Equilibrio
Dunbar, Escocia.- En el principio fue la piedra. Y fue el metal. Lo atestiguan bellísimas piezas rescatadas en sus excavaciones por los arqueólogos o descubiertas en las cuevas del mundo remoto. Esas primeras esculturas y pinturas rupestres tenían un propósito funerario, ritual o religioso. Constantin Brancusi, el gran escultor rumano, observó bien el trabajo de los artistas primitivos africanos y el de los prehistóricos mediterráneos y balcánicos. Limpió los materiales, lenta y minuciosamente, hasta alcanzar formas geométricas desnudas en el campo de la abstracción. Estas piezas ovoidales evocan a Brancusi y a sus antecesores. Alcanzar esta singular arquitectura de líneas puras, en la que todo pende de un hilo, es una práctica que demanda concentración y algunos vinculan con la meditación y el yoga. Como sucede frente a piezas como Danaïde o La musa dormida, quien observa se entrega a una mansa ensoñación.
Edición fotográfica Dante Cosenza