Coronavirus, un disparador de un cambio de época
Uno podría clasificar la pandemia causada por el Covid-19 solo como uno más de los eventos disruptivos que afectan la realidad de América Latina y el Caribe, pero en realidad todo indica que se trata del umbral de un cambio de época.
El Covid-19 puede ser un elemento catalizador de transformaciones profundas e irreversibles en sociedades caracterizadas por bajos niveles de desarrollo, desigualdad e injusticias sociales, además de un bajo crecimiento de la productividad. Es evidente que el impacto de la pandemia en América Latina y el Caribe será extremadamente regresivo en los segmentos más vulnerables de la sociedad, sobre todo en los sectores informales. Además, destapará a través de la tecnología y la comunicación moderna, modelos y condiciones insostenibles en todos los frentes de relacionamiento humano, política pública, y procesos económicos.
En ese marco, la pandemia podría ser la chispa que lleve a un cambio de paradigma, en el que estaríamos presenciando un cambio de época y no una época de cambios.
¿Por qué eso importa? Se trata de un choque de preferencias y de valores que afecta profundamente la formulación e implementación de políticas públicas. No sería aceptable para el liderazgo político, tomadores de decisiones y profesionales del desarrollo, enfocarse en cómo reaccionar a los problemas sin evaluar los factores que determinarán las demandas, el bienestar y la felicidad de la gente en esta nueva época. Si no calibramos nuestra visión del cambio de época, las soluciones van a estar basadas en lentes borrosos y llenos de vicios de origen y, aún peor, perderemos la oportunidad de apalancar nuevos consensos para aumentar el impacto de las políticas públicas del siglo XXI.
Por lo tanto, es necesario que busquemos comprender los pilares del nuevo paradigma que puede dibujarse después del Covid-19, para actuar con eficiencia en mejorar vidas en la nueva época. Es una tarea compleja que requiere rigurosidad y planificación, pero sobre todo de sensibilidad y capacidad para intuir las tendencias a partir de los contextos de nuestra región. Necesita, asimismo, de capacidad de lectura y procesamiento críticos de la actualidad, en un momento en que nuestra atención tiene un sesgo hacia lo inmediato (lo que es comprensible). En el espíritu de contribuir a esta discusión, listamos tres aspectos clave que nos parecen importantes en este nuevo paradigma.
1.Sector privado bajo una nueva óptica de responsabilidad social. Las respuestas de políticas al Covid-19 en la gran mayoría de los países van a involucrar aportes financieros extraordinarios sin precedentes de parte de los gobiernos. Se trata de intervenciones de mayor alcance de lo observado en la crisis financiera de 2008, una vez que el sector real se ve afectado ahora, en forma directa y profunda.
En el mundo post Covid-19 será difícil pensar en sectores económicos, desde los más pequeños como los informales y la microempresa, hasta la gran industria y el sector financiero, que no deban su existencia al aparato público y, en última instancia, al contribuyente. Esto va a producir un nuevo marco de responsabilidad social del sector privado, como plataforma efectiva de oportunidades productivas y estabilidad para la sociedad. El sector financiero en particular, y otros sectores con fuerte concentración de mercado, serán cuestionados y habrá creciente sensibilidad a situaciones de privilegio (o percibidas así), que pueden convertirse en focos de indignación social.
Aquí no se trata de un tema aspiracional o de justicia; en realidad, será imprescindible que el sector privado funcione con gran capacidad de generación de riqueza para levantar la economía real y que los costos fiscales de la respuesta al Covid-19 sean digeridos con el menor impacto disruptivo en los marcos macroeconómicos, y para que el ajuste económico no recaiga desproporcionadamente en los más pobres y en la clase media vulnerable.
2.Despliegue/repliegue gradual del gobierno. En este marco, también será critico el proceso de "despliegue/repliegue gradual" del gobierno como protagonista para que los mecanismos de mercado funcionen.
El resurgimiento del interés común, empatía y solidaridad presenta una nueva oportunidad para los gobiernos. La lucha contra el Covid-19 no puede ser librada sin la participación de la población.
El eventual control de la pandemia dejará clara la importancia de sumar esfuerzos entre todos para alcanzar objetivos comunes complejos, generando una sensación de conquista de grupo. Esto incluye la cooperación internacional y el multilateralismo, repensados para una nueva época.
El Covid-19 ofrece una oportunidad para liberar aún más el potencial colectivo de virtudes como la empatía y la solidaridad que se está manifestando en los países. Habrá apetito social por políticas públicas participativas, con gran influencia de las comunidades locales afectadas, junto a esquemas de incentivos eficientes para la generación de bienes públicos: la salud pública, la protección del medio ambiente, la seguridad ciudadana, la educación, entre otros.
