Reseña: La más preciosa de las mercancías, de Jean-Claude Grumberg
Guionista de cine, pero sobre todo autor teatral de larga trayectoria, Jean-Claude Grumberg (París, 1939) escribió esta pequeña obra de raíz parcialmente autobiográfica, que en más de un sentido podría asimilarse a sus textos de literatura infantil, buscando responder una pregunta que la literatura se hace a cada momento: ¿cómo contar el horror? ¿Cómo seguir contándolo, es decir, cómo mantenerlo vivo para que nadie olvide?
Lo primero que hace Grumberg en La más preciada de las mercancías, tras la búsqueda de esa suerte de extrañamiento desde el que pretende rememorar el fantasma del nazismo, es reducir la anécdota al mínimo. Un par de piezas en juego, apenas, como punto de partida: por un lado, la esposa de un leñador, en algún rincón de Polonia u otro país de Europa del Este, una mujer que apenas tiene para su subsistencia y que persigue un único –y oculto– sueño imposible; por otro, una familia en un tren de carga, en tránsito hacia la tragedia anunciada del campo de exterminio, y el padre que decide salvar a ciegas a uno de sus hijos arrojándolo por un pequeño resquicio de aire. En medio de esos dos eslabones hay un bosque, espacio privilegiado de la literatura para el terror pero, asimismo, también para la fantasía.
El segundo procedimiento está relacionado con la despersonalización. Casi sin nombres propios, casi sin rasgos por fuera de los que estrictamente reclama el argumento, este hace uso de la omnipresencia terrible del hecho histórico, de lo insoslayable, como si Grumberg no precisara contar casi nada, privilegiando los cuatro o cinco elementos excepcionales que singularizan a sus protagonistas.
Ninguna de esas cualidades terminaría por cuajar sin ese intangible tan poderoso que es el tono, tan irreductible en la literatura como determinante. Grumberg no juega estrictamente al cuento de hadas –que hubiese proyectado un rumor perverso–, pero hay en su relato un modo de lo maravilloso, una latencia asordinada que establece fuertes lazos con su norte, con ese lugar al que la historia necesita llegar y que a nadie, por más alivio que acaso provea, puede distraer de sus componentes siniestros.
Hallazgo sencillo y a la vez contundente, la novelita –o cuento– de Grumberg encuentra sus propias respuestas para contar lo incontable. Y ayuda a creer que el arte siempre sabrá encontrarlas, porque quizá no tenga ninguna misión más urgente
LA MÁS PRECIOSA DE LAS MERCANCÍAS
Jean-Claude Grumberg
Edhasa
Trad.: Lucía Dorín
97 págs./$750