Benjamin Oron: Medio Oriente en busca de la paz
El embajador Benjamin Oron dice a LA NACION que la nueva generación de israelíes está más signada por la frustración que por la violencia
A 55 años de la creación del Estado de Israel, la desilusión no tiene marca de origen. Es parte de la transición, parece. Bisagra repentina en la historia. Brutal, a veces, como el 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos. O como los atentados recurrentes, sin marca en el calendario, contra el proceso de paz en Medio Oriente, signado por la segunda intifada (sublevación palestina) desde el 28 de septiembre de 2000. La desilusión tampoco tiene fecha de envase, sino un antes y un después. De la guerra en Irak, tal vez. O de las sucesivas guerras entre árabes e israelíes desde 1948.
En Israel pensaban algunos en los noventa que el fin de la historia, vaticinado por Francis Fukuyama, incluía a Medio Oriente. Que la transición encontraba su bisagra en el apretón de manos entre Yitzhak Rabin y Yasser Arafat en presencia de Bill Clinton, el 13 de septiembre de 1993. Que el reconocimiento del Estado, a cambio de la autonomía palestina en algunas áreas, iba a sellar el proceso de paz.
"Hubo mucha ingenuidad, quizá -dice a LA NACION el embajador de Israel en Buenos Aires, Benjamin Oron-. Entramos en el nuevo siglo con un sentimiento de desilusión. Que no es sólo nuestro, aclaremos. Tal vez haya habido expectativas demasiado optimistas sobre problemas que parecían solucionados o que estaban en vías de solucionarse. Pero prevalece un sentimiento de frustración. Hasta de... ( medita la palabra ) bronca. Septiembre de 1993 había sido una piedra angular en el proceso. Hubo altos y bajos, naturalmente, pero se esperaba que fuera el final. Estábamos cerca. La desilusión vino después de Camp David, en julio de 2000. La gente comenzó a preguntarse si ése era el camino."
El camino no eran las concesiones de Ehud Barak después de nueve días de negociaciones con Arafat. Previos al estallido de la segunda intifada, con terroristas inmolados en Israel y, como respuesta, con asesinatos selectivos en territorios palestinos. "Hay mucha gente en Israel que piensa que los acuerdos de paz, desde Oslo, han sido un grave error -dice Oron-. La convicción de la mayoría es que Oslo ha sido una especie de inducción y que no había contraparte."
Pero Oron repara, más que en ello, en la desilusión de los noventa, testigo, ahora, de una nueva etapa: "Era previsible que, terminada la guerra en Irak, los Estados Unidos y Europa iban a poner énfasis en el problema palestino", dice.
Sharon y Arafat nacieron antes que el Estado de Israel, rompiendo una regla general: los Estados suelen existir antes que los hombres. Es el caso de Oron, también, oriundo de San Pablo, Brasil. El 29 de noviembre de 1947 cumplía ocho años y "no entendía de política, pero mis papás estaban más atentos a la radio que a mi cumpleaños": las Naciones Unidas resolvían ese día, a pesar de la oposición de los árabes, la partición de Palestina en un Estado judío y en otro árabe, creando una zona internacional para Jerusalén. Tras el retiro de las tropas británicas y la proclamación del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, iba a estallar la primera guerra entre ambos.
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Más de medio siglo después, con breves intervalos de paz, Oron advierte cambios drásticos. Los ejes de la discusión, según Oron, pasan ahora por la resolución del dilema Estado-nación de algunos países de la región, la posibilidad de que haya un panarabismo (es decir, una opinión única de la Liga Arabe) y las reformas internas. Con señales nuevas, como la designación del primer ministro palestino, Mahmoud Abbas (Abu Mazen), con su prédica contra el terrorismo; cara y ceca, en principio, con la equidistancia de Arafat, sellada por los atentados de Hamas y de Jihad Islámica contra blancos judíos. Y con un mayor interés de George W. Bush en tallar en el conflicto después de la grotesca división de Occidente a causa de Saddam.
