Cuatro balazos para un testigo incómodo
El asesinato del maquinista Andrada, que cumplió el turno anterior al del accidente y que había declarado que la formación tenía problemas de frenos, ya fue casi olvidado en un país donde todo se atribuye a la inseguridad
El dirigente opositor Fulano fue asesinado de cuatro balazos en la espalda para robarle el celular." ¿Cuánto falta en la Argentina K para que tengamos un titular como éste en las primeras planas? No digo que vaya a pasar, sino que es posible que pase. Ya mismo. ¿Quién podría evitarlo? ¿Una SIDE dedicada al espionaje de opositores, una policía infiltrada por las mafias, una Justicia acorralada por el Ejecutivo, un Congreso convertido en escribanía, unas agencias de control erosionadas por nueve años de destrucción de todo mecanismo de protección de los ciudadanos? No digo que vaya a pasar. Digo que testigos, periodistas y opositores estamos sometidos a una ruleta rusa en la cual cualquier patota puede acabar con nuestra vida sin que a nadie se le mueva un pelo. ¿Acaso no está pasando ya? ¿Acaso no matan así a los ferroviarios?
Repasemos los hechos: el maquinista Leandro Andrada, dos hijos, principal testigo de la causa que compromete a varios de los principales funcionarios del Gobierno en la muerte de 51 personas, fue asesinado de cuatro balazos por la espalda. El asesino le disparó de cerca el tiro de gracia, pero no tocó los 1200 pesos que Andrada tenía en el bolsillo. Repito: tiro de gracia, desde cerca, y ni le revisaron los bolsillos. Agrego: durante el velorio, dos personas forzaron la puerta de su casa, se quedaron revolviendo cajones hasta que llegaran los familiares y los amenazaron cuando escapaban. Fueron perseguidos por la policía, que, lamentablemente, no pudo atraparlos.
¿Qué declararon los investigadores a cargo del caso? Declaran que "no es insólito que habiendo un cartel que avisara lo del velorio dos personas aprovecharan para entrar a robar"; dicen que "Andrada pudo haber recibido los cuatro disparos en la espalda durante un forcejeo con su atacante", y afirman que encontraron un cuchillo "que pudo haber sido utilizado por la víctima para defenderse del ataque". Repito: fuentes a cargo de la investigación declaran que es posible que Andrada haya forcejeado con un atacante, momento en el cual recibió cuatro balazos por la espalda. Después, le robaron un celular, presumiblemente de escaso valor, y le dejaron 1200 pesos en el bolsillo. En tanto, ¿qué hizo la policía, además de no poder, lamentablemente, atrapar a los que entraron a la casa de Andrada y amenazaron a su familia? "Nos dijeron que no hablemos para no entorpecer la investigación", dijo a este diario un familiar de la víctima. Y cuando le preguntaron si Andrada estaba amenazado, respondió: "De eso fue de lo que nos pidieron que no hablemos". ¿Se entiende?
Pero no desesperemos. En la Argentina K, en la que gobierna el partido de los trabajadores y el pueblo, a los testigos peligrosos los asesinan por la espalda, mientras sospechosos probablemente relacionados con el crimen se le escapan a la policía y los investigadores elaboran hipótesis delirantes. Pero el sindicato, al menos, te defiende. Por eso, el secretario general del gremio de Andrada, Omar Maturano, afirma en la página oficial de La Fraternidad (poblada de fotos de Maturano con la Presidenta y De Vido): "Creemos que es un hecho más de inseguridad. No creamos conjeturas con respecto al accidente de Once. Creemos que fue un asalto al voleo nomás, porque el compañero Andrada no tenía amenazas. Y además no era el único testigo".
