Bachelet y la fuerza de las mujeres
Hace unos días, en nuestra oficina de las Naciones Unidas en Buenos Aires, recibimos a una mujer que no sólo simboliza el cambio en la ONU, sino que traduce el cambio en acción día tras día en su trabajo.
Michelle Bachelet, ex presidenta de Chile y actual jefa de una nueva organización autónoma llamada simplemente ONU Mujeres, visitó la Argentina por primera vez desde que asumió sus funciones, en 2010, ante el pedido de mi jefe, el secretario general Ban Ki-moon.
Compartir un momento con Bachelet es como escuchar el tambor del desafío y el cambio. "La fuerza de las mujeres, el trabajo de las mujeres y la sabiduría de las mujeres son el mayor recurso sin explotar de la humanidad", nos dijo. "Las mujeres toman decisiones a diario. Ya sea comprar comida, cuidar la salud de un niño o plantar una semilla. Tienen un impacto sobre todo, desde la recuperación de la economía mundial hasta el cambio climático."
Recordó que al llegar a una reunión de ejecutivos de alto nivel en la sede de la ONU en Nueva York descubrió que era la única mujer presente. "Es como si las mujeres todavía estuviéramos entre paréntesis. Mientras que sabemos que las mujeres son centrales, toda una fuerza para el cambio."
Una hora con Bachelet es suficiente para darse cuenta de que el cambio ya está en marcha. Su tarea es aunar las diferentes áreas del sistema de la ONU que se ocupan de temas vinculados a las mujeres y ayudarlas a llevar a cabo la transformación que produzca un cambio en la vida de las mujeres en todo el planeta.
Mientras recorre la lista de temas que le competen –desde pobreza hasta violencia de género, desde igualdad de salario hasta salud reproductiva– se advierte inmediatamente un estilo de liderazgo diferente en el sistema de la ONU.
El vocabulario específico que emplea es más el de un líder habituado a dirigir políticas, tomar decisiones y esperar resultados que emerjan de esas políticas y decisiones. Acción, rendimiento, responsabilidad. Producto, resultados, relevancia, impacto. "Todo puede verse muy bien en el papel, pero queremos resultados… hay una desconexión entre los discursos y la acción… tenemos que brindar el producto de nuestro trabajo como una organización de la ONU… tenemos que ser relevantes para las vidas de las personas… lo que cuenta es el impacto."
El trabajo por delante es enorme e incluso desalentador. Las mujeres en muchas partes del mundo están rezagadas en términos de salarios, empoderamiento, educación, derechos. Permanecen increíblemente vulnerables a la violencia de género, como sabemos muy bien todos en la Argentina. Pueden haber tenido acceso al Parlamento –la Argentina tiene una excelente posición en ese sentido–, pero una mujer en este país enfrenta aún riesgos inaceptablemente altos de mortalidad materna.
Como médica, más precisamente como pediatra, Bachelet se preocupa especialmente por el ámbito de salud. "La salud sexual y reproductiva sigue siendo un tema en muchos lugares –dice–, y existe una tendencia hacia un pensamiento más conservador en estos días. Puede observarse en algunos líderes religiosos o en ciertas regiones de Africa, por ejemplo. Me preocupa que estemos en un momento ideológico acerca de los derechos de una mujer."
Los escépticos podrían sugerir que ésta es sólo una persona en una sección del vasto sistema de las Naciones Unidas. No es tan así. En años recientes hemos visto asignar importantes puestos a mujeres de extraordinaria capacidad y experiencia.
La ex primera ministra de Nueva Zelanda Helen Clark lidera el complejo Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que lleva a cabo un invalorable trabajo en la Argentina. Josette Sheeran, jefa del Programa Mundial de Alimentos, que alimenta a más de 100 millones de hambrientos cada día, ha introducido iniciativas de avanzada: por ejemplo, en Africa, la familia que manda a su hija a la escuela cinco días recibe más alimentos. Y funciona.
Y en lo más alto del sistema de la ONU, la jefatura del gabinete del secretario general es ocupada por una argentina, Susana Malcorra. Habiendo trabajado un poco con ella en mis tiempos en la ONU en Washington DC, puedo asegurar que ella busca resultados, no palabras, y acción, no promesas.
Le pregunté a Bachelet cómo ve ella misma su quehacer en términos de aportar un cambio a la ONU. Sonrió y dijo: "Tenemos que abrir la organización a nuevas caras, nuevas ideas, permitir que entre aire fresco, y tenemos que hacer el ambiente desafiante. Cada día un desafío".
Mi único pesar fue que un día antes de la visita de Bachelet una profesora en un importante foro internacional en Rosario me preguntó si la ONU podría alguna vez cambiar, ser reformada desde dentro. "La ONU es simplemente demasiado grande, demasiado burocrática, demasiado concentrada en los procesos para cambiar", concluyó la profesora.
Me hubiera gustado que estuviera conmigo para conocer y escuchar a Bachelet.
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