Braden o Kirchner
EL que termina fue un año movido, y concluye con un episodio que tiene mucho de desconcertante. Es el que se relaciona con ese subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de los EE.UU. al que se le ocurrió decir que las empresas de su país dudaban de la seguridad jurídica argentina. Nada grato para el Gobierno, pero cabe la sospecha de que, bajo otras circunstancias que las actuales, todo habría concluido con una ingeniosa frase del jefe de Gabinete, acaso tildando de gil de goma o de panete al funcionario yanqui. Pero no ha sido así: los K se lo tomaron a la tremenda y si no han amenazado con una réplica militar tal vez haya sido porque alguien les advirtió que ni los barcos ni los aviones de guerra tienen combustible ni municiones. Lo que, igual, obliga a preguntarse a qué se debe tanta vehemencia.
El ex, y hoy presidente matrimonial, durante su mandato ya había mostrado algunas de las buenas condiciones que lo adornan. Pero su real valía sólo pudo ser puesta de relieve cuando, desde las sombras de Olivos, sin otra cosa que hacer que urdir planes encaminados a asegurar la supervivencia del binomio, se superó largamente a sí mismo. Porque Néstor K semeja un boxeador que pugnara por lucirse como ajedrecista. Para lo que tal vez le falte algo de lucidez, porque las piezas pretende moverlas con los guantes de box puestos, por lo que siempre parece estar a punto de tirar el tablero. Sin embargo, su valía como púgil de los escaques tuvo su gran oportunidad de mostrarse en el período que arranca con el revés electoral de junio y culmina en diciembre, cuando debía conformarse la nueva Legislatura con mayoría adversa. En ese lapso lanzó trompis sin cesar, con los ojos cerrados, hasta conseguir sacar las leyes que, según su juicio de boxeador muy vapuleado y aturdido, habrían de darle la oportunidad de conservar el cetro hasta que se le ocurriera bajarse del ring.
Hasta ahí su desempeño fue bastante lucido, pero ahora le quedan otros dos años por delante, con sus adversarios copándole el Congreso. Y es entonces cuando sus dotes de peleador van a ser puestas definitivamente a prueba, ya que sus pertinaces opositores se empeñan en atacarlo y en sacarlo del ring por KO en diciembre de 2011. Y hasta sospecha que si antes, mejor. ¿Qué le queda entonces? ¿Seguir como hasta ahora? ¿O patear el tablero y optar por las reglas del potrero bravío y las de los pibes pasados de tequila a la salida de los boliches?
Y bien: aunque parezca descabellado, eso es, precisamente, lo que estaría anunciando el incidente Valenzuela. Porque fue a partir de ahí cuando, imprevistamente, Obama dejó de parecerse a Perón. Y no sólo eso: ahora anda enviando virreyes a América latina, lo que le ha dado un toque claramente bolivariano a la indignación de Néstor K. ¿Preanuncia este gesto una vuelta de tuerca a su política internacional? No, tal vez no dé para alarmarse. Acaso lo que ocurrió fue que alguien le sopló al oído: "Che, si el Pocho ganó las elecciones del 46 con aquello de Braden o Perón, ¿por qué no intentás vos con Valenzuela o Kirchner?"
"Eso -dijo el reo de la cortada de San Ignacio- si es Lupin el que quiere repetir. Pero si fuera la señora, ¿cómo sería la cosa? Yo creo que podría optar entre Paris Hilton y Mary Poppins. Pero si quiere tener alguna chance, entonces tendría que ser: yo o mi marido." © LA NACION
lanacionar