Cortesía matrimonial
Curiosa situación la que les toca vivir a los argentinos. La Presidenta se siente, a causa del acoso de los medios, como Dorrego, aquel gobernador de la provincia que fuera fusilado por Lavalle en 1828. Y su marido, atento chevalier servant , para evitarle ese destino cruel, ha propuesto un cambio drástico en la ley de radiodifusión, del que resultará, de ser aprobado, un recorte sensible del periodismo independiente y un crecimiento exponencial del público y del afín a los intereses de los que, hoy, mandan. Pero, de aperitivo, como para que se vayan paladeando las ventajas que traerá aparejadas esa medida, socializó, al precio que resulte -no menos de 600 millones de pesos-, la transmisión por TV del fútbol de primera.
Lo que da para un par de reflexiones. La primera, que es de agradecer que la señora se haya sentido jaqueada por el periodismo vernáculo y enfrentada al pelotón como aquel desafortunado militar y no por Inglaterra y condenada a la hoguera como Juana de Arco. Ya que, en este caso, el país se vería expuesto a otra guerra con esa nación y forzado a estatizar todos los laboratorios de cremas y ungüentos, para calmar el efecto de las quemaduras sobre la delicada piel de la Presidenta.
Pero añadido a esto, no puede dejar de advertirse que, más allá de lo extravagante de esta caballeresca decisión, se oculta un problema que difícilmente se solucione así. Porque la experiencia y el sentido común dicen a las claras que, si no se puede tapar el sol con un harnero, tampoco es posible evitar que la gente maldiga a sus malos dirigentes y desee que se vayan lo más rápido posible. Por más que una prensa mayoritariamente oficialista se ocupe de demostrar que los que gobiernan no son unos inútiles, sino unos santos que no han dejado un minuto de ocuparse del bienestar de sus conciudadanos.
Ahora bien, si esto es notorio (y la experiencia de Perón en el 55 es terminante) y mucho más ahora que la comunicación por la red supera a la de todos los medios y se confía más en los chimentos de los tacheros que en lo que pueda decir Aníbal Fernández, ¿para qué meterse en berenjenales, comprometer a tanta gente en un proyecto que seguramente fracasará y agregará nuevas penurias al ya pálido escenario fiscal? Y bien, dado lo desproporcionado de la reacción y mal que les pese a los que aún suspiran leyendo las novelas de Corín Tellado y suponen que el amor es el inspirador de estas patriadas, no queda otra que concluir que detrás de este gesto se esconde algún negocio, acaso tan lucrativo como las obras públicas, el juego, las tierras de El Calafate, el petróleo y las valijas voladoras. O sea, un acopio de intereses y vinculaciones que resultarían muy útiles en caso de re-reelección e invalorables de darse vuelta la taba y tener que afrontar la instancia, tan incordiosa como onerosa, de los juicios iniciados por los envidiosos de siempre.
Como alguien, en el Margot, afirmara que ni él ni ella tienen chance en 2011, el reo de la cortada de San Ignacio lo paró con un gesto y le dijo: "Maestro, no se juegue. ¿Usted vio quién ganó un concurso de baile de tango? ¡Una pareja de nipones! Después de eso, se puede esperar cualquier cosa: Lupin, Scioli y hasta el mismísimo Borocotó podrían ganar las presidenciales que se vienen".
lanacionar