La ecuación de Bush data de febrero: "El éxito en Irak podría marcar también el comienzo de una nueva etapa en la paz en Medio Oriente, así como poner en marcha el avance hacia un Estado palestino democrático". En igual sentido se han pronunciado dirigentes israelíes y palestinos, pero, mientras tanto, no han cesado los atentados.
Desconfiado del fin de la intifada que propugna Abbas, renuente a renegociar la hoja de ruta que ha impulsado Estados Unidos. Se trata de un plan de paz a plazo fijo: la creación del Estado palestino en 2005. Del otro lado de la mesa, o de la frontera, el gobierno israelí ha dejado entrever que son más importantes los hechos que las palabras. El fin del terrorismo, en resumen.
"Si no hay una reforma seria en el manejo de la Autoridad Palestina, no se puede hablar de paz -dice Oron-. Con la asunción del primer ministro palestino hay un reconocimiento de la necesidad de esas reformas y, también, una respuesta a la propia sociedad palestina. No se puso a alguien porque querían Israel y los Estados Unidos, sino por una exigencia de reformas dentro de la sociedad palestina." La asunción de Abbas, sin embargo, coincidió con un atentado suicida en la estación ferroviaria de Kafar Sava, al norte de Tel Aviv, en el cual murió un vigilante y resultaron heridas 14 personas. "Fue un mensaje trágico", dice Oron.
La conexión argentina
¿En qué medida gira el mundo alrededor de Medio Oriente? Ni la Argentina, aparentemente distante, ha quedado al margen: dos años después de la voladura de la embajada de Israel, Ibrahim Hassan Baro, ciudadano libanés, habría sido el comando suicida que ejecutó en 1994 el atentado contra la AMIA por encargo de Hezbollah y con conocimiento del gobierno de Irán, según las investigaciones del Mosad (servicio de inteligencia de Israel).
"La SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) presentó en diciembre del año pasado un informe bastante bien trabajado y detallado sobre la responsabilidad intelectual y operativa del atentado contra la AMIA -dice Oron-. Nuestras investigaciones son coincidentes en lo que se refiere a la conexión internacional y a la responsabilidad política del gobierno iraní y la responsabilidad operativa de Hezbollah."
Dentro de América latina, la Argentina era considerada un país de oportunidades. Razón por la cual, según Oron, está mencionada en el informe del Mosad como "la segunda Israel" tanto por la cantidad de judíos radicados como por sus vínculos con Israel: "Hay muchas cosas que no se hicieron al comienzo de las investigaciones y eso, naturalmente, tiene su precio -dice-. Se perdió mucho tiempo". Las responsabilidades de adentro no reportan más que otra desilusión: no hay detenidos ni procesados por el atentado contra la embajada; los procesados por el atentado a la AMIA no están ligados al atentado en sí, sino a la venta del vehículo utilizado como coche bomba.
La desilusión no tiene marca registrada. En su momento, una placa sobre el escritorio de Harry Truman, presidente de los Estados Unidos, decía: "La decisión se toma aquí". Era mayo de 1948 y, según Thomas Friedman, debía lidiar entre su asesor político de mayor confianza, Clark Clifford, a favor de reconocer el Estado de Israel, y el secretario de Estado, general George Marshall, en contra de ello.
Después de Irak, Bush enfrenta una disyuntiva similar. Con la diferencia de que su secretario de Estado, Colin Powell, otro general, piensa que el fin de la historia, o del conflicto de Medio Oriente, podría contribuir a mejorar el rating de los Estados Unidos en el mundo árabe, en tanto contemple la creación del Estado palestino, mientras su asesor político de mayor confianza, Karl Rove, así como el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, insisten en que Arafat no es más que un terrorista y en que la caída de Saddam abre nuevas oportunidades. De ser cierto, o tan fácil, quizá la desilusión tampoco tenga fecha de vencimiento. Sobre oportunidades perdidas gira la historia. Sin fin.