
2027: la fórmula del miedo que el oficialismo debe administrar y el peronismo debe desactivar
La política argentina, ese laboratorio de sorpresas permanentes, nos ha regalado en este 2025 un nuevo enigma para desarmar. Si la provincia de Buenos Aires parecía ser en septiembre un bastión inexpugnable del peronismo tras el triunfo holgado en las legislativas provinciales, el resultado de octubre -las nacionales de medio término- operó como un correctivo sistémico. La Libertad Avanza (LLA) no solo logró revertir el tablero bonaerense, sino que consolidó un despliegue nacional que obliga a mirar más allá de la superficie.
¿Qué cambió en apenas un mes? ¿Fue una mejora súbita en la percepción de la economía o se activó un resorte dormido en el subconsciente del votante? La respuesta aparece con nitidez cuando interrogamos a los datos de las encuestas de QSocial.
Históricamente, las elecciones de medio término funcionan como plebiscitos de gestión. Y así se analizaba a partir de modelos estadísticos predictivos aplicados previo a la contienda de septiembre. Según estos modelos, el apoyo electoral a LLA estaba condicionado en un 97% por la convicción de dar una muestra de respaldo al Gobierno. Es decir, la razón principal por la cual se optaba por los candidatos libertarios era para apoyar al oficialismo. El rechazo al kirchnerismo apenas explicaba un 3% del comportamiento electoral. Eran votantes de esperanza, no de espanto.
Sin embargo, el triunfo peronista en la elección bonaerense de septiembre funcionó como un “electroshock” para el electorado independiente. Los datos post-octubre de nuestras encuestas revelan una inversión de variables.
El peso del antiperonismo en la definición del voto a LLA saltó del 3% al 46%. En contrapartida, la idea de “apoyar al gobierno” (el componente plebiscitario) cedió terreno, pasando de aquel casi unánime 97% a un 54%.
¿Qué nos dice esto? Que el triunfo peronista de septiembre activó el “voto reactivo”. El electorado nacional detectó un riesgo de retorno al pasado y salió a blindar al espacio libertario, no necesariamente por amor al presente, sino por pánico al pasado. El antiperonismo, que parecía diluido, recuperó su carácter de ordenador social.
El escenario de cara al 2027
Si hoy tuviéramos que proyectar una elección presidencial según datos de encuestas nacionales de QSocial, la estructura del voto libertario parece haber encontrado un equilibrio intermedio. Los modelos predictivos actuales indican que la foto hoy se parece más a octubre que a septiembre: el antiperonismo explica el 35% del voto a LLA, mientras que el apoyo genuino a la gestión sostiene el 65%.
Esta es la zona de confort -pero también de riesgo- para Javier Milei. El oficialismo nacional ha comprendido que necesita de ese “fantasma” para movilizar a los indecisos e independientes. Sin la amenaza de un peronismo competitivo, el voto de gestión queda desnudo ante las vicisitudes de la economía y el humor social. La polarización, lejos de ser un vicio, es para LLA una necesidad estadística.
El dilema del peronismo es el techo de cristal. Su desafío es inverso y complejo. La elección de septiembre demostró que tiene un piso importante y una capacidad de movilización fuerte. Pero también demostró que su sola presencia vigorosa funciona como un repelente para el votante de “centro”. Su encrucijada es clara: ¿cómo ampliar la base electoral sin activar simultáneamente el resorte antiperonista del resto del país? Cada vez que el peronismo celebra un triunfo parcial, parece estar cavando la fosa de su derrota, al unificar a una oposición que solo se pone de acuerdo cuando siente el aliento del peronismo en la nuca.
Como conclusión, la política argentina es cada vez menos una discusión de modelos para convertirse en una gestión de emociones y rechazos. El oficialismo nacional deberá decidir cómo compatibilizar el respaldo que recibe por la gestión que realiza con el rechazo al rival. El peronismo, por su parte, deberá evaluar cómo construir un nuevo relato y nuevas narrativas que enamoren a la sociedad y evitar ser el “eterno susto” que impulse el respaldo al espacio libertario.
En este tablero, el dato es rey: monitorear la fluctuación de este “voto por rechazo” será la única brújula confiable para saber si La Libertad Avanza por mérito propio o por espanto y cómo el peronismo logra ampliar las bases sin generar temor en determinados segmentos de la sociedad.



