Corea del Norte avanza con sus peligrosos programas militares
Donald Trump sorprendió ciertamente al mundo cuando de pronto se reunió, en medio de un mar de sonrisas y gestos amistosos de circunstancia, con su colega de Corea del Norte: el joven Kim Jong-un, para –juntos- conversar francamente acerca de la desnuclearización de la península coreana.
Pero hoy está claro que esas bienvenidas conversaciones no avanzaron más allá de las sonrisas protocolares y, luego, se estancaron.
Ambos protagonistas volvieron al poco tiempo, a cruzarse desafíos y comentarios antagónicos. Y, peor aún, Corea del Norte comenzó nuevamente a ensayar misiles balísticos de todo tipo. Sin pausa. Con volatilidad. Y con una conducta de corte amenazador, como siempre.
El 7 de diciembre pasado, el "país ermitaño" reiteró sus ensayos. Esta vez, aparentemente, respecto de un nuevo motor, capaz de propulsar misiles intercontinentales.
Lo cierto es que en los últimos seis meses Corea del Norte realizó trece peligrosos ensayos con misiles de distintos tipos. Como si las conversaciones con los EE.UU. hubieran terminado ya en el fracaso y éste fuera absolutamente irreversible. Además, regresó a su conocida y desagradable retórica belicista.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ante esa frustrante evolución, retomó el tema de Corea del Norte el 4 de diciembre pasado, bajo el ítem genérico de su agenda: "Otros asuntos". Y aprovechó así para condenar, con vigor, la inquietante seguidilla de ensayos norcoreanos, destacando que con ellos se violan impunemente distintas resoluciones específicas emanadas del propio Consejo de Seguridad sobre esta delicada cuestión.
Lo que no ha quedado nada claro es si el Consejo volverá, o no, a la sana práctica de examinar la situación de los derechos humanos en Corea del Norte, como lo hiciera -año tras año- hasta el mismo año pasado, cuando la suspendió presuntamente para no entorpecer las negociaciones sobre el programa nuclear de Corea del Norte que ya estaban en curso. Habrá que esperar sobre este tema, pero la práctica mencionada no debe abandonarse dadas las características, realmente brutales, del régimen dictatorial que encabeza el joven -y siempre burlón e inusual- líder norcoreano, Kim Jong-un.
Si tomamos en cuenta que los EE.UU. están entrando ya, de lleno, en el que previsiblemente será en un complicado año electoral, no sería demasiado raro que el tema de Corea del Norte de pronto resucite y se resuelva de alguna manera, de modo de ayudar a impulsar las posibilidades electorales del presidente Donald Trump, que procura su reelección. Y que esto suceda en algún momento que resulte particularmente propicio para su campaña y para sus posibilidades de ser efectivamente elegido una vez más como presidente de su país.
Confirmando que las conversaciones bilaterales iniciadas con los EE.UU. no avanzan, Corea del Norte acaba de designar un nuevo Canciller. Se trata de un militar retirado, de personalidad dura y lenguaje de acero: Ri Son Gwon.
Hasta ahora era el responsable directo de las relaciones diplomáticas de su país con Corea del Sur, tema particularmente delicado en el que se desempeñó por espacio de quince años. Era, además, un influyente miembro del Comité Central del Partido Comunista de Corea del Norte. Parte de la oligarquía local, en consecuencia.
La designación comentada sugiere que Corea del Norte puede endurecer en más su postura en las hasta el momento infructuosas negociaciones bilaterales con los EE.UU., en las que prácticamente no ha habido progresos de importancia y están, de hecho, suspendidas.