al trono de España, el 19 de marzo de 1812, en el oratorio de San Francisco Neri, se promulgó la Constitución de Cádiz.
Fue una norma de emergencia con una gran influencia liberal. Paradójicamente se inspiró en ideas francesas para hacer frente a los franceses. En ella, se habla de la separación de poderes y si bien reconocen la figura del monarca, porque legitiman el reinado de Fernando VII y niegan a José Bonaparte, su poder es limitado por las Cortes.
A esta primera Constitución española se la conoció popularmente como “Pepa”, porque fue sancionada el día de San José (el padre de Jesús) y sabido es que, a todos los llamados José se les apoda “Pepe”. En aquel entonces, la gente salió a las calles a festejar y gritar eufórica: “¡Viva la Pepa!”.
La Constitución de Cádiz con su extenso articulado, 384 artículos, marcó las líneas básicas para la modernización de España. Los primeros establecían que: “La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Artículo 2º. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona. Artículo 3º. La soberanía reside esencialmente en la Nación y, por lo mismo, pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”.
Uno de los cambios que disponía la norma fue el paso del absolutismo (un rey que ostentaba todo el poder) a un poder limitado por la soberanía nacional. Se estableció una división de poderes. La elaboración de las leyes (poder legislativo) estaría a las Cortes, integradas por representantes del pueblo elegidos por sufragio. Mientras que el monarca mantenía el poder de ejecutar las leyes dictadas en las Cortes (poder ejecutivo) y también, la facultad de veto. Y un poder Judicial independientes del poder político.
Dos años después que se promulgara “la Pepa”, Fernando VII regresó a España. El pueblo lo bautizó “el deseado” por la expectativa que tenían sobre él, pero una de las primeras cosas que hizo fue derogar la Constitución de 1812 que ponía límites a su poder.
De corta vigencia pero inspiradora
A pesar de su corta vigencia, “La Pepa” sirvió de inspiración para muchas otras normas fundacionales de otros estados, como la de Brasil de 1824.
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