Arte de tapa: la puerta de entrada a la literatura
Un recorrido por las memorables portadas de clásicos de Bradbury o Fitzgerald, pasando por las ilustraciones de colecciones míticas como Minotauro o El Séptimo Círculo y llegando a uno de sus mejores exponentes locales, Javier Barilaro, cuyas tapas para la editorial Mansalva están expuestas en la galería Otero
Las tapas siempre han representado una parte vital y trascendente de ese objeto invencible y analógico llamado libro. Ya sea como primera impresión, puerta de entrada, herramienta que despierta interés, amplifica significado o anzuelo de venta, las cubiertas contienen ese aire anfibio de objeto artístico que despega por su belleza y, a la vez, es un panfleto informativo del contenido de un texto. Es por eso que las editoriales buscan innovar en sus diseños para volverse atractivas para los potenciales compradores y, si es posible, quedar impregnada en las retinas como imágenes inolvidables. Así ocurrió con las tapas que diseñaron S. Neil Fujita para El padrino, de Mario Puzo; las de Joe Pernaciaro y Joseph Mugnaini para Fahrenheit 451, de Ray Bradbury; la icónica cubierta que hizo Francis Cugat para El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald o la realizada por David Pelham para La naranja mecánica, de Anthony Burgess.
También en nuestro país existen cubiertas memorables y clásicas como la que hizo Jorge Álvarez para La traición de Rita Hayworth, donde se lo ve a Manuel Puig detrás de una cámara, la de ¿Quién mató a Rosendo? de Rodolfo Walsh en Ediciones De la Flor, la primera impresión de La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, para Losada o la de Chichoni para El juego de la rata y el dragón, de Cordwainer Smith en Minotauro, un extraordinario sello editorial que también tuvo tapas creadas por el gran trazo de artistas notables como Carlos Nine y Luis Scafati.
En estos momentos, el diseñador de tapas más reconocido del mundo tal vez sea el carismático Chipp Kid, quién dejó su huella reconocible en esta rama del arte con la portada de Jurassic Park de Michael Crichton, entre otros.
¿Pero qué pasa en la actualidad con el arte de tapa en nuestro país?
Es un detalle menor que pasa desapercibido para la mayoría de los lectores, sin embargo tiene un gran valor para el responsable de todas las tapas de la editorial Mansalva. En la sección de información interna del libro –el llamado colofón– no dice "diseño de cubierta" ni nada parecido, dice lo siguiente: "Arte: Javier Barilaro". Con ese pequeño gesto, el artista plástico da cuenta de forma pública cómo encara su trabajo a la hora de pensar una tapa: como si fuera un cuadro para una estructura móvil y portátil.
Estas son cualidades que se pueden apreciar en la muestra La industria gráfica produce cultura, que estará en la galería Otero (Scalabrini Ortiz 1693) hasta el 15 de noviembre, donde Javier Barilaro exhibe "sus caprichos": "Empezó como una retrospectiva gráfica más que de mis obras. Porque tengo una doble vida de pintor y diseñador gráfico, aunque siempre dije que era artista. Esta muestra trata de contar toda mi carrera en el diseño pero como una obra nueva y en nuevos soportes", explica.
Barilaro comenzó con el diseño de tapas de manera autodidacta, confeccionando las imágenes que ilustraban los cassettes en los que hacía compilados musicales cuando era joven. Luego estudió en Bellas Artes y con unos amigos estudiantes de Letras decidieron comenzar una editorial. Por ese entonces, Barilaro ya tenía encima las influencias que luego lo harían conocido en el medio: "Ya me había metido en el arte y me llamaban la atención los que incluían textos en sus cuadros, tipo Jaspers Johns o Robert Rauschenberg que hacía unos collages increíbles. También ya conocía los afichistas franceses de los sesenta, el Nouveau réalisme. Además me gustaba mucho Jackson Pollock y en vez de tirar trazos de pintura yo escribía cosas ilegibles. No puedo separar pintura y literatura. Y el diseño gráfico, para mí, es una resultante de eso. Así apareció el hecho de hacer tapas de libros."
