La ficción argentina

La ficción argentina se puede entender como una fantasía, es decir un país que es una ficción, un cuento.

Malgastamos los impuestos de los contribuyentes en mantener una falsa democracia, una falsa república y consecuentemente una inexistente división de poderes, despreciando el esfuerzo de los ciudadanos que ven como la sociedad no navega en un amplio mar en busca de un mejor puerto, sino que se ve naufragando en un plato de sopa.

Todos esos principios necesarios para preservar los derechos de los ciudadanos a la vida, la libertad y la propiedad, solo están en las aparatosas bocas de nuestra hipócrita clase política, que repite permanentemente esas palabras como si fueran eslóganes, burlándose de los ingenuos e inmovilizando a los críticos.

Un territorio donde las víctimas se ven forzadas a financiar a sus victimarios, sin posibilidad de reacción, porque están abandonados a manos de las fuerzas de “inseguridad”, las bandas de delincuentes, los movimientos “insociables”, los sindicatos extorsionadores, los new Patoruzú, es decir, toda una organización de hampones. Esto no puede considerarse una nación.

Lo de la “justicia” merece un párrafo aparte. No solo humillan al ciudadano de a pie, se burlan de él, lo toman por tonto. Creen que la ciudadanía, la que trabaja, la que esquilman con impuestos, no se da cuenta del latrocinio de los caudales públicos que se perpetró a la vista de todos.

Los saqueadores son todos ricos y no tienen la necesidad de explicar nada. Los ciudadanos están cada vez más empobrecidos, más sojuzgados. Acusados, ante la mínima protesta, de querer atentar contra la democracia, contra la república.

¿Qué democracia? ¿Qué república? La república de la hipocresía.

Es inconducente pedirle la solución a quienes en realidad son el problema.