Acoso en las escuelas
El término inglés bully alude al sujeto camorrista o matón; bullying es una palabra que se ha difundido más allá de las fronteras del inglés para designar las conductas de acoso que se presentan en la escuela, cuando un chico es sometido a una persecución continua o presionado por otros alumnos.
Este tipo de situaciones no son sólo propias de un país. Ayer mismo se conocieron dos casos terribles de acoso. Uno, ocurrido en Nueva Jersey, Estados Unidos, donde una chica llamada Mallory Grossman, de 12 años, se quitó la vida como consecuencia del vacío y de las burlas diarias que recibía por parte de sus compañeras de escuela. El otro caso tuvo lugar en nuestro país, en Bahía Blanca. Allí, los padres de una adolescente, también de 12 años, decidieron sacarla de la escuela. Según la madre de la chica, sus compañeros la obligaban a comer pasto, la quemaban y hasta le quebraron un dedo. Todo ello sin que las autoridades reaccionaran debidamente.
En los últimos años ha sido Finlandia una de las naciones que más ha investigado el problema, tarea que asumió personal de la Universidad de Turku. Se analizó desde 2007 el comportamiento de 30.000 alumnos, de entre 7 y 15 años, pertenecientes a los niveles primario y secundario de 234 escuelas. Las normas resultantes sirvieron para afrontar positivamente el problema, que se resolvió en el 79% de los casos, en tanto que en el 21% restante hubo una mejoría apreciable de las conductas. Este resultado promovió la incorporación del programa finlandés contra el acoso (denominado Ki Va) en otros 20 países.
En nuestro país, la vicedirectora académica del Instituto Michael Ham, Mariana Gallagher, señaló que el tema fue objeto de anteriores tratamientos, pero se quería contar con un recurso como el Ki Va, de construcción sistemática y resultados probados. Por esta razón se formalizó su empleo para ser aplicado y se preparó a un equipo, cuyo objetivo es influir en las normas de convivencia de los grupos, reforzar valores y promover las acciones positivas, en vez de concentrarse sólo en la víctima y el agresor.
Gallagher explicó que no es el propósito del programa de convivencia etiquetar a chicos o adolescentes por sus conductas previas. El objetivo es lograr la modificación de actitudes a través de una toma de conciencia más plena de los comportamientos y de los nuevos roles que se van asumiendo.
En tanto, Laura Alcocer, directora de un centro de terapias cognitivas de La Plata, destacó el beneficio del Ki Va para las víctimas de los episodios de acoso en la vida escolar, ya que en esas circunstancias reciben el apoyo y la contención afectiva que necesitan. Los programas de actividades incluyen videos, juegos y reuniones con los padres.
La difusión del método finlandés ha sido mínima en nuestro país hasta el momento, si bien han existido contactos de un equipo de nuestro Ministerio de Educación con el país báltico. La descripción de la labor que se propone merece una valoración positiva. Su aplicación gradual sería promisoria entre nosotros. La experiencia permitirá un mejor ajuste a nuestra realidad.