Chiqui Tapia: el sistema cómplice y la hora de los jueces
Hay preguntas que exceden al presidente de la AFA y obligan a mirar los resortes institucionales de la Argentina: ¿cómo se puede llegar tan lejos, y tan tranquilo, en el amasado de fortunas inexplicables?
7 minutos de lectura'


Por una sucesión de casualidades, quedó en evidencia la trama de opacidades y corrupción que rodea a Chiqui Tapia. Ya se vieron las mansiones, las Ferraris, las financieras truchas, los contratos sospechosos y los enjuagues impositivos. Pero hay preguntas que exceden al presidente de la AFA y que obligan a mirar los resortes institucionales de la Argentina: ¿cómo se puede llegar tan lejos, y tan tranquilo, en el amasado de fortunas inexplicables? ¿Cómo se puede armar semejante arquitectura de empresas fantasma, testaferros y redes clandestinas de negocios sin que suenen a tiempo las alarmas en los organismos de control? ¿O esos sensores se activan y son deliberadamente ignorados?
El caso Tapia nos pone, una vez más, ante la obligación de revisar un modelo y una matriz de negocios que en las últimas décadas se consolidó en la Argentina. Es una trama en la que se mezclan el fútbol, la política, el sindicalismo y los negocios oscuros. Pero que ha contado con evidentes complicidades en sensibles estamentos del Estado, donde muchas veces no han visto pasar los elefantes por delante de sus ojos.
¿En ningún engranaje del sistema saltó una alerta cuando un modesto monotributista y su madre jubilada ponían a su nombre una mansión en Villa Rosa que incluye un haras y un helipuerto? ¿Nadie preguntó nada mientras entraba por la Aduana una flota de Porsches, Ferraris y motos de lujo? ¿A ningún organismo de control le pareció extraño que un financista como Ariel Vallejo pasara en muy poco tiempo de la insignificancia económica a manejar montos incalculables de dinero? Las respuestas parecen remitir a un sistema infectado de complicidades, donde se practica la “vista gorda” sin disimulo y con alevosía.
Las conexiones políticas aportan al menos una clave. Tapia es, en los ratos libres, funcionario de Axel Kicillof: lo designó presidente de la Ceamse, el organismo que se ocupa de la gestión de los residuos en toda el área metropolitana. Ya había sido vicepresidente de ese mismo organismo, pero designado por Rodríguez Larreta. Tapia viene de ese mundo del manejo de la basura. Y nunca se fue.

El tesorero de la AFA, Pablo Toviggino, no oculta un vínculo muy estrecho y muy sugestivo con el hombre fuerte de Santiago del Estero, Gerardo Zamora. Es menos visible, pero no más débil, su relación con Sergio Massa. Suele olvidarse, pero por ese nexo se lo mencionó, a principios de este año, como probable director de un área estratégica del Banco Provincia. Esa designación fue descartada, pero hasta hubo un pedido de informes en el Senado bonaerense que alertaba sobre esa posibilidad y denunciaba groseras incompatibilidades. Quizás haya sido un globo de ensayo. Pero la versión sonaba creíble, porque la alianza de Kicillof con Tapia no se agota en la Ceamse: también le entregó las llaves del Estadio Único de La Plata y le hizo lugar a un “cambio de domicilio” para que la AFA quedara a salvo de inspecciones de la jurisdicción nacional, a cargo de la IGJ.
Escondido detrás de los éxitos de la selección de Messi y Scaloni, Tapia tejió su propia red de vinculaciones y negocios. Hasta creó una “universidad” que, si bien está floja de papeles, tiene como cara visible a un exrector de la UBA, Alberto Barbieri. Tentar con cargos y favores a actores de distintos ámbitos, desde la Justicia hasta la academia, ha sido una de las estrategias del emperador del fútbol: los tribunales de disciplina y de ética de la AFA están llenos de magistrados que atienden en los dos lados del mostrador. ¿No hay un impedimento ético? ¿No sienten una incomodidad frente al vendaval de sospechas y denuncias que sacude ahora a la conducción de la entidad? Si bien es una sociedad civil, la AFA tiene el poder económico, la dimensión y la complejidad jurídica de una multinacional: ¿puede un juez en ejercicio integrar el directorio de un emporio de negocios? Quizá el Consejo de la Magistratura tenga algo que decir.

