Daniel Bell: "La democracia no se exporta"
El sociólogo norteamericano, una de las figuras más prominentes del neoconservadurismo de su país, asegura que se ha exagerado la amenaza del islam y considera que los valores primordiales son la libertad y el imperio de la ley, porque limitan los excesos posibles de toda democracia
BALTIMORE.- Roger Shattuck lo ha llamado "nuestro Jeremías". Extraña denominación para un hombre con la fascinante trayectoria de Daniel Bell, acaso el sociólogo más respetado de nuestro tiempo. Alguna vez Bell apuntó que a todo intelectual de izquierda le llega tarde o temprano su Kronstadt, pero que, en su caso, "Kronstadt fue Kronstadt". No pudo serlo cronológicamente, porque Bell nació en 1919, un año antes de que los bolcheviques --comandados por Trotski-- reprimieran a los marineros de aquel puerto, en un acto que prefiguraba la larga sucesión de crímenes que distinguiría la historia del "socialismo real". Pero tuvo su Kronstadt, sin duda, en un sentido biográfico. Tras una temprana filiación a la Liga Socialista de los Jóvenes en su natal Nueva York, Bell derivó al estudio académico de la sociología. En 1933, cuando la victoria electoral de Hitler impulsó a muchos de sus amigos a incorporarse al Partido Comunista, visitó al gran teórico anarquista Rudolf Rocker, quien puso en sus manos el opúsculo La tragedia rusa y la rebelión de Kronstadt, de Alexander Berkman. Esa lectura fue suficiente para convertirlo en un perpetuo menchevique: socialista en economía y conservador en cultura. En cuanto a la política, asimiló desde 1947 la lección "del espantoso siglo XX" contenida en la grave profecía de Max Weber contra el apego irracional a la "ética de la convicción", ese fanatismo que degradó a Gyorgy Lukács y sacrificó a Ernst Toller, sus discípulos cercanos. El camino de Bell fue distinto: "La ética de la responsabilidad, la política de la civilidad, el miedo al fanático y al hombre moral --que quiere sacrificar su moralidad en la decepción egoísta de la total desesperación-- son las máximas que han gobernado mi vida intelectual".
A los 83 años, Bell conserva el temple combativo y la vivacidad intelectual de su juventud."¿Jeremías yo? --me acota, con sorpresa--. Siempre he sentido que el optimismo es una filosofía y el pesimismo un rasgo de carácter; yo soy un pesimista." Quizá lo sea, pero su visión del siglo XXI no es totalmente sombría.
--Todo el mundo habla del desafío del islam como el gran problema de nuestro tiempo y el peligro mayor del siglo XXI. ¿Es tan débil Occidente frente al islam radicalizado, violento y fundamentalista ?
--Pienso que la relación con el islam se ha exagerado mucho. No creo que sea un problema real en términos históricos, ni tampoco a largo plazo. Ha adquirido notoriedad a causa del terrorismo de Al qaeda. Es un movimiento dirigido contra sus propias sociedades y gobiernos, como en Arabia Saudita, que ilustra la clásica idea marxista de la intelligentsia descontenta. La pobreza no genera insurrecciones. Incluso Marx dijo que la pobreza no genera insurrecciones; es la intelligentsia marginal y descontenta la que toma esas iniciativas. Por otra parte, en el islam no existen fundamentos para derrotar a Occidente por dos razones. Primero, porque no tiene una base tecnológica. Si se expandiera tecnológicamente, tendría que hacerlo mediante una estructura social diferente. Su riqueza se basa en el petróleo, en los recursos naturales. Una vez que pierda esa ventaja, entonces el islam empezará a decaer.
--Mencionó usted otro aspecto de la debilidad del islam.
--La otra cuestión, claro, es el papel de las mujeres. El surgimiento de la sociedad posindustrial significó la aparición de los servicios, un sector amplísimo que proporciona fuente de empleo a las mujeres. Ya hay mujeres que son rectoras de universidades, que están a la vanguardia de la investigación. Así, el papel de las mujeres tiene un fundamento estructural con el que no podrá lidiar el islam, dada la naturaleza de sus propios fundamentos patriarcales.
--Parece demasiado optimista. ¿Cree de verdad que serán destruidas las redes terroristas?