En eso tiene razón Maturano. Andrada no era el único testigo. Era apenas el testigo que le había entregado en Castelar el comando a su colega Córdoba, maquinista del tren que chocó a 20 kilómetros por hora (repito, 20) y causó la muerte de 51 personas. De manera que no hay de qué preocuparse, ya que han sobrevivido muchos testigos, que en este mismo momento deben tener muchísimas ganas de declarar en Tribunales contra los funcionarios del Gobierno. Y si la exigencia de justicia de Maturano no fue muy convincente, siempre queda el recurso de esperar las declaraciones del líder del mayor sindicato de ferroviarios del país, José Pedraza, quien seguramente las hará apenas termine de testificar como imputado en la causa por la muerte de Mariano Ferreyra.
¿Ocupó semejante escándalo los titulares de los diarios, explotó en las radios, televisiones y medios de información? ¿Salieron los líderes de la oposición a exigir que el Gobierno se haga responsable de la investigación de la muerte de Andrada y de la vida de opositores y críticos? De ninguna manera. La muerte de Andrada pasó como una estrella fugaz en el firmamento de esta Argentina devastada. Acaso no se le pudo dar la debida relevancia porque había que terminar de esclarecer si los buquebusistas que insultaron a Kicillof eran fascistas o neonazis. Se aguardan, sin embargo, nuevas y esclarecedoras sesiones de debate televisivo en las cuales toda mención de los quince custodios de Amado Boudou será denunciada como una chicana de quienes quieren que el país descarrile. Y lo que es aún más significativo, no hubo una sola referencia a las evidentes implicancias del caso Andrada sobre las condiciones de actuación política y periodística en la Argentina, país en el que cualquier opositor, crítico o testigo puede ser asesinado por la calle so pretexto de sensación de inseguridad.
No digo que vaya a pasar. Digo que así estamos de indefensos. Digo que cualquier cosa se puede esperar en un país donde se discuten con pretensiones de racionalidad las cosas más alocadas, como la conformación de comisiones de la verdad con gobiernos que niegan el Holocausto. Digo que de tanto correr a opositores, intelectuales y periodistas al grito de "golpistas" y "gorilas", han logrado naturalizar lo inaceptable. Digo que vivimos en un país en el que si sos presidente radical es un hito de la lucha popular el que tengas que escaparte por los techos en helicóptero para evitar ser linchado, pero si sos funcionario kirchnoperonista podés circular por el espacio público más hostil y esperar que nadie te diga nada. Digo que el kirchnerismo no sólo somete a los ciudadanos a insultos y humillaciones, sino que exige que lo acepten en silencio para no ser acusados de neonazis por el vicepresidente de la Nación. Al fin y al cabo, tenía razón cierto periodista ponciopilatista que, discutiendo el tema Kicillof, afirmó hace pocos días que si el buquebusismo seguía así, en cualquier momento mataban a alguien. Supongo que saldrá pronto a condenar, por igual, los cuatro balazos por la espalda y el violento cuchillo que portaba Andrada.
En ¿Acaso no matan a los caballos?, ese clásico de la novela negra que narra la historia de un concurso de baile de resistencia en épocas de la Gran Depresión, en el que las parejas van cayendo agotadas mientras los sobrevivientes se despedazan entre ellos con la esperanza de obtener el premio, Horace McCoy pone en boca de Robert, el asesino, el siguiente texto: "Me puse de pie. Por un instante vi nuevamente a Gloria sentada en aquel banco. El proyectil le había penetrado por un lado de la cabeza; ni siquiera salía sangre de la herida. El fogonazo del disparo iluminaba todavía su rostro… El fiscal se equivocó cuando dijo que había muerto sufriendo, desvalida, sin amigos, sola salvo por la compañía de su asesino… Estaba equivocado. No sufrió. Estaba completamente relajada y tranquila, y sonreía. Era la primera vez que la veía sonreír. ¿Cómo podía decir el fiscal que sufrió? Y no es verdad que le faltaran amigos. Yo era su mejor amigo. Era su único amigo". Y cuando la policía lo arresta, Robert responde: "¿Acaso no matan así a los caballos?".
Sydney Pollack llevó ¿Acaso no matan a los caballos? al cine en 1969. El título en español fue Danzad, danzad, malditos.
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