Este entramado de relaciones podría servir para explicar la protección con la que Tapia y Toviggino llegaron hasta acá. Pero hay preguntas hacia adelante que adquieren mayor relevancia: ¿qué hará la Justicia con tantas evidencias sobre la mesa? ¿Mirará para otro lado o actuará con independencia, coraje y profesionalismo? ¿Entrará en el juego de adormecer las causas o se decidirá a investigar a fondo la intrincada y oscura madeja de corrupción en la que ha quedado enredado el fútbol? Por supuesto que los procesos judiciales requieren tiempo y rigurosidad procesal; no puede seguir el estrépito de la opinión pública ni de las redes sociales. Pero también exigen decisión, celeridad y firmeza. ¿Habrá jueces dispuestos a cumplir su misión frente a semejante despliegue de obscenidad?
Los juicios de Vialidad, y ahora el de los Cuadernos, han abierto un surco en la lucha contra la corrupción. Pero todavía hace falta que la Justicia, y el Estado en general, levanten una barrera consistente contra un arquetipo mafioso que se ha enquistado en el país y que tiene terminales políticas, pero también en otros ámbitos. La debilidad de los frenos institucionales ha convertido a la Argentina en una “tierra de oportunidades” para redes de negocios turbios. Todo eso ha fomentado el dinero negro en lugar de las inversiones.
Por eso Tapia es un nítido y ruidoso exponente de una matriz mucho más amplia. Es parte de un modelo cultural y de negocios que se forjó durante el kirchnerismo y que todavía está vigente. Este año, sin ir más lejos, una serie de filtraciones, tragedias y casualidades hizo que quedaran expuestos algunos personajes prototípicos de esa cultura: Elías Piccirillo, Miguel Ángel Calvete, Ariel García Furfaro, ahora el financista Vallejo. Todos forman parte de una nueva tipología social: son individuos que manejan cifras exorbitantes a través de sociedades fantasma, que operan negocios en las sombras, pero que a la vez hacen exhibición de fortuna a cielo abierto. Han aparecido en escándalos como el de la Andis y el fentanilo adulterado. ¿Están conectados además con el avance narco, el juego clandestino y las redes de trata?
Si hay algo que define a esa fauna es la presunción de impunidad. Hacen ostentación de poder y de dinero. No se esconden, no disimulan. Se mueven con la gestualidad y el despliegue de “los intocables”. ¿Lo son?
Es cierto que en los últimos tiempos han sufrido algunas “bajas”. Piccirillo, Calvete y García Furfaro están en prisión, pero ha sido más por sus propias torpezas y por la fuerza azarosa del escándalo que por la oportuna y metódica reacción de los dispositivos institucionales. En general, los organismos estatales de control llegan sospechosamente tarde. Y la Justicia actúa, en muchos casos, cuando no queda más remedio.
Lo dramático es que, mucho antes de que estallaran los escándalos, las cosas ya estaban a la vista. ¿No se conocían en el mundo del fútbol y de la política los oscuros manejos de Tapia y Toviggino? La respuesta está en el famoso tuit de Carlos Tevez del 6 de marzo de 2024: ya hablaba de la colección de autos de lujo en la quinta de Pilar, de los “bolsos enterrados que trajiste de Qatar” y de los sospechosos negocios por amistosos de la selección. ¿Nadie lo leyó en el tribunal de ética de la AFA? ¿Nadie creyó que debía actuar de oficio? Los silencios y la indiferencia cómplice forman parte de “el modelo”. Cuando se miran otros casos resonantes, desde Insaurralde hasta el del exsenador Kueider, se confirma que “todo el mundo sabía” menos la AFIP (ahora ARCA), que acaba de entronizar en su conducción a un funcionario denunciado por evasión. Tampoco se daban por enterados los organismos antilavado, la Oficina Anticorrupción ni, por supuesto, los tribunales.
Tapia y Toviggino ahora ofrecen una oportunidad. Si la Justicia se atreviera a actuar y los organismos de control examinaran cuáles fueron las fallas para que tantos elefantes resultaran invisibles, tal vez podría iniciarse un camino de saneamiento moral en la Argentina. Hay una sociedad que está mirando. Quizá lo haga con escepticismo, pero también con esperanza.