--Bueno, eso es más difícil. Pero sí, pienso que se logrará porque han podido debilitar uno de sus fundamentos al identificar no tanto a la gente como a las estructuras financieras de las que aquélla depende. En esto se ha sido relativamente exitoso.
--¿Qué cambios estructurales entrevé usted en el siglo XXI en ámbitos como los recursos naturales y la tecnología?
--Cambios enormes. Históricamente, las sociedades se basaban en los recursos naturales y en su control. Inglaterra era una isla cimentada en el carbón de su región central. Y una vez que se logra cavar más hondo en el carbón y extraer agua, se puede usar el carbón como la base de una industria del acero. En consecuencia, Gran Bretaña comenzó con la industria ferroviaria, la construcción naval, la industria automotriz. Lo que ha ocurrido en los últimos treinta años es que los recursos naturales se han convertido en un factor cada vez menos importante en el desempeño de una sociedad. Pongamos como ejemplo el cobre. ¿Sabe dónde está la mayor acumulación de cobre en la actualidad? La mayor acumulación de cobre en el mundo está actualmente bajo la ciudad de Nueva York. Son los cables de cobre de las líneas telefónicas. Las líneas telefónicas han caído en desuso a causa de las fibras ópticas, diez veces más baratas y con una capacidad cien veces mayor. De este modo, el cobre queda relegado. En suma, los recursos naturales son ya, y están destinados a ser, un factor de importancia decreciente en la riqueza de las naciones.
--Dos poderes emergentes hay en el horizonte: uno previsible, China; otro sorprendente, la India.
--Sí, hay un desplazamiento de la sociedad mundial en dirección a Asia. China y, hasta cierto punto, la India (si consigue sobreponerse a Paquistán) serán figuras principales en la economía y la política mundiales del siglo XXI. De nuevo, el islam no está en el horizonte. Actualmente, las tasas de crecimiento más altas en el mundo no están, curiosamente, en China, sino en la India, porque ya se han introducido con éxito en la economía mundial. Gran parte del software del mundo se hace ahora, no en los sótanos de Jersey, sino en Bangalore, porque allí el espacio y el tiempo tienen una dimensión distinta. No obstante, la India nunca será una potencia de primer orden debido a sus condicionantes internas.
--¿Dónde queda, en este cuadro, la teoría del "choque de civilizaciones" de su amigo Samuel Huntington?
--Considero que el concepto del "choque de civilizaciones" es sencillamente absurdo. Por dos razones. Primera: aunque por supuesto hay diferencias entre las civilizaciones, esto no significa que uno pueda o deba transformar estas diferencias en conflictos políticos. Los conflictos políticos dependen de intereses nacionales, rivalidades, concepciones de la historia. Huntington predice una alianza entre China e Irán y afirma que será la fuerza principal contra Occidente. Bueno, eso no ocurrirá necesariamente, porque China depende mucho de Occidente para su desarrollo tecnológico. China ha crecido hasta ahora gracias a sus exportaciones basadas en la mano de obra barata. Pero sabe que la India representa una vía más sólida: el crecimiento basado en el desarrollo tecnológico. Las nuevas clases empresariales de China son la esperanza para su futuro. Pero ahí se encontrarán con una complicación adicional, ideológica: ¿cómo van a aceptar a las clases empresariales en el Partido Comunista?
--Si el islam pierde (en unos cuantos años) importancia porque sus recursos dejan de ser imprescindibles, ¿qué sucederá con esos 1250 millones de personas? El siglo XXI puede ser el escenario de disturbios masivos.
--Sin duda, pero esas sociedades podrán cambiar si desaparece la pequeña clase de gobernantes dictatoriales que las ahoga. Si eso ocurre, podrían transformarse, como quiere hacerlo ahora Irán, en áreas con una base tecnológica. Entonces tendrían una oportunidad. Estos procesos de maduración no son imposibles. La gente cambia radicalmente, en una sola vida. Piense en Joschka Fisher en Alemania. Hace 35 años estaba golpeando a un policía.
--Definitivamente, y hay otras fuerzas liberales que actúan dentro de esas sociedades.
--Sí, las hay en Irán, como dije. Gente más joven a la que no le gusta la moral restrictiva, gente que desea la modernización. Bush cometió un gran error al designar a Irán como una de las fuerzas del mal.
