Asesinos por naturaleza
La absurda lucha comercial, publicitaria y equivocada entre alimentos naturales y alimentos transgénicos.
LONDRES.- HE aquí una adivinanza: dos sectores de la industria global de alimentos crecieron rápidamente en los últimos años. Los productos de uno de ellos han sido sometidos a pruebas intensivas, sin evidencias nocivas.
Se sabe que los del otro sector plantean serios riesgos para la salud, pero nadie sabe cuán serios son porque las presiones políticas por parte de la industria impidieron una eficaz regulación, evitaron la experimentación e incluso bloquearon la información al respecto.
Uno de esos sectores afronta una encendida oposición pública, que pronto podría sacarlo totalmente del negocio, mientras que el otro disfruta, complacido, de la aprobación de la gente.
Ahora bien: (a) ¿de qué sectores estamos hablando?, y (b) ¿cuál de ellos tiene problemas?
En primer término, la respuesta de (a): uno de los sectores es el negocio de los suplementos dietarios; la gente que le vende a uno efedráceas para bajar de peso, melatonina para conciliar el sueño y demás. El otro es el negocio de los alimentos genéticamente modificados, que trata de agregar a los cultivos naturales genes que confieren resistencia a las plagas, un mayor valor nutritivo y otros aspectos beneficiosos.
Ahora, la repuesta de (b): existe una amplia evidencia de que los suplementos dietarios pueden ser, en caso de que se los emplee mal, sumamente peligrosos. Una reciente encuesta realizada por el diario The Washington Post revela que "cada vez más norteamericanos caen seriamente enfermos o incluso mueren después de consumir suplementos dietarios... Entre las víctimas figuran no sólo hombres y mujeres de distinta edad sino niños..."
Sin embargo, una ley de 1994 exime específicamente a esos suplementos de casi toda regulación federal, incluso de la necesidad de informar acerca de efectos adversos. Podría esperarse que la presión de los activistas modificara esa ley. Pero si los boletines de los negocios de venta de productos naturales que están cerca de mi casa sirven de alguna indicación, la propia gente que uno podría esperar que lanzara una campaña contra una industria imprudente con la salud de las personas -gente que ya está dispuesta a organizar manifestaciones contra las empresas multinacionales- figura entre los clientes más entusiastas de la industria de los suplementos dietarios.
Los productos son "naturales", de manera que deben estar bien y ser aptos para el consumo.
Por otra parte existen los alimentos genéticamente modificados o transgénicos, que aunque no haya sido demostrado que causen algún daño generan una furiosa oposición, particularmente en Europa.
Y éste es un caso en el que Gran Bretaña es verdaderamente europea: la furibunda reacción local contra los alimentos transgénicos -comúnmente llamados allí "Frankenfood" (alimentos Frankenstein)- habría puesto orgullosos incluso a los franceses.
Todo lo que recuerda la gente es la historia de las ratas que se enfermaron después de comer papas genéticamente modificadas, un caso de resultados tergiversados, de supuestos especialistas independientes que, en realidad, eran activistas políticos, y de una general malversación de los hechos por parte de los medios de prensa.
Y la oposición que afrontan los productos genéticamente modificados, en efecto, está matando la industria, no sólo en Europa sino en países que exportan a Europa, lo cual efectivamente significa en todas partes.
Los alimentos genéticamente modificados no se convirtieron realmente en una cuestión candente en los Estados Unidos, pero allí el carácter sociológico del movimiento contra esa clase de alimentos es francamente familiar para cualquiera que rastree nuestro propio movimiento contra la globalización.
Un informe sobre la controversia elaborado por Equinox, el equivalente británico de Frontline, el noticiero de la PBS, encuadró perfectamente la imagen: desde su desahogada posición, un grupo de activistas de clase media y alta hablan de modo reverencial acerca de las virtudes de los estilos de vida tradicionales y de la perversidad de los modernos métodos agrícolas. (Sí, el príncipe Carlos encabeza una cruzada contra los alimentos genéticamente modificados).
Como una muletilla se ha dicho que nos hemos arreglado sin los alimentos genéticamente modificados durante muchos siglos, y entonces, ¿para qué cambiar?
Por supuesto, la respuesta es que durante todos esos siglos la vasta mayoría de la gente vivía al borde de la inanición; tan sólo hace poco que una vida decorosa estuvo al alcance de más gente que no formaba parte de un pequeño grupo selecto.
Y esa vida decorosa se hizo posible gracias a la ciencia aplicada y la tecnología, incluyendo la moderna agricultura, que depende de manera decisiva de sustancias químicas que los países subdesarrollados no pueden darse el lujo de tener.
Ahora, finalmente, la modificación genética -capaz de sustituir algunas de las sustancias químicas caras utilizadas en Occidente- ofrece una esperanza de salvación.
¿Y cuál es la reacción de los supuestos amigos de los pobres? La misma que tienen respecto de las nuevas oportunidades para las exportaciones generadores de ingresos y de puestos de trabajo que ofrece el creciente intercambio comercial global: una reacción de espanto de sólo pensar en el cambio, mientras románticamente, como rapsodas, recitan extasiados las virtudes de la vida tradicional.
De allí la extraña asimetría entre el tratamiento de los suplementos dietarios, que a menudo causan realmente daño a la salud, pero son "naturales", y los alimentos genéticamente modificados, que pueden hacer muy bien a la salud, pero son "artificiales".
Por desgracia, lástima que los pobres y desdichados de la Tierra pagarán, como siempre, el precio de las fantasías de los ricos y opulentos.