Caprichos verbales argentinos
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Al final de esta crónica sabrán cuál es la palabra que elijo. Pero no resbalen sobre el texto para apurarse a encontrarla y así evitar leerlo. Jueguen al juego.
Cualquiera puede elegir el vocablo más bello entre los casi cien mil que llenan el diccionario. Cualquiera que hable, musite, grite, farfulle o calle en español. Se compite enviando la palabra elegida a la Escuela de Escritores, en España.
Por piedad, por respeto a la creatividad y al vuelo imaginativo, no insistan en esas obviedades sensibleras como mamá, hijo, flor, amor, libertad, paz, patria, caridad, y todo el reguero de palabras de fácil demagogia moral y afectiva. Tampoco hay que poner diminutivos de esos que Borges se abstenía por buen gusto; ni buscar "anticonstitucionalmente", la palabra más larga del diccionario, que no es bella ni le importa a nadie. Además, por más larga que sea, la supera esa palabra tan triste -"adiós"- que es corta y es bella, pero cuando se la dicen a uno en lugar de decirle que lo esperan, es la más fea y más larga del mundo.
En la Argentina actual hay palabras como "papeleras" y "esclavos" que adquieren nuevos significados. La primera, ya no se asocia a la materia en la cual se expresa la escritura, sino al derrame de dióxido de cloro y al desentendimiento. La segunda remite a la evolución de la esclavitud ya abolida hace mucho. Pero ahora "desabolida" por esclavistas inspirados en la flexibilización y la codicia de factoría.
También están de moda las palabras cárnicas. Nuestra vocinglería bovina y gastronómica debe de oírse hasta en el cielo. Y el desencanto de Dios al escucharnos debe de ser comprobar cómo hemos llegado a maltratar el concepto bíblico de la "carne" hasta reducirlo a la media res, la cuota Hilton y el bife de chorizo. Hablando de Dios, qué bella palabra. Para mí empata con Diablo, aunque ésta ofrece más tentaciones y exige menos sacrificio. Noche es mejor que día. Y donde no me caben dudas es que amante suena más intensa que esposa, y cópula más ardiente que castidad. Es una lástima que sexo, de ser una palabra subrepticia, húmeda y misteriosa, haya pasado a ser ginecológica, domesticada y permitida.
Y aunque el idioma italiano no tiene lugar en este juego, Silvio Berlusconi parece con ganas de intervenir. Les dijo "coglioni" a los votantes que no lo votan. Coglioni en italiano es el plural de boludo. Los españoles dicen gilipollas, los franceses con y en inglés se dice sucker.
En su famosa "Balada del boludo" Isidoro Blaisten convierte en sublime lo que en la jerga se ha ido reduciendo hasta convertirse en "bolú". Antiguamente había reverendos o reverendísimos. Pero como ahora los que ejercen se han multiplicado tanto, la condición ha perdido eficacia. Ya no hay como los de antes. En ningún rubro: ni siquiera en este del periodismo, y soy el ejemplo más cercano que tengo.
Incluyo otra palabra actual -un apellido- que ha logrado apropiarse del significado de toda la letra "K". Así sola, según la mitología, la letra se colocaba como advertencia sobre los vestidos que había tocado el rayo y que eran considerados funestos. En el Egipto antiguo se adoraba a Ka. Estatuillas con su imagen acompañaban a los difuntos a sus tumbas. Simbolistas y teólogos creen que Ka es una de las nociones más difíciles de concebir y de entender para un espíritu occidental. También para un argentino.
Ahora sí: ¿Quieren saber cuál es la palabra que elijo?: "perro". Porque además de bella es breve y sonante, y no desorienta como "gato". "Perro" es frontal y tiene direcciones antípodas: significa animal bueno pero también hombre malo. Significa soledad: "solo como un perro". O desgraciado: " lo tratan como un perro". Como palabra le quedaba bien hasta al "Perro" Santillán cuando estaba de moda.
El perro es completo. Salvo los ex perros. Esos falderos cautivos, bañados en perfume, castrados, modosos y ya olvidados de su entidad de perro.
Tanto buscar la palabra y al final nos ganará el silencio.