Primero trabajó en el proyecto Elisa Cartonera y luego continuó con Mansalva. En los dos casos, las tapas lograron destacarse como formas relevantes de crear entradas a universos nuevos y que pueden, además, considerarse como obras en sí mismas, con peso propio. Desde ese espacio, Barilaro dejó una marca a partir de la incorrección: "Somos buscadores de imágenes raras que tengan una cierta onda. Inclusive si son apaisadas y la ponemos en vertical la gente lo valora porque no se hizo mucho. La tipografía es mi capricho absoluto. Hago lo que se me canta y es lo que considero la marca estilística de Mansalva. A veces pongo ensaladas de tipografías, algo que en diseño gráfico no se recomienda. Si hubiera un departamento de marketing en la editorial ya me hubieran despedido. Por eso es un proyecto artístico."
Las puertas de la percepción
Las editoriales independientes que buscan posicionarse en ese campo de batalla que es la mesa de novedades, tienen en los diseños de cubierta una herramienta para llamar la atención. Así como los grandes sellos tienen los nombres de escritores reconocidos, las editoriales independientes apuestan a una estética a la que recurrir para construir una identidad y un territorio de pertenencia. En ese sentido, la editorial Nudista de Córdoba tiene cubiertas que se destacan por varias cuestiones: son imágenes propias, los autores siempre aparecen y tienen una factura moderna. Explica Juan Cruz Sánchez Delgado, el responsable de idear y llevar a cabo estas producciones de tapa: "Nuestro lema es la literatura es nuestro punto de partida y esto aplica para las tapas de nuestros libros. Para las portadas realizamos producciones fotográficas específicas, inspiradas en el libro, donde involucramos al autor, no solo en la toma de decisiones si no también físicamente ya que en la foto de portada intentamos recrear una escena o atmósfera del libro en la cual está presente el autor. De esta manera la foto de tapa también se convierte es un especie de retrato. La mayoría de las editoriales ponen en la solapa la típica foto solemne, a nosotros se nos ocurrió sacarlo de allí y llevarlo a la tapa o contratapa del libro, protagonizando un fotograma de su propia obra."
Por su parte, Gustavo López, curador de arte y editor de la histórica editorial de poesía Vox, cuenta cómo aborda el trabajo de las tapas de sus libros: "Tratamos que la cubierta sea un lugar destacado. Como una decisión estética central utilizamos casi siempre obras de artistas visuales argentinos contemporáneos que comparten el mismo campo cultural y estético con los poetas, y con quienes en nuestras cabezas encontramos múltiples lazos de conexión, a pesar de que cuidamos muy bien que la imagen de tapa no funcione como una ilustración del texto sino más bien como un trabajo que proviene del mismo universo de experiencia sensible. Los artistas que elegimos están en una órbita de interés para nosotros similar al de los poetas que editamos."
Pablo Mambo Rivas se encarga de la estética de tapas de las editoriales Conejos y Paisanita. Y dice al respecto: "Cuando me hacen llegar el libro con el que vamos a laburar, al leerlo, al ver el tenor o la atmósfera que me sugiere la lectura, ya me pongo a pensar a qué ilustrador convocar. Las editoriales me dejan trabajar como yo quiera y no me gusta ejercer ninguna presión sobre los ilustradores. Trato de llamar a gente que admiro por su trabajo, aunque no los conozca o tenga poco recorrido en el mundo editorial."
El trabajo de las dos casas editoriales más grandes del país tiene una dinámica diferente a la de los editores independientes por cuestiones de mercado. Dice Mario Blanco, jefe de arte de Planeta: "Se les da un lugar preponderante a las cubiertas. Los libros suelen ocupar un lugar destacado en las mesas de las librerías y para nosotros la tapa debe funcionar como una especie de amor a primera vista. El primer contacto se establece entre el editor y el director de arte: el editor hace una sinopsis de la obra, pensamos algunas ideas posibles en función del contenido, de las características del autor y del presunto mercado adonde va dirigido, luego hablamos con el director editorial y definimos la orientación. Desde ya que paralelamente intercambiamos opiniones con los autores. Recién entonces se designa el diseñador a cargo y comenzamos a bocetar, ya con una idea más afinada." Lucrecia Rampoldi, coordinadora de arte de Penguin Random House, comparte la importancia de la tapa a la hora de vender un libro: "Le damos un lugar especial, y espero que cada vez más importante. Creo que es un elemento esencial a nivel comercial, es lo primero que ve el potencial comprador, lector, librero o periodista. Se trabaja mucho en encontrar el tono de comunicación adecuado, que "suene" como la voz del autor. Leemos el libro, hablamos con el editor, escuchamos al autor, buscamos el registro que queremos plasmar y trabajamos varias series de bocetos hasta dar con lo que nos convenza."