--Sí, porque volvió más difícil la alternativa liberal. Pero Irán puede aún convertirse en una nueva Turquía.
--Se olvida que son persas: la suya es una historia cultural que rebasa con mucho incluso a la cultura árabe.
--Hablando de valores liberales y de democracia, ¿se puede exportar la democracia? ¿Los Estados Unidos están haciendo lo que deben para exportarla?
--Todo depende del significado de democracia. El propio Tocqueville señaló que la democracia puede ser una tiranía. Una tiranía de la mayoría. Hay una cuestión aquí, no de democracia, sino de libertad y de derechos. El problema crucial no es la exportación de la democracia, porque la democracia puede adoptar formas muy diversas. La forma estadounidense es una forma muy torpe, con un presidente que es, al mismo tiempo, jefe de Estado y ejecutivo. No pienso que podamos exportarla. Casi todo Estado tiene algún tipo de sistema presidencial parlamentario. Además de todo, la forma estadounidense es engañosa. Tiene prestigio porque Estados Unidos es poderoso y propaga sus éxitos, pero pienso que si cualquier otro país trata de calcar nuestro sistema, sencillamente fracasará.
--La libertad y el imperio de la ley. Esos son los valores cardinales.
--Así es, y son más importantes que la democracia porque limitan los excesos de la democracia.
--He leído con mucho interés sus teorías recientes sobre la necesidad de nuevas instituciones internacionales para el siglo XXI, una especie de gobierno mundial.
--Alguna vez escribí que el Estado nacional es demasiado pequeño para los grandes problemas de la vida, y demasiado grande para los pequeños problemas de la vida. La innovadora regionalización que se fue implantando en el siglo XIX y se extendió parcialmente al XX ya no es funcional ni manejable porque las escalas han cambiado. Para darle un ejemplo, podemos remontarnos al "New Deal" de Roosevelt. ¿Qué fue el "New Deal"? Para la izquierda tuvo por objeto salvar el capitalismo, para la derecha fue introducir el estatismo. Para mí, la naturaleza del "New Deal" fue realmente ésta: de 1900 a 1930 se dio en Estados Unidos el crecimiento de una economía nacional, pero el control político estaba en manos de los estados de la federación. Lo que hizo el "New Deal" fue crear instituciones políticas de nivel nacional. Con ellas se consiguió una equivalencia de escalas. Por otra parte, la gente olvida que, antes de la Segunda Guerra Mundial, el ochenta por ciento del territorio y de la población mundiales estaba bajo el control de las potencias occidentales. La descolonización avanzó a una velocidad extraordinaria. Tenemos ahora ciento noventa países en el mundo, frente a los poco menos de cien que había antes. Esta desintegración total de las estructuras políticas de la sociedad mundial constituye un elemento de incertidumbre. El mundo tiene ahora cierta organización económica, pero padece una evidente fragmentación política. Algunas áreas intentan superar la fragmentación política (la Unión Europea, por ejemplo), pero el proceso es lento e incierto.
--Pero Europa está (o estaba) construyendo estas instituciones. ¿No es así?
--Sí, potencialmente al menos. Europa, sobre todo si los británicos terminan por integrarse, podría convertirse en el rival más importante de los Estados Unidos: tiene un gran mercado que no tenía cuando estaba fragmentada. La cuestión fundamental radica en el grado de unidad política entre Francia y Alemania. En cualquier caso, Europa es una fuerza de gran magnitud. Europa, en especial Alemania, todavía está asentada sobre la vieja sociedad industrial: ingeniería, electrónica... El desarrollo posindustrial empieza a surgir con la elaboración de software; se va avanzando hacia los sectores posindustriales. Se tienen todos los recursos, pero aún no se ha hecho.
© LA NACION y Letras Libres
El perfil
Comienzos socialistas
Nacido el 10 de mayo de 1919 en Nueva York, hijo de emigrantes polacos, su verdadero nombre es Daniel Bolotsky. Cuando era muy joven se unió a las Juventudes Socialistas.
Un libro influyente
Trabajó y dirigió diferentes publicaciones. Es profesor de sociología en las universidades de Chicago, Harvard y Columbia de Nueva York. Su libro Las contradicciones culturales del capitalismo fue señalado por The Times, de Londres, como uno de los cien libros más influyentes del siglo pasado.