3.Valorización de la vida y la búsqueda por un nuevo contrato social. El Covid-19 pone delante de todos, en forma simultánea, la angustia de la muerte y el sufrimiento humano, de manera casi aleatoria. A modo de comparación, considerando el número de muertos al 13 de abril (alrededor de 117.017), es como si más de 386 aviones, con 300 personas cada uno, se hubieran estrellado en 2020 en todo el planeta y casi en forma simultánea.
La amenaza y el sentido de vulnerabilidad alcanzan a todos, incluyendo a los más ricos y poderosos, facilitando una reflexión existencial colectiva que empuja desde el interior de la sociedad la demanda por un nuevo contrato social. En este contexto, la búsqueda por una vida saludable y estable va a ganar fuerza, influenciando patrones de demanda ciudadana. Esto dará impulsos contundentes a demandas ya conocidas: acceso a servicios de salud, educación, infraestructura social, reducción de la desigualdad y la pobreza, entre otros. Pero, también deberá tomar en cuenta temas como la salud mental, alimentación saludable, regulación para evitar escenarios de catástrofes, políticas compensatorias ágiles. La valorización de la vida misma en distintas dimensiones cambiará prioridades políticas y la visión de lo que debe ser un sistema de cobertura de riesgos idiosincráticos, generando amplio espacio para la discusión de políticas públicas.
Los tres aspectos clave mencionados delinean un marco de interactuación para los gobiernos, el sector privado y los ciudadanos que están llenos de riesgos. El gran reto es transformar estos riesgos, incluyendo los miedos y tragedias vividas durante la pandemia, en oportunidades para una vida mejor. El miedo, la angustia y el sufrimiento individual y colectivo deben convertirse en objetos explícitos y prioritarios de políticas públicas.
El poder cambiante de dichos sentimientos puede estimular comportamientos colectivos positivos poderosos, de generosidad, altruismo y empatía, que saquen lo mejor de cada uno de nosotros. Sin embargo, esto no va a ocurrir naturalmente sin mecanismos de soporte de políticas públicas que promuevan una estructura básica de confianza entre las personas.
Serán necesarias políticas públicas mucho más avanzadas que combinen la intervención efectiva e inmediata del Estado para amparar a los que más necesitan, con líneas de acción de mediano plazo y esquemas de incentivos hacia conductas sustentables. Por ejemplo, mientras el Estado se presenta como entidad que no tolera el sufrimiento humano hoy, frente a la pandemia, también debe tener un fuerte papel el día de mañana, potenciando en cada uno de nosotros la responsabilidad por conductas consistentes con nuestra propia salud, la preservación del medioambiente, la solidaridad, el altruismo, y, en general, con la protección del bien común que permita una mejor vida para todos.
En este proceso, las instituciones políticas de la región estarán bajo inmensa presión. La ética, la transparencia y el rechazo a la corrupción son condiciones no negociables para conseguir la confianza social necesaria. En su ausencia, todo el equilibrio colapsa y crecen, exponencialmente, las posibilidades de rupturas institucionales que llevan a un equilibrio no cooperativo o no democrático.
Los organismos multilaterales, en nuestro caso el Grupo BID, también juegan un rol clave por tener el privilegio de incidir en iniciativas de gobiernos, del sector privado y de las sociedades simultáneamente. Frente a un cambio de época, tendrán que reinventarse para impulsar mejores prácticas y canalizar esfuerzos hacia una adaptación rápida y efectiva para un mundo mejor. Esto tiene más relevancia en el marco de un nuevo orden internacional, con una geopolítica compleja que marca patrones de relacionamiento cambiantes entre las principales potencias mundiales.
No esperemos presenciar la salida a esta crisis solo a través de eventuales descubrimientos de la medicina. Saldremos con mucho dolor, muchas vidas apagadas y con una destrucción de la economía real irreparable.
Algunos países podrán salir de la crisis antes, porque supieron prevenir y asumir con inteligencia medidas tempranas de contención efectivas, cuyo costo económico, si bien alto, les permitirá recuperarse y levantarse en forma rápida. Otros países tendrán que pagar un precio mayor por no haberlo hecho a tiempo, pero todos deberemos transitar en buscar un equilibrio de salida, reconociendo que la economía real y la vida humana son parte de un todo.
Esto también pasará, pero que no pase sin motivo, y cuando volvamos a caminar por las hermosas ciudades de Roma o Madrid, por la Quinta Avenida de Nueva York o las hermosas playas de Río de Janeiro, cuando volvamos a disfrutar del bullicio insustituible de la avenida Corrientes, en Buenos Aires, lo haremos con los ojos que inevitablemente tracen un antes y un después del Covid-19. Y en este cambio de época todos aprenderemos para lograr un mundo mejor, actuando en función de las lecciones que nos ha dejado la pandemia como fuente para mejorar vidas en toda nuestra región, sin exclusión y con solidaridad.
Gerente General del Departamento de Países del Cono Sur y Representante en Argentina del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)