África, más allá de Angola
Es cada vez más innegable que el balance de la economía global ha cambiado a favor de los países emergentes. Países como los que conforman el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) son quienes aparecen como los beneficiarios más evidentes de este proceso que lleva una década. Pero no los únicos. Según estima el Fondo Monetario Internacional, de las diez economías con mayor crecimiento promedio entre 2001 y 2010, seis son africanas: Angola, Nigeria, Etiopía, Chad, Mozambique y Ruanda. En los próximos cinco años hasta 2015, se espera que al club se sumen Tanzania, Congo, Ghana y Zambia, con tasas superiores al 7% anual.
Si bien el crecimiento se concentra en las economías que proveen recursos naturales -en especial minerales, petróleo y agricultura- también se han expandido sectores como el financiero, construcción, telecomunicaciones y comercio minorista. La demanda de materias primas está impulsando mayor acceso de África al capital internacional, más que triplicándose los flujos de inversión extranjera directa a la región en los últimos quince años.
Políticamente, la estabilidad registró un significativo avance. Durante el 2011, diecisiete naciones tuvieron elecciones. Si bien es cierto que los regímenes dictatoriales, la corrupción y la debilidad institucional siguen estando entre los desafíos más duros que enfrenta el continente, ha decrecido la violencia étnica y la guerra civil para la resolución de conflictos internos. Aún con riesgos de reversión, episodios como el genocidio de Ruanda y Burundi parecen haber quedado atrás. Económicamente, se mejoraron las posiciones fiscales y monetarias, se redujo el peso de la deuda sobre varios países y se avanzaron reformas micro. Entre mayo del 2010 y junio del 2011, el setenta y ocho por ciento de los gobiernos de África Subsahariana modificaron el entorno regulatorio de sus economías para facilitar la apertura y el funcionamiento empresarial.
El crecimiento en África se apoya en la combinación de demografía y economía. En 1900 solo había cien millones de habitantes en África, ahora hay más de mil millones. Para el 2050 se espera que sean dos mil millones. Y dos tercios de esa población tiene por debajo de veinticinco años. Los jóvenes que entran en el mercado laboral consumen, ahorran y forman familias. Informes de casas de inversión privadas y bancos internacionales estiman que el poder adquisitivo de los hogares africanos creció un diecinueve por ciento en 2010-2011, sólo superado por India y América Latina. También estiman que los hogares africanos con ingresos de más de 5.000 dólares aumentarían de 85 a 128 millones para 2020. Claro que esto supone que las crecientes filas de jóvenes serán incorporados. Pero muchos países africanos aún enfrentan desafíos importantes en términos de pobreza, desempleo y desigualdad. De no poder superarse estas barreras, los saldos demográficos podrían amenazar más que apuntalar el desarrollo.
Internacionalmente, la apuesta africana es por la vinculación más extensa y profunda con la economía global como vía para alcanzar el desarrollo autónomo y sustentable. África es la última frontera en el crecimiento. A medida que en Asia los salarios aumentan y las condiciones de producción se encarecen, lentamente se van desplazando al sur y al sureste de la región. Las tendencias de largo plazo parecen indicar que en veinte o treinta años al menos parte de la producción global se desplazará progresivamente a África. Esto crea sustanciales oportunidades de negocio y de relacionamiento.
Países como China lo han entendido, posicionándose como socio estratégico para asegurarse la provisión de recursos naturales en un mundo en el cual son cada vez más escasos. Brasil potencia su proyección a través de sus campeones nacionales del área energética y de infraestructura. India aprovecha sus diásporas para establecer redes transcontinentales de comercio. Todos combinan la iniciativa privada con el apoyo público con el objeto de capitalizar el futuro en estrategias de largo plazo. Para Argentina, es el momento de delinear una estrategia gubernamental seria y sustentable que comprenda la realidad de este continente en ascenso y anticipe a dónde irá en los próximos años. La misión de la Secretaría de Comercio Interior y el viaje presidencial a Angola constituyen en este sentido primeros más que últimos pasos. La Cancillería -en acción conjunta y coordinada con otros ministerios- cuenta con los recursos humanos y técnicos necesarios para dar a la relación con el continente un encuadre estratégico amplio y sólido que potencie la proyección internacional. Un continente africano cada vez más globalizado abre inmensas oportunidades al país. Es un gran momento para aprovecharlas al máximo.
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